Fue un descubrimiento surgido de la nada. Es como si algo me hubiese llamado a la lectura de esta novela. El misterio a veces surge espontáneamente como lo hacen las nubes que cruzan los cielos y, realmente para mí, el cómo llegó la idea de leerla, fue un misterio total. A veces, las nubes vienen negras y oscurecen el panorama, por lo cual hay que tomar precauciones para seguir viviendo. Y cuando cae la noche, habrá que buscar un lugar donde refugiarse y encontrar un corruelo que nos asegure el pan y el techo de cada día. Cuando viene la urgencia de escapar, de huir de los peligros, no hay que pensarlo dos veces. Esto y muchas otras cosas me han hecho pensar "Viaje al fin de la noche" de Louis-Ferdinand Céline, escritor francés que alcanzó a vivir parte de su infancia a fines del siglo XIX.
Hay varias cosas que se pueden mencionar respecto a esta novela. Vamos por parte y no nos apuremos. En primer lugar, Céline logró conciliar la palabra escrita, el ritmo, la riqueza sonora y el calor de la oralidad del francés en sus escritos. Probablemente, el que sepa leer francés sabrá apreciar este aspecto que menciono. Es en ese idioma donde nos percatamos en profundidad de la musicalidad de ese argot y registros coloquiales, abundantes en la obra. Asimismo, hay que destacar que Céline es un revolucionario literario, entre otros atributos que iremos mencionando, porque el uso de ese argot, una sintaxis novedosa y transgresora, ese traslado de la oralidad a la palabra escrita, hace que las traducciones, por ejemplo al castellano, logren un tono original.
La novela comienza con una frase que a primeras, no se capta para dónde quiere ir, a lo que se refiere; pero que a medida que te adentras en la lectura, vas captando su significado más profundo. La primera línea que leemos dice: "La cosa empezó así...". Como decía, esa "cosa" es en el fondo la gran noche que debe recorrer Bardamus, el protagonista que nos cuenta esta historia. Y la cosa empieza así: previo a la Primera Guerra Mundial, en un café-bar de París se encuentran Bardamus y unos amigos y amigas, y de pronto, ellos ven pasar un desfile de soldados. Este hecho provoca en el protagonista un arranque de idiotez y chovinismo (quizás) enlistándose en el ejército. Avanzada un poco más la historia, y ya en el frente de batalla, el protagonista nos describe el horror de la guerra en las trincheras. Y es en esta parte donde afloran las decisiones y reflexiones de Bardamus, respecto de distintos temas. La muerte, la vida, la cobardía, la soledad, el amor, el dinero y la codicia, serán los grandes temas que aborda esta obra literaria, entre tantos más. Hay que hacer notar que, en cuanto a la cobardía, el protagonista, no vacila en declararse un cobarde en pro de su vida, porque él sí sabe lo que quiere: «¡Oh! ¡Usted es, pues, completamente cobarde, Ferdinand! ¡Es repugnante como una rata!—Sí, completamente cobarde, Lola, rechazo la guerra y a todos los hombres que contiene, no quiero tener nada más que ver con ellos, con ella.» Aquel que pueda apreciar bien esta parte de la cita, en el libro, podrá entender cómo Bardamus (el alter ego del autor), privilegia estar vivo en vez de estar muerto en una trinchera. Acá llegamos al momento de deserción. El protagonista abandona el ejército.
Llega el momento de viajar para Bardamus. El destino es África en las colonias francesas. En este lugar, Bardamus, conoce la crudeza de la geografía africana. Con agudeza y sin anestesia, se describen las peripecias del protagonista con las fiebres que lo aquejaban y su relación con los aborígenes locales. Los funcionarios franceses de estas colonias, se muestran corruptos hasta el nivel de ser proxenetas, entre otras cosas. Luego de esta etapa africana, Bardamus, se escapa del continente negro, donde experimentaba la soledad del aislamiento geográfico. Llega a EE.UU, a la ciudad de Nueva York. Acá se vuelve a encontrar con Lola, pero con consecuencias no muy agradables para ambos personajes. Es en el país norteamericano donde encuentra trabajo en la industria automovilística de Ford. A nuestro juicio, esta parte de la novela es una de las más interesantes, puesto que se manifiesta una crítica, bastante evidente, contra el fordismo y el capitalismo. Cuando Bardamus encuentra una oportunidad de trabajo en Ford, en el momento de la entrevista laboral, es ninguneado por el entrevistador, al manifestar el protagonista que tenía ciertos estudios de medicina; sin embargo, la respuesta que recibió fue certera: "No te van a servir de nada aquí los estudios, chico! No has venido aquí para pensar, sino para hacer los gestos que te ordenen ejecutar... En nuestra fábrica no necesitamos a imaginativos. Lo que necesitamos son chimpancés... Y otro consejo. ¡No vuelvas a hablarnos de tu inteligencia! ¡Ya pensaremos por ti, amigo! Ya lo sabes." Esta es una respuesta descarnada, deshumanizada, sólo se existe en ese sistema para ser un número más y producir como una máquina. Luego de esta etapa norteamericana, el protagonista y narrador, vuelve a Francia para ejercer su profesión de médico en un pueblo cercano a París. Se podría decir que Céline, acá, nos muestra las dos caras del París de los "locos" años veinte: el rostro de los pobres y de los ricos. Ambos grupos humanos muestran sus vicios y virtudes, pero lo que en el fondo se destaca, es la miserable moral de la sociedad occidental. El autor, en este sentido, es un cronista de la decadencia moral del hombre occidental del siglo XX. Esto es lo que nos hace pensar que esta obra es una novela de pensamiento, de reflexión por antonomasia. Los valores humanos, bajo esta lógica, se encuentran oscurecidos por la noche, esa noche de la guerra y su devastación.
Se podría creer que la gran tradición de la novela francesa sería la novela de aventura, no obstante, con un poco más de análisis, se podría decir que esa tradición es más bien moralista. El autor da vuelta esta tradición, mostrando las flaquezas y obsesiones de las personas. En definitiva los aspectos más repugnantes del hombre actual. La sociedad de la posguerra de 1918, ha sido arrasada también en el plano moral. Está destruida Europa desde sus mismas bases: la moral de los hombres y mujeres que componen esa sociedad. De alguna forma se asoma la interrogante: ¿qué significa el viaje al fin de la noche? La noche es la destrucción cultural, por consiguiente, devastación moral, de toda la Europa de los años veinte y en adelante. Este viaje es un tránsito hacia el pesimismo de la cruda realidad del hombre actual. Hay en la voz del narrador un desencanto absoluto respecto del mundo y sus dinámicas. También se aprecia a las personas en su faceta de hipócritas; ora preocupados por el qué dirán, ora urgidos por conseguir bienes y riquezas, por lo cual están dispuestos a todo. Bajo esta lógica, la novela es un registro descarnado. Hay en la novela un disparo de las percepciones, por ejemplo cuando sucede lo siguiente: "Quise examinarla, pero perdía tanta sangre, era tal papilla, que no se le podía ver ni un centímetro de vagina. Cuajarones. Hacía «gluglú» entre sus piernas como en el cuello cortado del coronel en la guerra. Me limité a colocarle de nuevo el algodón y a arroparla." Evidente es el viaje neurótico del protagonista, hacia los días de la guerra y su crudeza.
La mirada ácida del autor me impresionó bastante. Creo que lo que proyecta la obra, es una cosmovisión de la vida cínica, en el buen sentido de la palabra. Esto quiere decir que el autor, viendo la hipocresía del mundo, de la sociedad, decide tomar una moral personal, individual, que puede parecer una moral antisistémica; pero es la que le sirve para moverse en este mundo tan rata, que es nuestra sociedad, en resumidas cuentas. El ver y mostrar el mundo corrompido, ya podrido, es lo que realmente nos hace pensar que el autor es gran moralista; es el que retoma esa tradición de la hablaba anteriormente. Lo que nos deja la obra, a nosotros sus lectores, es que Bardamus hace un viaje personal al final de esa noche oscura. Nos dice que como sociedad no se aprende y que volvemos constantemente a cometer siempre casi los mismos errores. La verdadera literatura pasa porque nos toca una fibra, que viene desde muy atrás; es en el fondo, ese descenso, esa caída o esa condición de caído, lo que nos puede llevar a un resurgir. Lo que nos da Céline es el miedo, el terror, esa voz del narrador que nos sumerge en sus reflexiones existenciales y pesimistas, pero verdaderas en su sentido cotidiano y realista. Así es la cosa. Acá, vuelvo a decirlo quizás con otras palabras; lo que hace el autor es llevar a cabo una profunda crítica a la esencia de la humanidad misma. El mundo humano está vacío en un mar de indiferencia. La obra nos muestra, además, cómo el progreso humano se alimenta de la miseria que experimenta la gran mayoría. Hay un nihilismo extremo. Hay un camino y un destino que no se diferencian. No se puede confiar en el prójimo, en otro ser humano. Es triste si lo pensamos seriamente.
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