jueves, 29 de mayo de 2025

Siddhartha y el camino de la experiencia

 Cuando tuve en mis manos y leí por primera vez la novela Siddhartha del escritor alemán, Hermann Hesse, tenía unos dieciséis años. Era un adolescente viviendo en los noventa y no tenía acceso directo a los libros, ni menos a Encarta 97 y un computador, para poder buscar cualquier dato. Sólo tenía algunos libros escolares, no muy ilustrativos para adquirir un conocimiento más acabado acerca de cualquier cosa que a uno se le ocurriera estudiar. Sin embargo, encontré el libro de Hesse en un banco de una plaza cualquiera, un día ya ido en el tiempo. Este suceso extraño y maravilloso, fue mi primer acercamiento al autor, al budismo y a la espiritualidad oriental. En esa época no dimensionaba lo trascendental que es el mensaje de la novela, para cualquier persona que busca algo en la vida; ese no sé qué, que anhelante de encontrar el sentido de la existencia, palpitaba en mí. En todo caso, aquello sigue latente en mi persona de diferentes formas. Lo importante será conocerse a sí mismo. Creo, al final de cuentas, que eso es lo que quiere decir esta obra literaria. Pero vamos por parte. 


Para entender un poco más en profundidad las obras literarias del autor, y en especial ésta; su estilo literario y su visión del mundo, es necesario conocer ciertos datos de la vida de Hesse. Nacido en 1877, vivió una infancia marcada por la influencia misionera protestante de sus padres. Vivió unos primeros años de vida difíciles y una adolescencia caracterizada por un intento de suicidio. Crisis personales y búsqueda espiritual, se expresan en él desde muy temprano en su existencia. En su juventud, Hermann Hesse, ejerce distintos trabajos para ganarse el pan, y fue en uno de ellos, como dependiente en una librería; lo que generó al futuro escritor. Sus experiencias personales, un desencanto de la cultura occidental y sus lecturas filosóficas, allanan el camino para el desarrollo de su visión espiritual. Luego de la Primera Guerra Mundial y su trabajo en la Cruz Roja alemana atendiendo a prisioneros de guerra, ese interés acerca de la espiritualidad oriental termina por consolidarse en él, lo que lo llevaría a crear una de las literaturas más profundas y simbólicas que podamos leer actualmente. Las influencias poderosas en el alemán, que fueron clave en sus obras, y especialmente en su pensamiento; particularmente en el caso de la que nos ocupa hoy, acá en esta reseña de Siddhartha, van desde Los Upanishads, El Bhagavad Gita, El Tao Te Ching de Lao Tsé; hasta Carl Jung, por ejemplo. De esta manera nos podemos hacer una idea clara respecto de quién es el autor y forma de ver la vida. 


Esta novela publicada en 1922, y que tuvo en los años sesenta del siglo XX una resonancia importante en el movimiento hippie; nos relata la vida del hijo de un brahman, que un buen día decide dejar el confort de su casta y experimentar el mundo. En esta obra, seguimos a Siddhartha (el protagonista) en las diversas etapas de su vida. En este sentido, presenciaremos que encontrará en su búsqueda espiritual, a distintos maestros y filosofías que no convencen al joven hijo del brahmán. Luego de estar en compañía de los samanas (ascetas itinerantes), junto con su amigo de la infancia, Govinda, el joven Siddhartha, escucha acerca de un gran sabio que pulula por la antigua India y que ha alcanzado la Iluminación. El joven decide dejar, por lo tanto, a los samanas y a Govinda atrás, porque considera que estas personas no lo ayudan a encontrar lo que busca: el autoconocimiento y la iluminación. Lo que anhela el hijo del brahmán, en otras palabras, no es una doctrina específica, sino más bien experimentar lo que se entiende como la unidad del ser. En otras palabras esto quiere decir que, el joven indio, indaga la manera de encontrar cómo todo en el universo está interrelacionado o interconectado, y todo es parte de una misma esencia divina o cósmica. El príncipe explora aquello que está tratando de encontrar; y toda la novela nos habla de esa búsqueda incansable a través de la experiencia directa con el mundo, pero el mundo se muestra, en la obra, como esa tensión constante entre los opuestos: espíritu y cuerpo, placer y ascetismo, por ejemplo. Ahora bien, lo que el futuro lector de esta novela debe tener en cuenta es que la experiencia personal, en ese indagar del joven Siddhartha, apunta a que la real sabiduría que persigue, no se encuentra en los libros o en las doctrinas entregadas por los hombres, sino que en la mera experiencia del vivir. Por esta razón el joven practicante espiritual, deja atrás la doctrina entregada por Gotama; una vez que lo conoce y sabe de las enseñanzas del Buda. Bajo esta lógica del protagonista, se puede comprender la diferencia entre el personaje de Govinda y Siddhartha. El primero, también se encuentra en la misma búsqueda que lleva a cabo el joven príncipe, sin embargo, no es capaz de darse cuenta que debe seguir un camino propio, como lo hace su amigo de toda la vida. Es por eso que toman rutas diferentes, ambos personajes.


Avanzado el tiempo, el hijo del brahman, llega a tener contacto con diferentes personajes. Así surgen en el horizonte; Kamala, una hermosa y experimentada cortesana que enseña al protagonista, el arte del amor físico. A la postre, la pareja tendrá un hijo, que resultará una enseñanza conflictiva para Siddhartha. Gracias a la cortesana, el aspirante al Nirvana, conoce a Kamaswami; un astuto y rico comerciante que lo toma como empleado y le enseña el arte del comercio. El personaje principal de esta historia, así, siguiendo los consejos del comerciante, se vuelve rico, acumulando una cuantiosa fortuna. Se vuelve un ávido apostador y vividor, llegando a tener todo lo que el mundo materialmente puede dar. El deseo y el apego, junto con el placer que pueden dar las cosas transitorias no logran satisfacer a Siddhartha. Cuando éste llega al río, –en una de los momentos más espirituales, a nuestro juicio, en la novela– y decide quedarse a trabajar con Vasudeva, quien es el barquero que ayuda a las personas a cruzar el río; él ha dejado atrás su vida de riqueza y su paso por el mundo del Samsara. En este punto, Siddhartha se encuentra despojado de sus posesiones materiales y de sus ilusiones, y de todo aquello que lo amarra a este mundo. Desde una perspectiva mundana, podría considerarse que ha llegado al río sin nada, casi como "basura"; despojo del mundo humano, y que se ha abandonado a sí mismo. Sin embargo, es precisamente a través de su tiempo con Vasudeva, escuchando el río y aprendiendo de su sabiduría, que Siddhartha encuentra una comprensión más profunda de la vida y alcanza la iluminación. Vasudeva, aunque humilde y sencillo, se convierte en un guía espiritual crucial para Siddhartha. Lector: póngale ojo al humilde barquero, se sorprenderá.

Por lo tanto, la llegada de Siddhartha al río, despojado de su pasado, y su encuentro con Vasudeva, quien le enseña a encontrar la sabiduría en lo aparentemente simple, podría interpretarse en relación con esa idea de despojamiento y renacimiento. En esta novela, el río, es un ente que enseña la naturaleza cíclica de la vida. Es el representante de la simultaneidad de todos los tiempos en el presente. Esto quiere decir, que si leemos esta novela en capas, nos podemos dar cuenta que hay una profunda reflexión acerca del tiempo y su naturaleza. Nos damos cuenta, de esta manera, que el tiempo no es tan lineal y absoluto, como creemos cotidianamente. El pasado y el futuro tienen una tangible influencia en nuestro presente, bajo este modo de pensar, podemos tomar conciencia que tenemos la capacidad de conectar con diferentes momentos a través de la memoria, la experiencia y la imaginación. Esto es como si hubiese una sensación subyacente de conexión entre todos los momentos, aunque no siempre seamos conscientes de ello. 

Bueno, ante esta pequeña reflexión solo queríamos invitarlos a leer esta espectacular novela de Hermann Hesse. Es, definitivamente, una obra que nos enseña mucho; nos muestra un camino acerca de la verdad de la vida, del sentido de la experiencia y el sentido de la amistad, el amor, el dinero, el placer y las cosas. También nos puede dar a conocer ciertos caminos que podemos elegir para vivir la vida y aceptar sus etapas. Seguir nuestra propia senda, nuestra propia verdad, nuestras propias reflexiones sobre la naturaleza de la vida; y así poder entender que a través de la experiencia personal podemos encontrar, tal vez, el camino a la sabiduría. 


lunes, 19 de mayo de 2025

Bazterrica y los exquisitos cadáveres


El otro día tuve que ir a una carnicería, ya que necesitaba una proteína para mis almuerzos de la semana y así cumplir con este aspecto de mi alimentación. Comer bistec de lomo y chuletas de cerdo, también pollo; es algo habitual en la dieta de millones de personas a lo largo y ancho del mundo, actualmente. Llegué ese día a la chacinería ya mencionada y, lo primero que veo en el escaparate, es una senda cabeza de cerdo muy grande, cercenada. Esto me impactó temporalmente. Se notaba en ese cráneo todos los detalles del rostro animal, que inerte perdía su mirada en el infinito de los momentos. Me quedé mirando y mirando esa cabeza cercenada, mientras esperaba mi turno para que me atendieran. Estaba en eso y recordé de súbito la novela de Agustina Bazterrica, cadáver exquisito. Pensé en la posibilidad hipotética que la realidad presentada en la novela, sea algo real en el sentido más literal de la palabra. ¿Qué pasaría con usted, estimados lectores, si esto sucede y nos vemos obligados a cambiar hábitos alimenticios, recurriendo al canibalismo? ¿Qué sucedería con usted si percibe que las nuevas generaciones, normalizan el consumo de carne humana y la crianza de seres humanos para estos fines? Piense por un momento en esto y verá que, quizás, todo sea un asunto de perspectivas. Tal vez los límites morales se difuminan tanto en el futuro, que el mercado y sus necesidades ganen y perdamos para siempre la brújula ética que debería guiar a la humanidad. De esto y muchas otras cosas más, te invito a leer, querido lector, mi hermano (a,e), mi prójimo, acerca de este maravilloso libro en la siguiente reseña, en la cual nos sumergiremos en el mundo oscuro y post apocalíptico que Bazterrica nos presenta. 


Agustina Bazterrica nació en Buenos Aires, Argentina, en 1974. Es licenciada en Artes por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Reconocida por sus novelas y cuentos. Ha ganado varios premios literarios. En 2017, su novela "Cadáver exquisito" obtuvo el Premio Clarín de Novela y en 2021, el Premio "Ladies of Horror Fiction" a la mejor novela (siendo la única obra finalista no escrita originalmente en inglés). Ése es el nivel de esta tremenda escritora. El relato que construye la bonaerense, parte desde la perspectiva de un hombre que vive de una tradición de faeneros, y que por lo tanto, es un experto en la materia. Este hombre es Marcos Tejo, y a través de él y su perspectiva, conocemos su vida y los hechos que estampan el derrotero de este relato. El narrador en tercera persona, nos cuenta los acontecimientos a través de los pensamientos de Marcos, el protagonista. El elemento post apocalíptico que hay en la novela, es la aparición de un virus que se propaga por la ingesta de carne animal; de todos los animales, y comer carne, entonces, se vuelve mortal. La humanidad acepta y se adapta (en un proceso social y cultural que puede demandar mucho tiempo, eso se deduce en la obra) a esta práctica alimenticia amoral y sin escrúpulos. Se tiene que generar una nueva fuente de alimentación que reemplace el consumo animal. No se puede vivir sin el consumo de carne nos comunica esta historia, por lo tanto, hay que generar un consumo alternativo y, es aquí, donde surge la idea de criar a seres humanos de tercera, cuarta o quinta categoría, con el fin de satisfacer la demanda por la carne, la que sea. Acá, bajo esta lógica literaria, la novela nos plantea la existencia de categorías de humanos y, eso, es oscuro y escalofriante. A estas personas que han perdido todos sus derechos fundamentales, se les denomina “cabezas” y las crían otras personas para comérselas.  

La novela muestra a Marcos, el personaje principal, que pasa por una crisis personal: se está separando de su esposa, ha muerto su hijo pequeño (hecho trascendente), su padre; que es su todo, está senil y muy debilitado de salud. El viejo vive en un asilo de ancianos, para colmo. Además, Marcos, no tiene muy buenas relaciones familiares con su hermana y la familia de ésta. Les recomiendo que le pongan atención al personaje de la hermana de Marcos. Ésta tiene, por decirlo de alguna manera, una muy mala actitud, de indiferencia ante el dolor humano, cero empatía. Por cierto, ella es indiferente ante lo que vive el padre, de las condiciones de vida del anciano. Cada cierto tiempo, surgen los recuerdos de infancia del protagonista junto con su padre. El contraste entre las cosas macabras que presenta la novela y los recuerdos de infancia del narrador con su progenitor en el aviario del zoo, son de una habilidad literaria fenomenal.

Marcos Tejo también se atormentaba terriblemente por la pérdida de su hijo, por la muerte súbita del pequeño. Un hecho que cala hondo en la vida del trabajador de la carne. “Sin la tristeza no queda nada”, acá la expresión sugiere una profunda crisis de sentido que vive el protagonista, quizás la tristeza lo hace sentir vivo. La novela en este sentido, recurre a este tipo de recursos para presentar la psicología perturbada del personaje principal.

A Tejos le regalan una “cabeza”, a la que llama el hombre, Jazmín. El lector tendrá que poner atención a la relación que Marcos establece con esta cabeza especial:(de una calidad superlativa), una jovencita de veinte años, que está privada de la palabra, y que vive bajo la tutela del experto de la industria de la carne humana. En esta sociedad distópica hay un sólo gran delito que es ferozmente castigado, y eso, vuelvo a repetir, es lo que el lector tendrá que descubrir. Si digo algo más, será en el fondo un spoiler, así que hasta acá llego en este sentido. 


Para pensar la novela 

Lo primero que pienso, en un sentido literario y bien nerds, es tratar de establecer qué entendemos por el concepto de distopías. Éstas en cierto sentido, siempre hablan de otro mundo, pero que también, estos mundos, puede estar más cerca de lo pensado; más próximos a nuestra realidad concreta y personal. En esta obra todo es simbólico y metafórico. La novela habla de nosotros mismos, en el fondo, y de nuestras costumbres y contradicciones propias. Acá, en el mundo representado en esta historia, no hay dilema de si se come o no la carne humana, porque las circunstancias, de alguna forma u otra, te obligan a eso. En nuestra propia vida hay inmoralidades disfrazadas por la moral de la época; por el propio lenguaje imperante o por la visión de mundo predominante, determinado por la cultura de la sociedad, esa del momento. En este sentido, la novela nos trae a la mente a una Bazterrica, que reflexiona acerca de la idea de la explotación del hombre por el hombre, o sea, el ser humano se comporta como un lobo para su propia especie. Todo por mantener un estilo de vida acomodaticio e indolente, ante el sufrimiento de los seres y llenar la panza a cómo dé lugar, teniendo las posibilidades de recurrir a alternativas factibles, en fin...

Una de las lecturas posibles que puede poseer esta obra, dice relación con la idea que se vincula con los códigos que impone una época. Estos chocan con las maneras personales de ver y sentir las relaciones interpersonales, aquellas que generan vínculos entrañables y que la sociedad y sus reglas, impiden el florecimiento de relaciones amorosas, por ejemplo. Aquello lo digo a propósito de esa relación que la genera Marcos Tejo con Jazmín, y ya dije mucho. Marcos cruza todos los límites establecidos por su sociedad. Pareciera que no se hubiese dado cuenta. Atravesar las barreras, y no darse cuenta que hay ciertas cosas que no puedes hacer; o simplemente vaciar tu mente de reglas y limitantes, para vivir lo prohibido, también es un ingrediente importante en esta novela. 

El libro, que es un llamado potente a la reflexión, a nuestro juicio, te puede hacer pensar acerca de ¿qué se entiende por ser humano? Lo pregunto por aquellos que son criados, desde que nacen, para comida de caníbal, y por los caníbales de esta historia, que se dicen ser civilizados, es que también está dimensión de la obra es interesante. Por ahí aparecen unos carroñeros y una iglesia con su fé, que justifican la barbarie que describe la novela. La cabeza de Marcos ¿es humana? Ella no está socializada ni tampoco educada o instruida, en definitiva no tiene la capacidad de hablar, no posee lenguaje. Jazmín, bajo esta lógica, no puede tener intereses, ni tampoco comunicar sus ideas, no es una persona y carece de la esencia humana que le otorga el movimiento a la razón, o sea, la palabra. 

Esta novela tiene de todo o casi todo. Es una ficción distópica que funciona con el sustento de un conocimiento literario de la realidad; de cada uno de los mundos posibles, e interacciones que se dan entre los personajes. También, encontramos una lógica fordiana en la producción de carne humana que despoja de toda dignidad al prójimo, que te podrías estar comiendo si fueses un personaje más de este relato. Por otra parte, el discurso oficial que permite la barbarie no tiene perdón, ni contemplación alguna con los otros, las cabezas, que son consumidas sin escrúpulos, ni moral, ni sentido de la compasión. Miserables, diría Victor Hugo. La estratificación de las clases sociales es una impronta potente en esta obra, que redunda en el uso del lenguaje como herramienta de orden social por parte de aquellos que ostentan el poder. Y, que no se nos olvide, que hay un tema esencial en la obra. ¿Se dieron cuenta? Muerte y dinero. Pero, por sobre todo está la muerte que vive de los mataderos, esa muerte que sirve para que sobrevivas, porque necesitas comer o si no, enfermas y mueres. Ingerir proteínas humanas, si no piensas por ti mismo, si aún no eres mayor de edad diría Kant, sonaría una buena opción para un asado a la leña. Pero me preguntó: ¿hacia dónde vamos? ¿Vamos hacia la muerte del hombre ante la imposición social del poder? Pareciera que vamos caminando a pasos de gigante hacia un mundo cada vez más violento, donde todos somos vulnerables, unos más; otros menos, pero todos a fin de cuentas. Me conmueve cada vez más, la cultura de la violencia y el mal trato que cada vez crece más. En el fondo, si nos comemos al prójimo por deporte, ¿cómo estamos pensando a ese otro? 

Para mí, en el fondo la violencia que proyecta la obra se relaciona profundamente con el capitalismo feroz en el que se vive actualmente. Tal vez ésta pueda ser la lectura más válida de la obra, que pueda hacer en estos momentos. Pero quizás la lectura más honda que pueda construir de este libro, es descubrir en sus páginas, en su lectura gozosa y meditada, que el lenguaje es un elemento de credibilidad, de verosimilitud que necesita esta distopía, porque la única palabra que no leerás en este libro y que en el mundo de Marcos Tejos está prohibido, es la palabra “canibalismo”, esto ya nos dice todo o casi todo acerca de cómo el conjunto social y su discurso validado por el consenso general y los grupos de poder, te dicen lo que es bueno o no. 

sábado, 10 de mayo de 2025

Han y la agonía del amor


El libro de Byung-Chul Han, La agonía del Eros, es un fuerte ejercicio reflexivo que pone énfasis en la crítica punzante al neoliberalismo, en cuanto éste visto como eje responsable, de que la sociedad contemporánea, vive una fuerte crisis de tipo narcisista, de transparencia y de sobreexposición, que desemboca en que el Eros–esa fuerza indómita de la naturaleza– entre en una agonía lenta y doliente. Este libro está dividido en siete capítulos, que abordan conceptos importantes para comprender la tesis que plantea el filósofo. La sociedad contemporánea, obsesionada con los puntos que mencioné como elementos de la crisis; es para Han el declive y la muerte del Eros al eliminar al Otro en su dimensión de diferente, lo que sería fundamental para la experiencia erótica. El filósofo en este libro nos advierte que la falta de negatividad (que tiene un significado filosófico en este contexto), que es propia en el encuentro con esta diferencia se traducen en relaciones más superficiales, autorreferentes, carentes de profundidad y del misterio que son propias del Eros. 

Los palos que pega el surcoreano

En esta sociedad actual se está perdiendo la capacidad de relacionarse con el Otro, nos dice con fuerza Han. Se comienza a negar a ese Otro en todos sus aspectos más distintivos como persona, lo que se traduce en un aislamiento y en la confirmación del propio yo como elemento único en la vida del hombre. En este libro del catedrático y reciente galardonado con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025, aparecen sus conceptos claves, de otras obras ya publicadas, tales como: el sujeto que se explota a sí mismo (la sociedad del cansancio 2010) a través de la lógica del rendimiento. Acá se erosiona el Eros potentemente. Los palos al internet y su sobre exposición permanente (La sociedad de la transparencia 2012), en la versión de las redes sociales y otras actuales; es lo que se pueden asociar perfectamente a una desaparición del misterio y la negatividad del Otro. En este sentido, es como si nos quisiera decir el autor, que en nuestra era digital cada vez estamos más lejos del otro y que no tenemos una fuerza vivificante que nos conecte con ese Eros que se disuelve. 


Esta es una sociedad del rendimiento que sólo nos imprime la idea de rendir bajo cualquier lógica. Todo es susceptible a ser consumido, y en ese sentido, las relaciones entre las personas se transforman en meras transacciones. Nos transformamos en meros objetos que podemos ser consumidos para el goce y deleite de la satisfacción inmediata. Consumir y desechar al Otro, es otro aspecto de erosión, que aniquila la profundidad y duración del Eros en esa interacción humana. Bajo esta lógica argumental llegamos a la crítica a la pornografía como la anitítesis del Eros. Es así como en esta línea, Han, plantea que el capitalismo incrementa el progreso de lo pornográfico en la sociedad, ya que todo es expuesto como mercancía. Esto es profanar al Eros, lo cual se realiza como desritualización y desacralización, lo que lleva como consecuencia una conversión en porno al Eros. 

No todo en este libro, respecto al Eros y su agonía, debe ser entendido en términos románticos o sexuales. Es de esta manera, cómo el autor de la sociedad del cansancio, nos muestra una conexión entre el Eros y el pensamiento; es acá otro aspecto interesante de la obra. En cuanto a esta conexión que hace el autor, es importante destacar que el Eros y su agonía, se deben entender como esa falta de pasión y creatividad que se ha ido perdiendo en el desarrollo de las artes y del pensamiento humano. Esa capacidad de salir de uno mismo para encontrarse con la alteridad, y desde allí, potenciar aspectos creativos nuevos e innovadores y generar otros aspectos de lo erótico, que se han ido difuminando actualmente. Byung-Chul Han, nos advierte que este fenómeno se está dando en el pensamiento, la literatura y el arte. No hay una capacidad de ir más allá de lo conocido y explorar nuevas ideas. En consecuencia, esta agonía, también, es una agonía del pensamiento creativo y crítico, que ha perdido la brújula de la pasión de Eros.

Concluyendo esta breve reseña, establecer es meritorio, que el surcoreano-alemán nos alerta muy bien respecto de lo que nos está sucediendo como sociedad en este sentido. La alarma se encamina a la visión de una sociedad cada vez más dominada por el narcisismo y enferma de pérdida del deseo, en el sentido filosófico que plantea Han. Los individuos se vuelven progresivamente incapaces de relacionarse entre sí e insiste, el filósofo, en la necesidad de recobrar la capacidad de poder decir que no. También se destaca categóricamente que en nuestra época la hipertransparencia, el hiperconsumo, el exceso de información y la positividad son los elementos que nos conducen a una sociedad del cansancio por excelencia. "La agonía del Eros" aplica rigor analítico y enfoca las críticas más amplias de Han sobre la sociedad del rendimiento, la transparencia y el narcisismo al ámbito específico de las relaciones eróticas, mostrando cómo estas dinámicas contemporáneas están transformando y, en su opinión, debilitando la experiencia del Eros y por ende del amor en el sentido más puro y humano posible.

jueves, 1 de mayo de 2025

El reinado del narco

 Matan a un cabecilla narco en Chile, evidentemente fue un ajuste de cuentas. Todos en la población se alertan. Algunos no saben quién pudo haber disparado. En la “pobla”, y en los círculo cercano al difunto; todos se ponen en movimiento para cobrar venganza, para sepultar al líder. Se alistan los preparativos para el funeral. Obviamente, todos aquellos que conocían al guatón mutema, tienen que estar en su despedida. No tan sólo porque era el jefe máximo del narcotráfico en Quilicura, y quizá, en qué otros lugares también tenía jurisdicción, sino por cariño al man. A él lo querían, lo estiman sus vecinos y clientes. Lo lloran, eso es seguro. El guatón se preocupaba exclusivamente de mantener contentos a los vecinos y darles todo aquello que necesitaban y de hacer moneas, obvio. 


Nadie entraba a los dominios del guatón mutema sin que él no lo supiese. El cacique de la pasta base y de otras drogas, no permitía ningún tipo de delito en el territorio que controlaba; siendo así una suerte de sheriff local, que imponía su propia justicia. Sus testaferros movilizan recursos y despliegan logísticas sofisticadas para conseguir un ataúd completamente de azul, dado que el líder es fanático de la U. Los postes de luz y los frontis de muchas casas, están pintados de azul y rojo, porque todos debían ser chunchos en el barrio. El mutema se preocupaba, pues sabía que el Estado no llegaba a la pobla, y eso era imperdonable porque afectaba a su gente. El dinero y su forma para conseguirlo a gran escala, era sólo un medio para conseguir la comodidad de todos.

Cuando acribillaron al patriarca narco, los familiares y amigos lo llevaron al SESFAM para resucitar al monarca de los G’s. Ante la impotencia de los funcionarios de la salud para devolver a este mundo al moribundo; su séquito entra en furia y “revienta” la infraestructura hospitalaria, y la atención de vecinos que ese día tenían programada consultas médicas, se vio interrumpida de golpe. Siempre pagan justos por pecadores, dirían ciertos pastores evangélicos dominicanos, con euforia y estrépito en sus voces. La opinión pública alega, se enfada, se indigna pero la pataleta narco continúa. La prensa cubre por todas partes el sepelio. “Es un hecho de connotación nacional” le dice un periodista a un narco, mientras van ambos en sus respectivos vehículos, a velocidad considerable en la procesión rumbo al cementerio. La voz del profesional de las comunicaciones se siente tensa, nerviosa. “Oee, sapo culiao, esto es de nosotros, wuomm. Virate cochino culiao o te mandamos a los cabros”. La amenaza fue categórica y no me merecía pensarlo dos veces. Las cosas se dieron así. La fuerza del hampa se impuso y el Estado, agachó el moño. Y las instituciones se subyugan de una forma brutal ante la presión delincuencial. La muerte del narcotraficante, conocido en el mundo de los bajos fondos como el “guatón mutema”, tuvo más cobertura de la prensa chilena, que la muerte del Papa Francisco, que en paz descanse. ¿Qué más paradójico, que ver a los Carabineros de Chile escoltar un funeral de narcotraficantes por las calles de la capital del país, sin que nada se pueda hacer? Los hampones estaban en su salsa: regaron el piso de flores mientras otros criminales, que seguramente tienen un prontuario extenso a su haber, cargaban el féretro a su lugar final, mientras los que iban en el tumulto más atrás, fuman hierba, jalan tusi o cocaína y beben alcohol sin prisa alguna y rodeados de una pena sorda y seca.

Pero el guatón mutema, que había salido de la cárcel hace muy poco tiempo, cuando se enojaba era terrible. Mandaba a secuestrar a cualquiera y no medía consecuencias. Puede que esto que digo sea al revés, en todo caso da lo mismo. El cuento es que esta gente, ¡fíjense!, pagaban fianzas ¡millonarias!, por rescatar a sus hermanos en apuros. ¡Me impacta todo esto!, jajaja (risa nerviosa). O sea, un nivel en el desparpajo ya increíble, insuperable. Un hombre horneado, que ha trabajado honestamente toda su vida… ¡uf!, en fin. Ya descansa en Paz el guatón que paralizó a los matinales y a la TV chilena, que suspendió clases en las escuelas del sector, que cortó el tránsito el día de su funeral, que utilizó a muchos carabineros como escoltas, que generó que artistas urbanos viralizaron sus condolencias flaites por las redes, y que su hijo lo llorara desde Miami y por internet, mientras crea por estos días, música con mucho flow y estilo. Así es la vida. 

Para consuelo de los consumidores de Quilicura, no se preocupen cabros, porque lo más seguro que pronto habrá otro “guatón mutema”, que ocupará, muy feliz, el puesto de Carlos Humberto Acevedo Ramírez, el rey absoluto del narcotráfico, que hizo su voluntad hasta en el día de su funeral; por medio de sus fieles cortesanos, que no dudaron en despedir a su llorado guatón con todos los honores que la ocasión ameritaba. 


PD: ¡La carroza del guatón estaba tapizada en marca!

viernes, 25 de abril de 2025

Céline y su viaje por la noche

 Fue un descubrimiento surgido de la nada. Es como si algo me hubiese llamado a la lectura de esta novela. El misterio a veces surge espontáneamente como lo hacen las nubes que cruzan los cielos y, realmente para mí, el cómo llegó la idea de leerla, fue un misterio total. A veces, las nubes vienen negras y oscurecen el panorama, por lo cual hay que tomar precauciones para seguir viviendo. Y cuando cae la noche, habrá que buscar un lugar donde refugiarse y encontrar un corruelo que nos asegure el pan y el techo de cada día. Cuando viene la urgencia de escapar, de huir de los peligros, no hay que pensarlo dos veces. Esto y muchas otras cosas me han hecho pensar "Viaje al fin de la noche" de Louis-Ferdinand Céline, escritor francés que alcanzó a vivir parte de su infancia a fines del siglo XIX. 


Hay varias cosas que se pueden mencionar respecto a esta novela. Vamos por parte y no nos apuremos. En primer lugar, Céline logró conciliar la palabra escrita, el ritmo, la riqueza sonora y el calor de la oralidad del francés en sus escritos. Probablemente, el que sepa leer francés sabrá apreciar este aspecto que menciono. Es en ese idioma donde nos percatamos en profundidad de la musicalidad de ese argot y registros coloquiales, abundantes en la obra. Asimismo, hay que destacar que Céline es un revolucionario literario, entre otros atributos que iremos mencionando, porque el uso de ese argot, una sintaxis novedosa y transgresora, ese traslado de la oralidad a la palabra escrita, hace que las traducciones, por ejemplo al castellano, logren un tono original. 

La novela comienza con una frase que a primeras, no se capta para dónde quiere ir, a lo que se refiere; pero que a medida que te adentras en la lectura, vas captando su significado más profundo. La primera línea que leemos dice: "La cosa empezó así...". Como decía, esa "cosa" es en el fondo la gran noche que debe recorrer Bardamus, el protagonista que nos cuenta esta historia. Y la cosa empieza así: previo a la Primera Guerra Mundial, en un café-bar de París se encuentran Bardamus y unos amigos y amigas, y de pronto, ellos ven pasar un desfile de soldados. Este hecho provoca en el protagonista un arranque de idiotez y chovinismo (quizás) enlistándose en el ejército. Avanzada un poco más la historia, y ya en el frente de batalla, el protagonista nos describe el horror de la guerra en las trincheras. Y es en esta parte donde afloran las decisiones y reflexiones de Bardamus, respecto de distintos temas. La muerte, la vida, la cobardía, la soledad, el amor, el dinero y la codicia, serán los grandes temas que aborda esta obra literaria, entre tantos más. Hay que hacer notar que, en cuanto a la cobardía, el protagonista, no vacila en declararse un cobarde en pro de su vida, porque él sí sabe lo que quiere: «¡Oh! ¡Usted es, pues, completamente cobarde, Ferdinand! ¡Es repugnante como una rata!—Sí, completamente cobarde, Lola, rechazo la guerra y a todos los hombres que contiene, no quiero tener nada más que ver con ellos, con ella.» Aquel que pueda apreciar bien esta parte de la cita, en el libro, podrá entender cómo Bardamus (el alter ego del autor), privilegia estar vivo en vez de estar muerto en una trinchera. Acá llegamos al momento de deserción. El protagonista abandona el ejército. 


Llega el momento de viajar para Bardamus. El destino es África en las colonias francesas. En este lugar, Bardamus, conoce la crudeza de la geografía africana. Con agudeza y sin anestesia, se describen las peripecias del protagonista con las fiebres que lo aquejaban y su relación con los aborígenes locales. Los funcionarios franceses de estas colonias, se muestran corruptos hasta el nivel de ser proxenetas, entre otras cosas. Luego de esta etapa africana, Bardamus, se escapa del continente negro, donde experimentaba la soledad del aislamiento geográfico. Llega a EE.UU, a la ciudad de Nueva York. Acá se vuelve a encontrar con Lola, pero con consecuencias no muy agradables para ambos personajes. Es en el país norteamericano donde encuentra trabajo en la industria automovilística de Ford. A nuestro juicio, esta parte de la novela es una de las más interesantes, puesto que se manifiesta una crítica, bastante evidente, contra el fordismo y el capitalismo. Cuando Bardamus encuentra una oportunidad de trabajo en Ford, en el momento de la entrevista laboral, es ninguneado por el entrevistador, al manifestar el protagonista que tenía ciertos estudios de medicina; sin embargo, la respuesta que recibió fue certera: "No te van a servir de nada aquí los estudios, chico! No has venido aquí para pensar, sino para hacer los gestos que te ordenen ejecutar... En nuestra fábrica no necesitamos a imaginativos. Lo que necesitamos son chimpancés... Y otro consejo. ¡No vuelvas a hablarnos de tu inteligencia! ¡Ya pensaremos por ti, amigo! Ya lo sabes." Esta es una respuesta descarnada, deshumanizada, sólo se existe en ese sistema para ser un número más y producir como una máquina. Luego de esta etapa norteamericana, el protagonista y narrador, vuelve a Francia para ejercer su profesión de médico en un pueblo cercano a París. Se podría decir que Céline, acá, nos muestra las dos caras del París de los "locos" años veinte: el rostro de los pobres y de los ricos. Ambos grupos humanos muestran sus vicios y virtudes, pero lo que en el fondo se destaca, es la miserable moral de la sociedad occidental. El autor, en este sentido, es un cronista de la decadencia moral del hombre occidental del siglo XX. Esto es lo que nos hace pensar que esta obra es una novela de pensamiento, de reflexión por antonomasia. Los valores humanos, bajo esta lógica, se encuentran oscurecidos por la noche, esa noche de la guerra y su devastación. 

Se podría creer que la gran tradición de la novela francesa sería la novela de aventura, no obstante, con un poco más de análisis, se podría decir que esa tradición es más bien moralista. El autor da vuelta esta tradición, mostrando las flaquezas y obsesiones de las personas. En definitiva los aspectos más repugnantes del hombre actual. La sociedad de la posguerra de 1918, ha sido arrasada también en el plano moral. Está destruida Europa desde sus mismas bases: la moral de los hombres y mujeres que componen esa sociedad. De alguna forma se asoma la interrogante: ¿qué significa el viaje al fin de la noche? La noche es la destrucción cultural, por consiguiente, devastación moral, de toda la Europa de los años veinte y en adelante. Este viaje es un tránsito hacia el pesimismo de la cruda realidad del hombre actual. Hay en la voz del narrador un desencanto absoluto respecto del mundo y sus dinámicas. También se aprecia a las personas en su faceta de hipócritas; ora preocupados por el qué dirán, ora urgidos por conseguir bienes y riquezas, por lo cual están dispuestos a todo. Bajo esta lógica, la novela es un registro descarnado. Hay en la novela un disparo de las percepciones, por ejemplo cuando sucede lo siguiente: "Quise examinarla, pero perdía tanta sangre, era tal papilla, que no se le podía ver ni un centímetro de vagina. Cuajarones. Hacía «gluglú» entre sus piernas como en el cuello cortado del coronel en la guerra. Me limité a colocarle de nuevo el algodón y a arroparla." Evidente es el viaje neurótico del protagonista, hacia los días de la guerra y su crudeza.

La mirada ácida del autor me impresionó bastante. Creo que lo que proyecta la obra, es una cosmovisión de la vida cínica, en el buen sentido de la palabra. Esto quiere decir que el autor, viendo la hipocresía del mundo, de la sociedad, decide tomar una moral personal, individual, que puede parecer una moral antisistémica; pero es la que le sirve para moverse en este mundo tan rata, que es nuestra sociedad, en resumidas cuentas. El ver y mostrar el mundo corrompido, ya podrido, es lo que realmente nos hace pensar que el autor es gran moralista; es el que retoma esa tradición de la hablaba anteriormente. Lo que nos deja la obra, a nosotros sus lectores, es que Bardamus hace un viaje personal al final de esa noche oscura. Nos dice que como sociedad no se aprende y que volvemos constantemente a cometer siempre casi los mismos errores. La verdadera literatura pasa porque nos toca una fibra, que viene desde muy atrás; es en el fondo, ese descenso, esa caída o esa condición de caído, lo que nos puede llevar a un resurgir. Lo que nos da Céline es el miedo, el terror, esa voz del narrador que nos sumerge en sus reflexiones existenciales y pesimistas, pero verdaderas en su sentido cotidiano y realista. Así es la cosa. Acá, vuelvo a decirlo quizás con otras palabras; lo que hace el autor es llevar a cabo una profunda crítica a la esencia de la humanidad misma. El mundo humano está vacío en un mar de indiferencia. La obra nos muestra, además, cómo el progreso humano se alimenta de la miseria que experimenta la gran mayoría. Hay un nihilismo extremo. Hay un camino y un destino que no se diferencian. No se puede confiar en el prójimo, en otro ser humano. Es triste si lo pensamos seriamente. 

Para finalizar, sólo mencionar que este autor me ha sorprendido con creces y me ha gustado mucho esta primera obra que leo de él. Busqué un par de cosas respecto de su oficio de escritor y me pude dar cuenta que Céline; poseía todo aquello que pertenecía a la vanguardia de su época: sentido de la misión (como buen moralista sin filtros), dogmatismo (podría ser), ambición por el diagnóstico social (su mirada pesimista de la sociedad), su enfoque estético revolucionario (su argot, oralidad-escritura y sintaxis) y, por último, la pretensión de hacer cumplir su cosmovisión a través de una obra demoledora. Louis-Ferdinand Céline, influenció a grandes de la literatura; ejemplo de ello son: Samuel Becket, William Burrows, Henry Miller, Charles Bukowski, Jan Jenet, Gunter Grass, Jack Kerowak, y por supuesto a los poetas beat. Demás está decir que la obra cuando fue publicada en 1932, obtuvo grandes premios y consideraciones de la crítica. Finalista del premio Gonkurt y ganador del premio Prix Renault el mismo año que publicó su obra. Lo cierto es que algunos habrán querido desacreditar al autor y su trabajo, por sus comentarios antisemitas, sin embargo, en esta obra no se puede apreciar nada de aquello. Ante lo cual, lea la novela, le dejará más de alguna reflexión. Recomendable totalmente.

martes, 8 de abril de 2025

Ascensión de fin de año


Despertó como de costumbre antes que sonara el despertador, se puso atento para apagarlo cuando comenzara el ringtone; había dormido mal y sentía cierta pesadez en su cabeza y producía un silbido al respirar. Apenas sonó el despertador lo apagó y se metió en el baño; cuando se miró en el espejo para lavarse los dientes se impresionó, no podía creer lo que veía, era su rostro casi desfigurado por un bulto que nacía en su mentón y abarcaba todo el costado izquierdo del cuello. Se palpó la hinchazón, no era dura, pero tampoco era una inflamación normal, se dijo a sí mismo – tendré que pedirle permiso a doña Misericordia para ir al médico. Se duchó y comenzó a vestirse, cuando se puso la camisa se dio cuenta que el primero y segundo botón no podía abrocharlos por la hinchazón del cuello, menos pudo ponerse corbata. Salvó la situación poniéndose una bufanda, aunque ya era primavera, no podía presentarse en su trabajo con la camisa abierta.


Por cierto que llegó atrasado a su trabajo, entró casi corriendo al colegio donde trabaja y pasó frente a la ventana de la oficina de la directora, le hizo una especie de reverencia a modo de saludo, como respuesta obtuvo un gesto con la mano de doña Misericordia para que se apurara en tomar el curso. Su lugar de trabajo era oscuro, no porque faltara luz o fuera de construcción antigua; al contrario, la directora siempre se ufanaba de estar construyendo nuevas salas de clases porque estaban llegando más alumnos. Lo tétrico era el clima que siempre se percibía denso, pesado como un océano, profundo como un cielo estrellado. Los colegas luchaban entre sí para obtener la bonificación del empleado del mes, que era lo más esperado por los funcionarios. La envidia, los celos y la competencia eran la ley; muchas veces esta lucha era exacerbada por los comentarios de doña Misericordia para indisponer unos con otros. Aquellos que conseguían los mejores resultados académicos con sus alumnos, disfrutaban de la adulación –por cierto del dinero- y del reconocimiento de sus apoderados; quienes no, recibían el escarnio público, el repudio y peligraba su permanencia en el establecimiento.

Cuando entró a la sala de clases, sus alumnos comenzaron a preguntarle por qué andaba con bufanda si ya no hacía frío; cuando notaron el bulto en su cuello los cuchicheos entre ellos abundaron y fueron aumentando de tono. Tuvo que alzar la voz para hacer callar a su curso; fue agotador hacer clases esa mañana y con el esfuerzo que hizo para hacerse escuchar, empezó a enmudecer. En el recreo del almuerzo fue llamado a la oficina de la directora. Primero tuvo que dar explicaciones por su atraso al ingreso de la jornada, con el hilo de voz que le quedaba; le dijo que las razones eran de salud y estaban a la vista, obvió la parte en que estuvo largo rato tratando de ponerse la corbata. Tendré que pedirle permiso para ir al médico – le dijo a la directora; trate de pedir hora fuera de su horario de trabajo – le respondió ella, y agregó – en todo caso los tratamientos hoy en día son muy efectivos, Parrita, no se preocupe – de la boca esas palabras fueron vomitadas con un dejo sardónico; Nicanor, petrificado por dentro, la miraba casi sin aliento, y sin ningún argumento, miró a través de la vertical y angosta ventana de aquella oficina. Abatido salió de la oficina de la directora y notó que los profesores y alumnos que estaban en el patio lo miraban como bicho raro; a esa hora su estado ya era conocido por todos y los alumnos se referían a él como el Profe del Cototo; otros más crueles le llamaban El Pelícano.

Sólo pudo conseguir atención médica para una semana más, mientras tuvo que seguir haciendo clases; cada día le costaba más hablar hasta que enmudeció. Nuevamente fue llamado a la oficina de la directora, quien solo le dijo – trate de pedir licencia médica, así podré reemplazarlo. Por fin llegó el día de la atención médica; se presentó puntualmente en el centro médico; aunque tenía reservada la hora de atención, igual tuvo que esperar casi cuarenta y cinco minutos para que lo atendiera el médico. Fue llamado por el altavoz a la consulta tres, entró y un médico con cara de cansado comenzó a hacerle preguntas, que apenas pudo contestar por su problema de voz; luego comenzó una examinación táctil y visual, le palpo el tumor y le hizo abrir la boca alumbrando su cavidad bucal con una lamparilla; no decía nada, solo movía la cabeza de derecha a izquierda y viceversa. El médico terminó de examinarlo y se sentó a su escritorio para escribir en el computador, sin decir una palabra. Luego imprimió varias hojas y recién comenzó a hablar, - se tiene que hacer estos exámenes- y le entregó varias hojas con órdenes de examen médico; luego comentó – no puedo aseverar nada hasta que vea el resultado de los exámenes, pero mi experiencia me indica que esto está serio, por otra parte no puedo darle licencia médica hasta que tenga un diagnóstico. Nicanor abandonó el centro médico más apesadumbrado que nunca.

Como no le dieron licencia médica tuvo que volver a hablar con directora y ante la imposibilidad de hacer clases, ésta con cara de disgusto lo asignó a la biblioteca para atender pedidos de libros, fichar nuevos libros y volver a empastar aquellos que estaban deteriorados; otra parte de su jornada la dedicaba a registrar asistencia en los libros de clases y completar estadísticas. Hasta ese momento su estado era una ola de rumores entre el personal, aunque sus estudiantes deducían no con mucho esfuerzo que su fin no estaba lejos. Cada día lo veían más demacrado y el cansancio se notaba en sus gestos. Sus más de cincuenta horas semanales lo fueron acabando poco a poco, hasta el punto que su misma indumentaria se veía ajada. Un profesor insidiosamente le preguntó por qué se veía como un Quijote vagando por valles y colinas, Nicanor solo contestó - ¿qué te parece mi cara abofeteada?; el profesor, que al parecer no entendía mucho de figuras literarias, tomó literalmente la respuesta de Nicanor y le espetó -¿quién te propinó la cachetada? Nicanor miró atónito a su interlocutor, evitó hacer un comentario ante la falta de perspicacia de su colega y siguió registrando la estadística de los alumnos que habían cometido alguna falta durante la semana.

Los rumores no se dejaron de escuchar desde ese momento en la sala de profesores y en el pequeño comedor donde almorzaban; una profesora, que siempre se jactaba de estar muy bien informada, afirmó que la directora, ante la evidente ineptitud de Nicanor, había propinado tal cachetada en el viejo rostro del profesor, que ésta se había escuchado hasta en su sala de clases; dicho esto, la profesora miró los rostros embobados de sus colegas y lanzó una estentórea carcajada.

Cuando Nicanor supo de la versión de la profesora, que a esta altura se había transformado en la versión oficial de un hecho que nunca había ocurrido, reflexionó – cuando las personas quieren creer sin tapujos ni barreras, sólo la fe ciega los sustenta. Todo este ambiente con sus colegas produjo que Nicanor se volviera más hacia su interior; se refugió en los recuerdos de su adolescencia cuando los días eran luminosos y derrochaba juventud, recuerda aquella joven pálida y sombría que conoció en su pueblo cuando ambos despertaban a las experiencias fascinantes de la juventud que sin querer dejan huellas. La relación con ella fue de estricta cortesía, sólo palabras; puede que alguna vez la haya besado, pero quien no besa a sus amigas. Disfrutaba de la compañía de aquella joven melancólica que tuvo una inmerecida muerte y de la cual ya ni recuerda el nombre, por eso la nombra como María.

Los exámenes médicos confirmaron las sospechas del médico y los temores de Nicanor. Fue sometido a una cirugía para extirpar el tumor y posteriormente a un tratamiento de radiación. También tuvo que atenderse con un oftalmólogo porque su visión estaba muy deteriorada. Después de una larga licencia médica, en la que además tuvo apuros económicos porque el Compin rechazaba las licencias médicas y las que aceptaba, demoraba en pagarlas. Ya recuperada su voz y superado el tratamiento, con sus lentes de marco negro, cristales gruesos como lupa y su aspecto de espantapájaros, se presentó Nicanor en el colegio para retomar sus clases. Sus colegas al verlo comenzaron a murmurar respecto de los lentes y de qué le habría pasado en la vista. Realmente esos marcos son muy feos y no le vienen a su rostro demacrado, dijo una profesora que era la esteticién entre sus pares y que siempre marcaba la pauta de lo que había que vestir. Por su parte, los alumnos felicitaron a Nicanor por su nueva adquisición y lo animaron a sentirse bien consigo mismo, aunque sabían del aspecto ridículo que adquirió con aquellos gruesos lentes. A la semana de haber vuelto a trabajar sobrevino en el patio del colegio un conato de pelea entre dos alumnos que luego se transformó en una trifulca generalizada; Nicanor que se encontraba justo en el centro del patio conversando animadamente con un pequeño grupo de alumnos sobre un gaucho argentino que deja la ciudad para hacerse cargo de una estancia en la pampa, se ve envuelto en esta tromba en que se había transformado la pelea, trató de intervenir para parar el altercado pero fue arrastrado por la masa; perdió el equilibrio y en la caída perdió sus lentes que fueron pisoteados.

Como no contaba con los recursos necesarios para reponer inmediatamente los lentes, Nicanor tuvo que hacer clases esforzando su vista. Un colega que animaba la conversación en la sala de profesores durante los recreos con sus chistes repetidos y sin gracia, le preguntó a Nicanor cómo había llegado a estropearse tanto la visión; solamente me los he arruinado haciendo clases, con la mala luz, el sol y la miserable luna, a tal punto que a tres metros ni siquiera reconozco a mi propia madre, respondió Nicanor, ¿pero no habías contado que tu madre había fallecido hace años?, preguntó una profesora mientras le mostraba a otra un catálogo de ventas de perfumes. El resto de los profesores se volvió a sumir en la revisión de sus computadores personales.

Llegó el fin del año escolar y a Nicanor le correspondió hacer el discurso para despedir a los alumnos que egresaban en la ceremonia de licenciatura. Aquel día Nicanor se presentó con un aire renovado, su piel estaba tersa y firme, su postura ya no estaba encorvada y su voz retumbaba con el vigor de la lozanía. Las palabras que Nicanor dirigió a sus alumnos estuvieron enmarcadas por la solemnidad, destacó que tal como ellos, él también fue joven, tuvo sus mismos sueños, fundir el cobre y limar las caras del diamante; los alumnos emocionados por las palabras de Nicanor, vieron como a medida que avanzaba el discurso la figura de su profesor crecía para luego levitar y finalmente lo vieron perderse por sobre el edificio del colegio y aseguran los que presenciaron aquella ceremonia haberle escuchado pronunciar el nombre María.


R.L. y F.C.


sábado, 5 de abril de 2025

Los infinitos libros de Irene

Recuerdo que cuando era un niño de diez años aproximadamente. Mi abuelo tenía muchos libros en su departamento, los cuales tenían lomos hechos con género, eso me llamaba la atención, porque sentía que esos libros eran hechos por sus manos y que venían de una época más antigua que la de él, en algunos casos. Aquellos libros de mi abuelo, luego de su muerte, han perdurado ya casi cuarenta y cinco años en el entorno familiar. También recuerdo los paseos de fin de semana a la plaza O’ Higgins en Valparaíso y a la feria de las “pulgas”, que se instalaba en el lugar. Allí se encontraban libros que se notaba que eran muy antiguos junto con objetos de otras épocas. Para mí los libros traspasan la barrera del tiempo, y no sólo porque el papel termina como alimento de polillas, sino porque las ideas o historias contenidas en el objeto-libro, que año a año acumula polvo y sus hojas se vuelven amarillas, evocan emociones, aprendizajes y tiempos mejores, entre muchas más cosas. Esas idas de fin de semana a la plaza a ver antigüedades y libros viejos, formaron de alguna manera mi identidad de lector. Descubrí la literatura y sus mundos, sus profundidades y vericuetos escondidos para aquellos que no la leen, y que, por lo tanto, no la pueden apreciar. Yo tengo la costumbre de leer diariamente y siento que sin los libros no tendría un puente para llegar a las ideas de los otros. Pero hay gente que aún se pierde de este bello tesoro, que es leer. Sé que para muchos, en estos tiempos, el libro y la lectura no son más que actividades prescindibles, aunque no se han dado cuenta qué tan bien les haría para mejorar sus dotes comunicativas, leer de verdad. Cuando Irene Vallejo dice que “los habitantes del mundo antiguo estaban convencidos de que no se puede pensar bien sin hablar bien”, tiene toda la razón al decir esto a través de la visión de los habitantes del mundo antiguo, respecto de la importancia de la lectura como actividad que nutre el pensamiento de los seres humanos. Hoy en día las personas casi no saben hablar y menos pensar. Les cuesta mucho entender un libro o un texto de unas cuantas páginas. Quizás esto gracias a la desidia o al actual imperio de la imagen, que rige la vida de millones. Para cualquier lector con amor a las letras; éste se dará cuenta inmediatamente, que este libro, que reseñamos acá, es un llamado de atención para girar nuestra mirada hacia los libros; y entender éstos, como la raíz o fuente indispensable del auténtico saber humano. Dice la autora que el sueño alejandrino de las bibliotecas infinitas y el saber sin límites son algo fundamental para el desarrollo intelectual humano. El papel, la imprenta, la curiosidad liberada de miedos y pecados, conducirán a los mismos umbrales de la modernidad. Estamos en esa modernidad ( o posmodernidad), y sin embargo, pienso que vivimos una época de la crisis del saber. Aunque en la actualidad tenemos un acceso inigualable a la información y, por ende a los libros, muchas personas se están perdiendo en la superficie de las cosas; viendo videos y más videos que sólo exploran lo jocoso, la moda chistosa del chascarro más atractivo, y que no aportan mayormente al desarrollo cultural colectivo. Es lamentable. 


Lo que hace Irene Vallejo, escritora, prensadora y filóloga española (nacida en 1979), que colabora con medios de comunicación; es que nos ha dado uno de los ensayos más aclaratorios y bellos del último tiempo respecto del conocimiento y del libro, como de su evaluación también. De esta herramienta llamada libro, que prolonga la memoria humana; habla y reflexiona la española en una danza de conocimientos acerca del tema, como pocos lo han hecho. “El infinito en un junco” es un ensayo hermoso acerca de la historia del libro, repito, el cual es un artefacto trascendente de la cultura humana, y que no ha sido superado, ni siquiera por la mejor tecnología de la actualidad. Hoy en día aún se siguen vendiendo en librerías ejemplares físicos de los textos, que en el fondo son los libros. Osadamente los podemos comparar con las Tablas de la Ley de Moisés. Nuestro tiempo de alguna manera ha perdido esa relación íntima que la humanidad mantuvo desde sus orígenes con el libro. Ese vínculo de perpetuidad del saber y de la experiencia humana, es quizáslo que hoy se ha perdido. Creo que es por eso que para la pensadora, Grecia y Roma, son los ejes fundamentales para desarrollar su obra. Sin duda, estas civilizaciones marcan el precedente del saber y la erudición del conocimiento, por antonomasia en occidente. Así nos adentramos en los vericuetos de la historia, para entender cómo surge la escritura y los libros y también el pensamiento humano. Civilizaciones, guerras, miedos, territorios, bibliotecas, incendios, personajes ilustres del saber universal, amores, envidias, ideas e imaginación, entre otros; son elementos transversales a lo largo de todo el bello libro de la oriunda de Zaragoza. Pensadores, poetas, trovadores, bibliotecarios, esclavos romanos, copistas de libros y muchas cosas más son retratados y puestos al balance de los tiempos actuales por parte de la autora. Esto nos permite tener una noción bien clara de las cosas que propone y entender hacia dónde camina la propuesta de este libro, que reseñamos a continuación.


El aporte griego

Vallejo nos ofrece un retrato vívido de la cultura griega, destacando su influencia perdurable en la historia del libro. El dominio heleno en términos culturales y civilizatorios, Irene Vallejo, lo plasma desde tres puntos inconfundibles: Alejandro Magno, la dinastía Ptolemaica y la influencia Helenística. Ya en las primeras páginas de este texto, encontraremos que la ciudad de Alejandría, en Egipto, será el gran pilar cultural que otorgará los cimientos de nuestra actual sociedad de la información. En la antigüedad surge la escritura, los papiros, los pergaminos y también las bibliotecas y el museo. En el libro editado por Penguin Random House Grupo Editorial en 2022, las explicaciones e interpretaciones históricas, etnográficas, sociológicas, literarias y filosóficas, son abordados por la mirada analítica de la autora; enlazando las ideas y hechos del pasado con aquellas cosas del presente (vuelvo a reiterar esta idea porque realmente es magistral, a mi gusto), que nos hacen comprender lo importante que es para el progreso humano. El libro, objeto inerte, cobra vida en la mirada del lector, desatando un diálogo eterno entre el pasado y el presente. Ése es el uso que se le debe dar y no un fetichismo estéril de coleccionista inútil, como ciertos monarcas del pasado hacían. Sin embargo, los bibliomanos, con ese afán de coleccionar (en todo caso no sé si la palabra “coleccionar” sea aquí la más apropiada. Todos somos de alguna forma coleccionistas de libros, lo confieso) libros, hacen algo fundamental para la creación y difusión del conocimiento; de la sabiduría versus el hostigante olvido que amenaza con borrar todo vestigio de nuestra existencia por este mundo. Escribir y leer son hermanos inseparables y su morada es el libro. Allí es donde se dan todas las posibilidades que pueda otorgar nuestro lenguaje humano e imaginación. Esta es la sensación que proyecta la lectura de esta gran obra de la española Irene Vallejo. 

En las grandes infraestructuras del pasado (tanto de Roma como de Grecia), se monta el escenario ideal que la autora nos entrega a través de palabras precisas y bien cuidadas, las cuales va tejiendo con maestría; y así la pensadora nos sumerge en épocas y culturas ya extintas para nosotros. Nos guía en los laberintos del libro y del tiempo. De esta forma es como nos hacemos la idea cabal de ese pasado esplendoroso y a veces contradictorio, que nos entrega esta obra respecto al libro y el saber humano. Con las hábiles manos de Penélope va tejiendo la española todo el traje textual que es este “infinito en el junco” que muestra a sus lectores. Sé que volvemos sobre esta idea, pero es fundamental: la gran Biblioteca de Alejandría, el Faro de Alejandría y el Museo, son como unos tótem para el conocimiento humano en general, y para los amantes del saber, por cierto. Serán, también, importantísimas estos “tótems”, para el desarrollo explicativo de las ideas que se exponen en esta obra. El trabajo que la autora nos entrega, está cargado de analogías hermosas, citando verdaderos próceres de las bibliotecas como lo fue Borges: “En un sorprendente anacronismo, Borges presagia el mundo actual. El relato contiene, es cierto, una intuición contemporánea: la red electrónica, el concepto que ahora denominamos web, es una réplica del funcionamiento de las bibliotecas". Estas palabras de la autora, aluden a aquel cuento de Borges llamado “La biblioteca de Babel” y nos sirve como metáfora para entender lo importante que fue la biblioteca de Alejandría para la cultura occidental. Este libro tiene ese sabor a ciudad cosmopolita. Esto por gracia y crédito del gran Alejandro Magno. Este personaje histórico es otro eje central, también; que permite entender cómo surge el pensar, la escritura y el libro. El relato o la explicación de la maratónica carrera por unificar todas las visiones posibles del pensamiento en un lugar reconocible e icónico como una biblioteca, fue el sueño del conquistador macedonio, que a la postre se cumplió de alguna forma y trascendió en el tiempo y pudo llegar a nosotros. Sueño que de alguna manera tiene eco en nuestros días con la figura todopoderosa y omnisciente de internet. Otro aspecto interesante del libro, se relaciona con las ansias del hombre por preservar el saber. Hoy la humanidad no sería lo que es, sin ese espíritu y curiosidad, que se gestó en los albores de la civilización occidental. En este sentido, la oralidad por cierto es rescatada por la intelectual española, dándole la importancia necesaria para entenderla como si ésta fuese una especie de bisagra entre el soplo de las palabras cuando se dicen a voz viva y los signos lingüísticos grabados en papiros, cortezas de árboles, con caligrafías excelsas y hermosas, tanto en madera o en cueros de animales. La biblioteca de Alejandría contaba con una cantidad de libros muy variado y enorme, que por distintos azares y tragedias de la historia fueron disolviéndose en las aguas de los tiempos. Esto nos condiciona de alguna forma para tener todo el espectro del saber del pasado, hoy en nuestras manos bajo la égida de la web. En ella (la Biblioteca) estaban reflejados todos los temas, todas las ideas y reflexiones, todas las miradas más avanzadas y punzantes del tiempo antiguo. Y esta ocurrencia es meritoria darle vueltas, y lo hace la autora, porque en el fondo es un punto de referencia insoslayable para entender la posterior trascendencia del libro, como objeto transmisor de cultura. 


El aporte romano

En la parte del libro dedicado al legado romano, encontramos que Vallejo, nos muestra esa actitud avasalladora de la cultura romana antigua. Eso de “aquí estamos nosotros, y ¿qué sucede?”. Ese dominar a través de la fuerza militar y del dinero, y, además, ellos queriendo siempre tener un sustento cultural, un relato que les dé sentido de cierto "chovinismo", que los haga destacar por sobre los demás pueblos; y así dominar y conquistar. Ése es el juego que jugaron los antiguos romanos y de lo cual se nos explica en esta obra. Lo más apropiado (para los romanos), nos cuenta el libro de la española, fue que los habitantes del Lacio imitaron a los griegos para encontrar ese relato que buscaban y que les daba el sustento para conquistar culturalmente, y que de esta manera los conquistados sientan que son parte del imperio, y que ni siquiera digan ni “pio”, y den gracias por ello. Así surge el afán por la cultura y el libro. Pero también conocemos que la esclavitud es mostrado como un elemento clave para entender el gusto de patricios y ciudadanos de alto nivel, por la lectura de libros en voz alta, por ejemplo, en aquella época y por aquellos lares. Los ciudadanos romanos no querían ser menos que los griegos cultos y refinados, por lo cual vuelcan sus ansias de sabiduría en la recolección de libros y copian obras, por medio de las manos de sus esclavos. La escritora nos va explicando y mostrando la importancia vital de aquellos seres humanos, confinados a la esclavitud en el imperio romano; a trabajos que eran considerados de baja estofa, pero necesarios o vitales para el desarrollo del imperio en términos del saber como sinónimo de poder. Así, los que se dedicaban a labores de educación, medicina y otras similares o inferiores, lo hacían siempre bajo el mandato de la esclavitud. Los “profesores”, por dar el caso, al impartir sus lecciones, lo hacían con severidad y rigor, llegando a niveles de extrema violencia que dejaban huellas en sus alumnos toda la vida. Quizás era la imitación de lo que ellos recibieron cuando fueron hechos esclavos, lo que aplicaron como método pedagógico. Algunos estarían bien contentos si volviesen “ciertos tiempos” hoy en día en el ámbito educativo, respecto de estos métodos. El libro también aborda el rol del lector en todo este cuento. Nos otorga Vallejo, a nosotros los lectores, con la claridad de una argumentación sutil y eficaz, que somos, a pesar de ser pocos, a lo largo de la historia, los guardianes de algo grande, pero desvalorado actualmente, creo. Siempre, el lector, ha tenido limitantes para sumergirse en las palpitantes letras escritas de un libro: ya sea la inquisidora visión de una iglesia omnipotente y castigadora; o el elevado IVA al libro de nuestros tiempos. En ocasiones, en ciertas sociedades antiguas como la de los romanos, un signo de distinción y de privilegio era saber leer. Hoy ya no es así. La filóloga nos comparte su visión respecto de aspectos casi desconocidos del lado B de la lectura y la escritura, en este necesario ensayo. Datos interesantes, reflexiones destacadas y profundas observaciones de este libro, se entrelazan con aspectos de nuestra vida lectora y libresca de nuestros tiempos. Esto nos provoca, como lectores modernos sobre estimulados, una comprensión más didáctica de las ideas e informaciones expresadas en esta obra. El libro de Vallejo, es en síntesis, una exquisita amalgama de datos, experiencias personales, biografías de personajes ilustres vinculados a los libros, conquistadores, dictadores modernos, libreros perseguidos, militares quemando ideas y ocurrencias propias de la autora respecto del tema central: el libro como elemento transformador de la vida humana y de la civilización. Todo se teje tan bien en este volumen, que cada elemento se encuentra en un equilibrio exquisito; todo en él está puesto en directa proporción de sus partes y componentes.

Fundamental es la reflexión que hace la autora al manifestar que “los libros tienen voz y hablan salvando épocas y vidas”. Esto me pareció muy importante, porque la lectura es una actividad que nos puede sacar del hoyo más profundo en que nos encontremos, sobre todo en términos psicológicos. Manifestar que la palabra escrita ha sido perseguida en todas las épocas, es establecer una verdad del porte del mismísimo faro de Alejandría, e incluso más grande. Muchos tiranos y dictadores han querido ir en contra de la palabra escrita, quemando y destruyendo ideas, experiencias y teorías escritas. De ahí que la española, menciona obras icónicas que detallan esta nefasta actividad; como lo es “fahrenheit 451” de Bradbury o “El nombre de la rosa” de Umberto Eco, por sólo mencionar un par de ejemplos. Uno de los aspectos de la lectura, como actividad intrínseca asociada a la palabra escrita y al pensamiento, que se destaca en el libro, dice relación con el paso del papiro al códice. Otro punto interesante de la obra de Vallejo. La filóloga, explica muy bien este aspecto, haciendo focos comparativos entre el libro moderno y las tablets, por ejemplo; pero siempre haciendo guiños al pasado, como cuando menciona a Marcial, aquel poeta romano del siglo I, que con sus epigramas jocosos, ensalzaba el uso del códice por sobre el rollo entre otras temáticas que tocaba en su poesía. Esto nos lleva al hecho de que la tecnología siempre se va superando a sí misma, constantemente. Esto sucedió más o menos así: el papiro sepultó a la tradición oral, el códice dejó atrás al papiro, la imprenta de Gutemberg masificó el conocimiento, y por ende, la cantidad de libros en manos de seres comunes y corrientes; y por último, internet rompió todas las barreras. Sin embargo, nos alerta la española, que aun así, la censura de los regentes romanos a obras que incomodan al poder, puede seguir viva hoy bajo otros rótulos y caretas. Hay que tener cuidado hoy en este sentido y quizás en todos los sentidos. No es posible que a estas alturas de la historia humana, existan libros y autores proscritos, como los hubo en el pasado. De que los hay, creo que los hay. De esto también nos alerta el infinito en un junco. 

Los libros son objetos mágicos, que de alguna forma transmutan vidas, formas de pensar, la moral e incluso la sensibilidad de los seres humanos. Si les damos la oportunidad, podemos encontrar en ellos, aquello que nos falta, eso que buscamos y que no encontramos en las pantallas; eso que está hecho de palabras y que nos ayudan, incluso, a encontrar el sentido de lo que vivimos. Porque las palabras son poderosas hay que ponerles atención. No en vano el Verbo es la mismísima divinidad en la Biblia. Desde las religiones hasta los científicos más concienzudos, metodológicamente hablando, de nuestros tiempos, se cobijan en el libro como el auténtico resguardo ante el olvido y la ignorancia. La memoria es frágil y por eso se necesita del libro como aquello que apuntala y refuerza nuestra quebradiza capacidad para recordar. Lo más bello de todo es volver una y otra vez sobre aquello que se nos escapa, ya sea por culpa del tiempo y su inexorable poder, o porque sencillamente se nos olvidó el dato que nos hace ganar cuando jugamos bachillerato. Es por esto que el libro es, como aquella ave que nos permite volar; es nuestro más fiel amigo, dado que no sólo nos acompaña en la evasión y la catarsis, sino que también da cabida a nuestras expresiones más íntimas y ayuda a expandir el límite de nuestro pensamiento. Así que, amigo mío, ya sabe: si quieres expandir tu mundo, aventúrate a abrir un libro. Sólo tienes que deslizar tu mirada sobre las letras y dejar que ellas bailen en tu mente y cultiven la fértil tierra de las ideas en ti. 

        



viernes, 7 de marzo de 2025

John Updike y su versión de Roger

       "La versión de Roger", libro de John Updike, escritor norteamericano. Es una novela que explora ciertas profundidades en las siempre tormentosas relaciones humanas. La novela cuenta la historia de un estudiante de computación, de una universidad ficticia norteamericana, que visita al profesor de Teología, Roger Lambert, con la credencial que conoce a su sobrina. El estudiante, que al parecer está recién graduado, busca la ayuda de este docente para conseguir que la universidad le otorgue una subvención para llevar a cabo la comprobación de la existencia de Dios, a través de medios computacionales. Éste es el argumento de esta novela, a grosso modo. Dentro de este marco argumental iremos conociendo la dimensión humana de cada uno de los personajes, que intervienen a lo largo del relato. 

Dale Kohler, es un joven especializado en informática, que se acerca al cincuentón de Roger Lambert, que a su vez, se muestra como un personaje desencantado con su vida conyugal y familiar. Ambos personajes se mostrarán como el reverso del otro. Si Dale es un erudito en temas científicos, computacionales y matemáticos; Roger hace lo propio en el ámbito de las humanidades, que maneja a la perfección citando a pensadores como Kierkegaard, Karl Brth, Jane Miller, y obviamente, la Biblia. Ambos personajes son la antítesis del otro, como decía, pero eso no los imposibilita para que tengan diálogos interesantísimos acerca de la existencia de Dios. Lo que sucede es que no llegan a ninguna parte en sus cavilaciones, porque se mostrará que estos dos personajes se enfrascan en una pugna silenciosa, para demostrar quién es el superior de los dos. Por lo menos, eso es lo que deja como impresión la relación de ambos personajes. Roger, que en sus inicios tomó el camino sacerdotal (presumiblemente cristiano protestante) se apartó de esta senda, dedicándose a la enseñanza de la Teología, en la misma universidad de Dale. Las razones de esta decisión no se presentan de manera explícita, sino que uno las deduce, dado que el docente de Teología, lleva en su ser cierta lujuria sexual reprimida, que sentía por su medio hermana desde la época de su adolescencia, lo que aflorará en él en alguna parte de la historia. 

          La novela se inicia con la visita del joven a la oficina de Roger para explicar su idea de probar la existencia del dios cristino, por medios científicos y tecnológicos, en este caso: la computación. Lambert, siempre se mostrará reacio ante la factibilidad del experimento de Dale, pero aun así, accede a ayudarlo para conseguir la subvención. Es que acá uno puede apreciar las ironías del autor ante el desarrollo de temas trascendentes, el entorno universitario (como si fuese ésta una novela de “campo”, que describe el ambiente y la vida de profesores, pero es un poco más que eso), teorías científicas y las relaciones humanas. A Lambert no le agrada la postura de Dale, respecto de comprobar la existencia de Dios. Para el académico, “poner una trampa a Dios para que salga de su escondite”, es jugar feo y desconocer el poder de la fe. Ambos personajes no se simpatizan, y eso queda claro en la novela. Roger nos cuenta esta historia desde su perspectiva, pero en cierta parte del relato, Lambert se muestra con dotes de omnisciencia, que a mi gusto, no es más que otra manera de ironizar que tiene el autor. Es aquí cuando nos enteramos de la infidelidad de Esther, esposa del docente, con Dale Kohler. Pero el asunto no queda cerrado en esta falta de fidelidad, Lambert también entrará en esa dinámica, con alguien que el lector tendrá que descubrir.   

         El libro dará a conocer cómo, la vida de personajes con cierta posición social, como lo es la de Roger, Esther, Richie, el hijo de ambos (realmente este personaje es casi terciario en su incidencia en la trama, aunque le servirá de cuña para su madre), tomará giros radicales. Paralelo a la descripción que hace Updike del ambiente social elevado de los profesores universitarios, se contraponen las condiciones de vida de Verna, la sobrina de Lambert (quien tomará relevancia en la historia), y de Dale Kohler, el modesto estudiante universitario. En este sentido, la fotografía que entrega el autor de los mundos sociales vulnerables de Verna y Dale, son de un cuidado especial y laborioso por parte del literato. Se agradece mucho, porque hasta las ropas son descritas con una precisión quirúrgica. Esto le permitirá al lector entender bien la distinción de mundos entre los cuatro personajes esenciales de este relato. Eso sí, son bastantes extensas estas descripciones, así que a leer y disfrutar de la lectura. La novela se hace también interesante, porque indaga en temas como el Big Bang; la Física Cuántica, el conflicto que hay entre ciencia y fe, la percepción y la naturaleza de la realidad, la tecnología y su impacto en la sociedad, etc. Se habla mucho de la informática y su lenguaje, incluso se le hace el guiño a la Inteligencia Artificial, siendo una suerte de visionario, John Updike; pensando que la novela fue publicada en 1986, época de Reagan en Estados Unidos, y en la cual estos temas estaban recién en pañales. Dato curioso: el autor ficciona, tanto la ciudad norteamérica en la cual se dan los hechos, como la universidad en donde trabaja Lambert y estudia Dale. Todo este desfile de saberes hace interesante esta obra y le da la sazón necesaria para que ésta sea verosímil al lector.

         


A mi parecer, lo más destacable y con lo que me quedo a final de cuentas, es la dimensión moral (en su calidad de dilema para Roger) que plantea este libro, y la reflexión en torno a lo complejo de las relaciones humanas. Sin duda los recuerdos y trancas sexuales de Lambert, la fe que comienza a perder Dale, lo ineficaz de su proyecto y su ilusión de un amor, que era imposible, terminan por derrotar al joven informático y muestran el abanico de problemáticas que deben sortear los personajes. Esto sería lo más interesante para este lector impune, quizás. En este sentido, la obra plantea preguntas interesantes para aquellos lectores que bucean un poco más mientras leen. Si Dios existe o no, y si Dale lo puede comprobar, son cosas que tal vez las explique el mismo Roger Lambert: “..., mirando hacia arriba, vi que el hecho que sigamos amando y honrando a Dios, por muchos golpes que nos dé, es tan glorioso como el silencio que Él mantiene para que podamos explorar y gozar de nuestra libertad humana. Ésta era mi prueba de Su existencia; veía hasta el techo implacable, …” No queda duda que de alguna forma, “La versión de Roger” invita a cuestionar los esquemas sociales y familiares, como también las creencias o a reafirmarlas desde una perspectiva humana y simple. Es, también esta obra, una puerta abierta por la cual nos podemos adentrar en ciertas profundidades del ser humano, que pueden reflejar más sombras que luces, más pasiones que templanza, más dudas que certezas. 



      

 


    




lunes, 17 de febrero de 2025

Comentario: El pez apocalíptico

 Hay muchos que se preguntarán ¿qué significa su presencia por las claras aguas de la superficie? Esta pregunta surge respecto de la aparición de un pez abisal llamado “Diablo Negro” o rape abisal, que fue visto cerca de la superficie próximo a las costas de Tenerife, en España. Se supone que este tipo de criaturas viven inmersas en las profundidades, y no es para nada común verlas aparecer por las zonas claras de la superficie. Este hecho ha generado en el internet y, obviamente, en las redes sociales, una serie de interpretaciones de tipo apocalíptico, que rayan quizás en lo ridículo. Se afirma en algunos Reels que la presencia de este visitante de la profundidades puede ser el aviso de calamidades venideras. Bajo esta lógica se han visto videos en los cuales, los creadores de contenido, manifiestan asociaciones entre un terremoto de 7,6 grados Richter, ocurrido en el mar caribe a unos 209 kilómetros de las costas de las islas Caimán (lo cual obviamente generó alertas de tsunami en varias zonas), y la aparición de este pez. 

¿Es posible que un hecho así, que puede tener diversas explicaciones racionales, se haya desvirtuado en su explicación por creencias religiosas de tipo cristianas, que auguran un fin de mundo inminente, vinculado con señales de este tipo? Parece que la respuesta es clara y no admite dudas: vivimos en una época en la cual la ley es la credulidad. Ese candor de entendimiento, de razonamiento ajado por una desidia galopante, a consecuencia de un desarrollo tecnológico que embruteció a toda una sociedad, en sólo un cuarto de siglo, haya hecho del ser humano una masa crédula y simplona, sin capacidad crítica alguna. Impresionante es, en este sentido, que la población haya perdido estas habilidades cognitivas rudimentarias para tratar de comprender e interpretar la realidad. 

¿Es posible atribuirle a los fenómenos naturales explicaciones religiosas o místicas? Para mí es difícil contestar a esta pregunta, ya que no soy el indicado, pero dejo la interrogante en el aire para quien se anime con ella. Para mí no es válido hacer este tipo de asociaciones, porque en el fondo, el asunto tiene múltiples causas racionales de las cuales sólo somos capaces de hallar unas pocas respuestas, y quedarnos con eso. ¿Qué le hace pensar a los agoreros del fin del mundo, que, efectivamente, este tipo de espectáculo que dió el pez Diablo negro (el que cabe en la palma de una mano), sea la señal esperada para decir que estamos en presencia del final de los tiempos? Así como este fenómeno del pez abisal, también se ha dado hace muy poco, que ciertos ríos en Argentina y Perú, sus aguas se han teñido de un rojo color sangre. 

Si todos estos fenómenos son reales desde la perspectiva bíblica, estamos sonados. Ahora bien, si son naturales, muy naturales, y tienen explicación lógica, estamos en presencia de la cuota de cordura que este cuarto de siglo del XXI necesita. Es que la paranoia ha ido creciendo exponencialmente con publicaciones de videos mostrando imágenes de las profecías de Nostradamus, que supuestamente se han ido cumpliendo al dedillo, según afirman los apocalípticos. 

Desde que supe esta noticia y ví las sobrerreacción y exageración que generó en las redes sociales, sentí que debía alzar mi voz y criticar esa postura crédula que abunda por estos días en las especulaciones de los pesimistas apocalípticos. Por otro lado, hay que revisar cómo la “opinión pública de internet” toma la noticia que habla respecto del asteroide “2024 YR4”. Actualmente la comunidad científica estima una probabilidad de impacto de no más del 2,3%. Hasta ahora es poco probable que el asteroide impacte efectivamente contra nuestro planeta. Por eso es recomendable mantener la calma y no sobrerreaccionar. Una noticia de esta magnitud, que tenga un asidero real, puede hacer colapsar todo; especialmente a los mercados, que son señoras histéricas. Para mí es muy curioso esto que está sucediendo, pero no descarto que tenga una explicación lógica. Si hay una salida mística, espiritual o religiosa, habría que ponerse a rezar. Sobre todo porque ahora se “sabe” que el animal marino llamado Leviatán ha despertado. Supuestamente esta criatura se encuentra frente a las costas de Chile. En fin, es increíble cómo este tema puede llegar a límites especulativos e interpretativos asombrosos. Lo único que nos queda por decir es que lo más bello y poético de todo fue esa ascensión del Diablo negro a la superficie para mostrar una realidad oculta a nuestro entendimiento práctico y materialista. Quizás su mensaje va más por algo simbólico, que cada uno de nosotros debe hallar, o sencillamente es un animal más que ha dejado de lado esta existencia, cumpliendo un ciclo que se ha perpetuado hasta el día de hoy. Lo cierto es que no podemos dejar de ficcionar los hechos de la realidad, y buscamos explicaciones que nos satisfagan esa necesidad. Éste es el mensaje que nos vino a dejar este extraño visitante de las profundidades: les muestro lo que ustedes quieran ver en sus propias profundidades. 


sábado, 8 de febrero de 2025

El barquito

De pronto estaba tranquilamente dando vueltas por el departamento y se me ocurrió entrar a la pieza más chica, aquella que quedó para guardar las cosas del pelado después de su partida. Allí habían muchos objetos amontonados que eran de él. Bueno, el tema es que entré a ese dormitorio y allí habían o hay todavía, muchas cosas que le pertenecían. Era un amante de las cosas del mar y de su folclórica representación mercantil que el comercio o los chinos hacen del océano. Le gustaba coleccionar pequeñas figuras relacionadas a los marineros, pescadores, sirenas, anclas y timones. Tenía también pequeños barquitos y todas esas cosas, que quizás le hacían evocar una pasión oculta y no concretada por los azares de la vida. Esas cosas estaban ahí, en ese lugar y acumulaban polvo, abandono y tiempo. El paso de los meses, carcomía todo aquello y eso me compadeció de alguna forma. Entonces, entré al dormitorio y vi un barquito muy pequeñito que era como una miniatura de un velero o chalupa; de esos que están siempre ahí en los escritorios, adornando las ideas de literatos románticos o de poetas anónimos. Tomé el barquito que era muy pequeñito, con muchos detalles muy realistas, y lo trasladé a mi dormitorio, y lo puse arriba de un libro, el cual está en una repisa en la pared. Lo ubiqué arriba del libro de Bolaño, aquel póstumo legado literario, 2666. Y bueno, lo dejé ahí con la intención de tratar de llevárselo alguna vez a mi hija. Pasaron los días y las semanas y el barquito seguía allí. Un día volví por esos lados y me fui a mi dormitorio. Para matar un poco el tiempo, me puse a leer un libro de Cortázar donde los personajes se ganan un premio y hacían un viaje en barco. Me fumé unos cigarrillos y de momento había terminado de leer el capítulo de la novela y decido hacer la cama, dejarla ordenadita; bien estirada como si fuese el catre de marineros en alta mar, bien hecha, porque después tendría que ir a otro lado, y no soy de los que dejan su dormitorio patas arriba. Entonces, en ese preciso momento, levanto la mirada y veo que el barquito estaba puesto arriba del libro de Bolaño, puesto en otra posición, pero no de forma horizontal como yo lo había colocado inicialmente, sino que dispuesto en vertical; apuntando la proa hacia la pared. Se encontraba totalmente en otra posición, eso me desconcertó un tanto. Eso me pareció extrañísimo. No sé qué pudo haber sucedido, ya que no lo moví; lo dejé de manera horizontal y de un momento a otro, mientras leía (es lo más seguro, ya que cualquier tipo de manifestación paranormal busca los descuidos, los momentos de abstracciones de las personas para operar, me imagino) cambia de posición, solo. ¿Solo? ¿Cómo era posible esto?


Quizás hubo una telequinesis involuntaria de mi parte, una suerte de autosugestión que predetermina la idea de que el barquito lo había movido yo, inconscientemente o que lo había puesto en horizontal, y que, como buscando una excusa para encontrar esa suerte de comunicación de inframundo con aquel que perdí hace poco, no lograba concretar. Quizás yo soy el que está equivocado. De una u otra forma, este duelo no cerrado existía en mí, y generaba esta sugestión, tal vez eso era.  

El barquito quedó alineado con el libro de Bolaño, como si el autor de La pista de hielo fuese una brújula o un astrolabio que guía su rumbo, allí puesto en el estante, para que navegue por las aguas de mi biblioteca. Mostrando su lomo a los lectores con un desparpajo insolente, quedó el barquito. Estaba así como si estuviese indicando el derrotero de una literatura que marcaba la senda de la derrota; de la vida que se quiebra ante la muerte, de ese recuerdo amargo cuando las cuentas no las cierras adecuadamente con las personas o necesitas más tiempo con los tuyos, para aprender a quererlos, antes que la Noche llegue y cierre los ojos para siempre. Pero cuando esos seres queridos parten prematuramente ya es tarde y todo se pierde irremediablemente y sólo quedan los recuerdos, sean buenos o malos, que de una u otra manera están condenados al olvido. Todas estas cosas, ideas vagas, se habían quedado fijadas en mi mente en el instante aquel, gracias a este hecho insólito, inexplicable y poco verosímil. Estuve mirando el barquito en aquella posición un tiempo más, sin animarme a pararme de la cama y volver a colocarlo como lo había puesto. Seguí leyendo un rato más hasta que sin darme cuenta me quedé dormido un tiempo indeterminado. 

La brisa era agradable y estaba despertando de una siesta que necesitaba. Sentía que el aire estaba cargado de una salinidad un tanto dulce, agradable melodía de sabores era esa brisa. Abría los ojos, más bien entornados, pero no los abría y, sin embargo, algo podía ver en esa penumbra nocturna: el cielo estrellado. Sentía el bramido del mar, peces que saltaban por sobre la superficie del agua. Algunos llegaban donde estaba recostado y me pegaban en el cuerpo. No tenía muchas fuerzas, no sabía muy bien el porqué, pero estaba consciente. Los peces dejaron de saltar; ya me había dado cuenta que estaba en un barco. Sabía que realmente estaba allí, que tenía que hacerme cargo de dirigirlo, porque estaba solo en él. El barco era pequeño y sólo tenía tres secciones; estancos y compartimientos básicos. Me incorporé para tomar el timón. No sabía hacia dónde tenía que dirigirme. En el cielo no reconocía las constelaciones ni los cuerpos celestes más comunes. Habían cambiado todo el orden del firmamento, siendo éste más brillante y resplandeciente. La Osa Mayor y Menor no estaban. El Cinturón de Orión no era tal: ahora eran cuatro y no tres las estrellas que lo componían. Desconcertado ante el hecho me di a la tarea de observar con detalle el cielo nocturno en medio de este mar interminable. Estuve un tiempo considerable en esto, hasta que en el horizonte comencé a ver una luz tenue y débil. A cada momento que pasaba, la luz se hacía más clara y nítida. De momento ví un barco idéntico al mío. La luna llena era esplendorosa, mucho más grande de cómo la recordaba. Debes seguir las estrellas que están agrupadas en forma de serpiente. En el extremo del cielo encontrarás la cabeza, dijo alguien con una voz que la encontré extrañamente familiar, pero no pude precisar. Seguí el camino indicado por la presencia, que a pesar de lo iluminada que estaba la noche, no pude ver su rostro, que lo cubrían las sombras y su capucha de monje medieval. Tuve un pequeño atisbo de temor ante su presencia aunque, luego, eso lo dejé atrás.

Llegué a una playa inmensa, en la que se perdía la vista. No se alcanzaba a ver su inicio y su final y eso me inquietó. Bajé del barco y caminé por la orilla. El interior de la isla estaba tupida por una vegetación impenetrable, era realmente una selva oscura. De ella provenían toda clase de sonidos: gruñidos y trinos hermosos. Estuve mucho tiempo caminando por la rompiente de la ola y escuchando los sonidos que venían de la floresta. Me dí cuenta que la noche no se iba, es decir, el tiempo no pasaba y seguía siendo de noche. Las estrellas y constelaciones seguían fijas en su lugar. Sentí que me fatigaba, así que me senté en la arena a contemplar el espectáculo nocturno y sus dinámicas. Un sopor inesperado me invadió, y una voz, sonó fuerte, más allá de la sierra selvática que estaba a mi espalda. La voz me invitaba a dormir, a soñar con cosas maravillosas, a disfrutar de los laberintos de mi ser, de mi mente que estaba ya en una zona de quietud y tranquilidad. No necesitaba la vigilia, porque en mi sueño yo ya estaba despierto y nunca necesitaba dormir. Alguien golpeó una puerta y yo me paré de donde estaba sentado. Era la Voz. Abrí la puerta, que estaba en medio de la playa como el marco de una fotografía que está colgada en medio de la pared y nada más hay en ella. ¿Por qué estás así; tan desanimado, sin ganas de trabajar o de hacer alguna cosa productiva, simplemente estás sumido en ese vicio? Es que usted no quiere reaccionar, eso es lo que le pasa. Me da la impresión en todo caso, que usted puede salir adelante, contar conmigo puede. Quiero poder ayudarlo a resolver este problema, dijo la Voz en un tono muy compasivo. Quise saber quién me habló, pero no pude contemplar su rostro, al igual que el hombre del barco que se me cruzó. No pude verlo porque no había nadie. Lo único que había detrás de la puerta, una vez que la abrí, era la selva oscura. Sin embargo, escuché lo que me dijo. Eso fue real, tan auténtico como la muerte de un ser querido. Me puse a caminar y llevaba un buen rato en eso, cuando sentí que alguien me daba la mano. De momento la vi: era una niña de unos siete años, de pelo castaño claro —¿ o acaso lo imaginé esa noche?—, con una tez blanca y unos ojos grandes como la noche y la playa. Sus manos eran finas como la nieve. Me mostró su peluche: un conejito de un pelaje especial, color crema. Tenía un collar de lana roja y orejas grandes de conejo. Se llama “copito”, me dijo en un tono dulce y amoroso. ¡Qué voz más bella tenía! Con ese registro vocal seguro ella podría ser parte de los niños de Viena. Luego me mostró un barquito muy pequeño, que podría caber en una botellita. La miniatura del barco era espectacular. No era algo que estaba hecho con lujo de detalle, pero transmitía una nostalgia por el mar y todo lo que venga de él. Realmente me conmovía. Le pregunté quién le había dado los juguetes; ella me respondió luego de unos minutos pero no con palabras, sino que con su mirada. Sus ojos reflejaban la grandiosidad del Für Elise, y su paz, y su belleza más escondida me emocionaba en ese instante. En cada acorde de esa melodía inolvidable, que salía de su mirada, yo encontraba una emoción y una paz única. Su mirada me transmitía una dulzura, que degustaba mi ser, y que me transmitía la certeza de lo que yo le preguntaba. 

Recuerdo que seguimos caminando hasta que me detuve a descansar y nuevamente me senté en la arena. Escuché el mar y las olas, vi las estrellas y la noche y ella me acompañaba. Lloro porque no puedo dejar de pensar, siquiera un instante, que todo es muy breve, y que el problema es elegir, le dije. Seguía hablándole de manera compulsiva sin un dejo de consideración por ella, ya que la saturaba de cosas. No le daba el tiempo para procesar lo que le decía. Me abrazó entre sus delgados brazos y yo me arropé a ella y entré en un profundo sopor y por fin dormí. Dormí profundamente como nunca lo había hecho y sentí que estaba en casa, con mi madre, con el pelado y mis hermanos. Puede que lo haya soñado, pero lo cierto es que desperté luego de un rato, muy sudado, a mitad de la noche en mi departamento; esa vieja fortaleza, que ha estado erguida y cobijando a mi familia desde la época de los setenta. Encendí la luz de mi velador y a un costado de la lámpara estaba el banquito, lejos del libro de Bolaño y de aquella niña de mi sueño.

La epifanía moderna

La fábula es una hija de la realidad  Pero ¿de cuál? El pionero del silencio que No sabemos quién Fue y qué escribió, nada dijo.  El mundo e...