Navegando por internet el otro día, me encontré con un cuento que me cautivó a penas leí las primeras líneas de escritura: Lemmings del escritor norteamericano, Richard Mathenson. Guionista y escritor de obras de fantasía, ciencia ficción y terror, se destaca por su obra Soy leyenda, que es adaptada al cine y que alcanza una importante resonancia en el séptimo arte hollywoodense. Este autor se destaca por iniciar su camino en la literatura en los años cincuenta del siglo XX, en California, publicando su primer cuento denominado Nacido de hombre y mujer, el que lo llevaría a ser reconocido posteriormente en el ámbito de las letras americanas. Está demás decir que este escritor, ya se encuentra muerto desde el año 2013, así que no se espere más de él. Acá sólo haremos referencia a un sólo texto del americano: “Lemmings”, publicado en 1958.
Me centraré en explicar brevemente la trama del cuento, que por cierto es muy breve, y que el lector lo puede encontrar en el portal de lectura: Ciudad Seva. El cuento nos sitúa inmediatamente en el desconcierto y en el asombro, cuando dos policías (presumiblemente patrulleros de carretera gringa); se quedan mirando, atónitos, cómo una cantidad enorme de personas –casi incalculable– abandonan sus vehículos, y todos se dirigen al mar para adentrarse en él hasta desaparecer por completo en las aguas. Todos, aquellos que han dejado esa interminable hilera de autos deshabilitados, van camino a su desaparición, sin que nadie se pregunte o se cuestione el porqué de dicha decisión. Los dos policías; Reordon y Carmack, comienzan un diálogo inútil acerca del hecho para finalmente… Mejor no les comento el final del cuento, y les alimento un poco la curiosidad, para que ustedes mismos lean el texto.
Hay varias cosas que me llamaron la atención desde el punto de vista narrativo y de la temática de este texto que me atrajeron. De partida el cuento se estructura desde un diálogo conciso y revelador; destacando en él una atmósfera de desconcierto y resignación. Acá se ve que la magnitud del evento que viven los policías, los deja en una falta de compresión total de lo que sucede, ellos no logran siquiera visualizar el porqué de lo que acontece. Para nosotros los lectores, el tener un acceso directo a las causas del hecho es imposible, porque el punto de vista de lo narrado es muy limitado: dos policías. Esto acrecienta la sensación de misterio y confusión. Como lectores vamos experimentando los eventos al mismo tiempo que los personajes. Acá no tenemos a alguien que nos vaya explicando de manera externa lo que va sucediendo, por lo tanto la migración y sus causas son inexplicables.
Richard Mathenson, utiliza la poderosa metáfora o símbolo como eje central del relato, de ese mito; ya urbano, ya campestre, ya desconocido para muchos, de estos roedores denominados “Lemmings”; que se sacrifican en una procesión mortal dirigiéndose todos a su tumba acuática en el mar. Las razones de esa irracional conducta por parte de los seres humanos, en el cuento; es un paralelismo con estos roedores, que igual que los hombres en el relato, actúan de manera irracional, compulsiva y autodestructiva.
El relato de Mathenson juega mucho con el suspenso y la atmósfera de fatalidad. La tensión en el relato va in crescendo desde las primeras líneas de escritura. La fatalidad se refleja en ese constante flujo de personas que se dirigen al mar para sacrificarse en aras de algo que no se sabe. Es como si esas personas vivieran un llamado irracional, similar a lo que sucede en La llamada de Cthulhu de Lovecraft, que los impulsa hacia lo demencial e irracional de su conducta. Los policías que ven este fenómeno, no dan crédito de lo que observan, por decirlo de alguna manera, y no son incapaces de ejercer su autoridad para detener esa conducta en las personas. Esto, creo, se conecta mucho con lo que va a ser el clímax del cuento.
Otro aspecto es la descripción minimalista pero impactante de aquellos “miles de automóviles se encontraban embotellados…”, que nos dejan a nosotros, los lectores, una imagen clara y precisa del caos y de la desolación que proyecta la imagen central del relato. Recalcar que la descripción que desarrolla el autor es poderosa y efectiva.
El norteamericano, se preocupa no sólo de las descripciones, sino que también de establecer una ironía dramática clara. No es que quiera adelantar información del desenlace del cuento, pero el lector tendrá que poner atención al personaje de Carmack. Hay una fuerza irresistible que ningún personaje podrá oponerse a ella. Todos sucumben ante esa potencia suicida, ¿qué harán los policías? ¿Cuáles son sus reacciones y reflexiones ante el fenómeno del cual están siendo testigos? En este sentido, el final del relato es abierto aunque ambiguo (en todo caso hay un cierre). No hay una explicación definitiva del fenómeno que se vive en el cuento. El misterio y la inquietud son un sello inconfundible que descoloca al lector. Desde esta lógica narrativa, es que manifestamos que el final del cuento es ambiguo; no queda para nada claro los orígenes del fenómeno y lo que motiva a los seres humanos, igual que los lemmings, a ese sacrificio masivo en las aguas del mar.
En definitiva, este relato nos invita a reflexionar acerca de la obediencia ciega de las masas, de esa escasa o nula capacidad de cuestionar lo que la mayoría piensa que es lo correcto, y por lo tanto, nos deja la invitación para ser auténticos en nuestras propias convicciones, y no dejarnos arrasar por el pensamiento colectivo, que por lo general no es la mejor brújula para tomar las mejores decisiones que la vida nos impone tomar. También como conclusión, y que no abordamos en detalle en este análisis, habría que destacar la indiferencia ante el horror y ante el suicidio colectivo, por parte de la masa. Además, hay una crítica social implícita relacionada con aquello que quizás perfilamos: la pérdida de la individualidad de las personas. Y hay algo muy curioso, que por cierto sería meritorio abordar en otro tipo de análisis; y es que el silencio es un protagonista oscuro en el cuento, el cual se manifiesta en el hecho de que nadie, ningún personaje que se sacrifica en el mar, no dice nada, ni un grito cuando se sumergen en el mar que les servirá como última morada. Todo es desconcertante en este relato de Richard Mathenson.