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viernes, 11 de junio de 2021

Un recuerdo vomitado desde las promesas


De la boca sale el veneno de todos los días, el Señor dijo una vez que lo que contamina al hombre es lo que sale de su boca. Lo que entra es inocuo, ya sabes; vaginas, penes de cachalote, una res enteramente transgénica como afrodisiaco para el apetito, también un virus benigno, que dicta las leyes en base a una ética y una unidad de propósito, porque ella es la autoridad sanitaria y de ella es la potestad. Y ella dice que no nos escuchamos, pues nuestras bocas son fétidas a cerumen, sabor frutilla. Y, ¿qué hacemos ahora cuando ya las cámaras bicamerales se han tragado todo, en un torbellino de acuerdos sociales y económicos, vomitando a ciudadanos honestos a parafina? Sí, me acuerdo cuando me dijiste que habían, tres ministerios de seguridad pública y privada, que no solamente nos cuidan, sino que nos permiten ser una nueva reforma, un nuevo ánimo para sumarse a las voluntades y nuevo súper, súper hombre. Un día aullaron los cuervos cuando los mandriles bramaban cantos exquisitos y nosotros no podíamos escucharlos por nuestras bocas muertas. Y un perro nos preguntó, luego de mucho tiempo, cuando yo estuve internado después de mi operación a la próstata, qué cómo era posible que haya aumentado la cobertura y no el nivel de la ayuda. ¿Qué? Preguntamos airados, por lo que considerábamos un alago delicioso. Lo único que alcanzamos a decir, es que la política cumple su rol, porque ella está a la altura. Y nos dijeron: no. Hay que aprender de los aciertos, de los éxitos jugosos, llenos de fragancias ácidas como vaginas y penes-hay que sumarle el terroso aroma del ano-, porque allí está éxito, el delirio de una falda corta o de una voz ronca que, susurrando en el oído, deja erecto los bellos de las damas y la blanda cueva se humedece gracias al rocío de la imaginación y la belleza. Sí, porque allí un sujeto sentó a la belleza en su falda y nos abrió la puerta al sótano de los oscurecidos. En aquellos dominios rendimos culto al viejo y olvidado virus, tótem sagrado, que nos dijo lo esclavo de las cosas que somos. Pero nosotros vomitamos odio por las bocas, sin entender nada y no procurando cambiar lo que hacemos. Pero qué cosa más lúcida he dicho, en fin… ahora sé que la locura es la mayor lucidez que podamos experimentar, aunque sigamos estirando el chicle cada vez más. Ahora me acuerdo, todo era por las secuencias de sentido común per cápita que el Gran Padre no alcanzó a repartir y no pudimos hacer nada más que salir y protestar.  

Sr. Nadie









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