lunes, 16 de junio de 2025

La epifanía moderna

La fábula es una hija de la realidad 

Pero ¿de cuál?

El pionero del silencio que

No sabemos quién

Fue y qué escribió, nada dijo. 


El mundo es más grande.

Recuerdo al tiempo

Y sus vericuetos.

Sólo había laberintos, juegos y exploraciones

ciegas.


La forma; una estructura lógica y

Las zonas, de los dioses. 

Desmembrado por la muerte y el fuego, que

lo consume la muerte, porque su parte es inmortal. 

Nada se acaba.


Sabiendo que todo es silencio y lógica:

Son la base de lo cuántico; permitiendo lo que nos 

sostiene, sin que nadie crea.

Tiene la gracia de ser incomprensible 

Porque las civilizaciones se acaban, y lo harán 

pronto.


Todo se construye en las paradojas.

Hay mundo moderno; una voz de alquimia,

Que los místicos mueren en la boca.


Todo sale muerto de las epifanías de la boca, callan 

ciegas en las esquinas de la conciencia.

Hay virajes que no son místicos, ellos van hacia 


Dios y por detrás de Él, juegan el ciclo.  

Hay que traspasar-lo, superar 

la norma y aceptar la ley. 

sábado, 14 de junio de 2025

La aniquilación de Houellebecq

 He perdido la cuenta desde cuándo sé de Michel Houellebecq. Lo primero que leí de él fue su libro, Las partículas elementales, novela que explora la decadencia existencial y moral de la cultura occidental, es decir, de la sociedad occidental contemporánea. Recuerdo que ese libro, lo encontré fotocopiado en la biblioteca de mi padre e inmediatamente me lo apropié. Años después, se lo regalé a un colega que no conocía al autor, espero que haya sido un buen regalo para Juan Carlos. Mucho tiempo después me compré, Ampliación del campo de batalla, Plataforma, y también leí Sumisión. Cada una de estas lecturas me han entregado una visión demoledora del ser humano contemporáneo, destacando elementos potentes, como un individualismo extremo, el consumismo desenfrenado, el sometimiento religioso para encajar en la sociedad y la sexualidad deshumanizada de la era moderna, me han hecho pensar que nuestra época actual, está marcada por una miseria irreversible. Disculpen mi pesimismo, pero creo que la cosa ya es así, y no hay mucho que se pueda hacer, sobre todo, respecto de cómo se encuentra el mundo este año 2025.

El último libro que acabo de leer de este autor es Aniquilación ("Anéantir" en su título original francés), y es de él que quiero hablar hoy en estas pocas palabras que bosquejo acá. Publicado en el año 2022; es una novela con un tono reflexivo y melancólico, pues ahonda más en las problemáticas familiares y laborales, en un sentido más humano, de Paul Raison, asesor del ministerio de Economía y Finanzas francés. Este libro no tiene un tono tan nihilista como algunas de sus obras anteriores, a mi juicio, sino más bien suda un dejo de afectividad y reflexión profunda por parte del autor, por cierto, en aquello que dice respecto a las relaciones humanas del protagonista con su entorno familiar más próximo. Quisiera ejemplificar lo que digo con las palabras del narrador, respecto de cómo el padre de Prudence, mujer de Paul, percibe su soledad en cuanto a “La muerte de su mujer había constituído para él un epílogo absoluto, su vida, a su entender, carecía de un motivo para prolongarse, pero se puede vivir sin motivo, es incluso lo más habitual, y le agradaba la ligera agitación de las olas, la que generaban a su alrededor [...] Daba la impresión de no haberse movido desde su última visita, consistía en que ahora había un libro a su lado…”. Lo que veo aquí en esta cita es: un duelo profundo y la pérdida del sentido del personaje, la inercia de la existencia, un indicio de cambio o consuelo, en la cual la búsqueda de un escape o distracción es latente; un intento de conexión o aprendizaje; una suerte de reconectar con el mundo exterior y la lectura como un consuelo pasivo, que encaja con la apatía de ese personaje, por ejemplo. 

El argumento de esta novela, a modo general, se centra en una Francia futurista del año 2027, en la cual este país se prepara para unas elecciones presidenciales (donde las posibilidades de una figura televisiva, que llegue a la primera magistratura son muy reales) la que están lideradas por el actual ministro de Economía y Finanzas, Bruno Juge. Paul, que es el protagonista de esta historia, trabaja como asesor para el ministro. Este personaje tiene como característica principal ser silencioso, callado, un tanto enigmático y a la vez, es un descreído en materia espiritual. De un momento a otro, comienzan en internet a circular extraños videos amenazantes, donde el ministro es mostrado guillotinado; pero donde abundan enigmáticas figuras geométricas. El paso de las amenazas virtuales toma un cariz real, donde la violencia se muestra a modo de atentados terroristas: la explosión de un carguero, un sangriento atentado contra un barco lleno de migrantes (más de quinientas personas muertas) y un ataque a un banco de semen en Dinamarca. Las preguntas abundan acerca de quiénes están detrás de estos actos: ¿satanistas?, ¿fundamentalistas ecológicos?, ¿grupos antiglobalización?, ¿católicos radicales?. Paul Rison hará intentos por dilucidar quiénes son los responsables de estos ataques, a su vez, tratará de lidiar con un matrimonio que se le cae a pedazos, un padre -ex agente de inteligencia, una suerte de espía de la DGSI- que sufre un infarto cerebral, quedando paralizado. Paul, en algún momento tendrá que rescatar a su padre, Édouard Raison, de una casa de reposo que ha cambiado sus protocolos de cuidado de sus pacientes, y que pone en riesgo la recuperación del ex espía. También el protagonista tendrá que lidiar con el suicidio de su hermano menor, Aurélien, que es un artista un tanto fracasado. Por otra parte, Paul, afrontará una crisis personal y una enfermedad grave que se le diagnostica. Hartas cosas le pasan, y de muchas se puede hablar en esta obra del francés. 


Houellebecq demuestra una maestría al crear una obra como esta, que algunos la pueden considerar como una novela total. Si bien es cierto, a mí me resultó en un inicio un poco lenta la novela, porque uno no estaba acostumbrado a esas historias de él, con ese tono reflexivo en lo humano, siendo que esperaba una novela con una impronta más cercana al existencialismo tipo Camus; pero luego avanzada la lectura, la reflexión acerca de la condición humana contemporánea se encamina muy bien. Michel Houellebecq, en esta novela no deja de ser quien es en las letras, y toma cada cierto tiempo en este libro, sus temas más potentes: la miseria afectiva y sexual, en la que podemos leer pasajes memorables al respecto: “A medida que Paul envejecía, los encuentros sexuales se volvían naturalmente más escasos, su soledad se había vuelto cada vez más profunda”. Esta novela se puede leer de muchas maneras; a modo de thriller con detalles esotéricos, un retrato familiar crudo, como una narración existencial e íntima del dolor humano, el amor y la muerte; pero también desde la perspectiva de la crítica política, donde leemos: “Le costó que le sirvieran, la banda de Sarfati se había agolpado delante de la barra y había arramblado con la mayor parte de las botellas. Gritaban y se reían a carcajadas, la mayoría ya estaban entonados, el hachís y la coca ya habían empezado a circular. Sarfati había conseguido mantenerles a distancia a lo largo de toda la campaña electoral, pero después de la victoria regresaban, era inevitable, todos procedían del medio de la tele y algunos eran compañeros suyos desde las primeras emisiones.” Esta parte de la obra, me hizo recordar cierta crítica de un sociólogo chileno, que hace de la actual generación política que hoy gobierna a Chile, cuando estos le preguntan a él, si tenía algún problema con el alcohol y las drogas, como una de las preguntas que funcionaba como requisito esencial para ser candidato del conglomerado a la presidencia del país. La respuesta del sociólogo: “sí, es un problema (las drogas) de salud pública”.

Finalizando este pequeño comentario de esta obra, es necesario mencionar que los futuros lectores de Houellebecq, deben estar inoculados respecto de los temas que aborda el autor en sus obras: miseria afectiva y sexual del hombre occidental de fines del siglo XX y principios del XXI, las relaciones amorosas en la era del neoliberalismo, los valores anulados por la búsqueda de la satisfacción narcisista de las personas, el turismo sexual y sus matices de consumismo y de vacío existencial, y las críticas explícitas hacia el Islam (ha tenido varios problemas el autor por este motivo), entre varias otras cosas más. En fin, esta novela, con seiscientas páginas traducidas por Jaime Zulaika y publicada bajo el sello de Editorial Anagrama, es una gran obra que vale la pena leer, porque es una visión siempre plausible de una realidad que puede estar más latente hoy en día, desde la mirada siempre anticipatoria de este ensayista, novelista y poeta francés nacido en 1958.                   


jueves, 12 de junio de 2025

Las humanidades en peligro

 Con los totalitarismos actuales (no sé si catalogarlo así en estos momentos, pero todo indica que se va hacia allá) las Humanidades corren un serio peligro, el que se proyecta incluso a una eventual crisis de la Democracia en muchos lugares del mundo. Hoy en día a raíz de posiciones extremas, ideológicamente hablando, se tildan a las humanidades de un suerte de engaño, de invención que no aporta en nada al crecimiento económico. En definitiva; una superchería maliciosa para el “progreso”. Al contrario, lo que hacen estás disciplinas (la historia, la filosofía, la literatura, por nombrar sólo algunas) es fomentar el pensamiento crítico dentro de una sociedad. En la sociedad occidental actual, se ha instalado este clima de animadversión contra las humanidades, porque en apariencia estos saberes no aportan al desarrollo tecnológico y material del mundo; y hoy en día, se cree que lo único que importa es el dinero y la tan anhelada tecnología. Y es cierto esto para una mayoría; la IA, la robótica, por mencionar un par de ejemplos, son considerados el motor de la sociedad tecnócrata, y por lo tanto, esa desconfianza hacia este saber se acrecenta cada día más en función de esta mala onda hacia las humanidades. 


Las instituciones encargadas de fomentar el pensamiento crítico, que podría ser privativo de las Humanidades, deberían ser las casas de estudios superiores. Pero esto no es tan así, ya que el mercado, actualmente, ha permeado muchas de estas instituciones; floreciendo éstas como callampas, que inundan cada rincón del planeta, sobre todo en Chile. Las universidades privadas, que sólo funcionan como formadoras técnicas de conocimientos, no tienen como objetivo el fomento del pensamiento crítico que deberían impulsar. Algunas universidades norteamericanas, especialmente Harvard, que tiene un enfoque formador crítico, de independencia de pensamiento y de cátedra; es en este país, una de las pocas que preserva la cultura e intenta transmitirla por esos lados hoy por hoy. La universidad de Columbia, por su parte, ha tomado una actitud sumisa ante las arremetidas autoritarias del presidente Trump. La dignidad de las universidades no se puede doblegar ante el poder del dinero, entendido el poder monetario como el arma que utiliza Donald Trump: medio coercitivo o mordaza del pensamiento crítico, que es una de las bases de la Democracia verdadera que por estos días está en riesgo. Evidentemente las universidades también deben preparar a las personas para el mundo laboral de hoy; pero no pueden perder la brújula, ese norte que siempre deben tener las casas de estudio: el pensamiento crítico. 

Las humanidades y los valores que planteaba la Ilustración, cuando ésta surgió en el siglo XVIII: entiéndase la acción de razonar; es lo que se conoce como la racionalidad, no se pueden perder en el fondo del vertedero. Esa misma racionalidad que hoy la tecno-estratificación social ha desechado y la ha reemplazado por una creciente insensibilidad para con el acto de pensar, se ve amenazada. Es decir, el refuerzo que la tecnología hace hoy es acrecentar las desigualdades sociales existentes, por cierto en el plano de la cultura y el saber humano. Esto, actualmente, lo generan estas universidades que no tienen como objetivo formar a sujetos con espíritu crítico, sino borregos técnicos que encajan perfectamente como ladrillos en una pared. ¿Quién hoy puede reflexionar hondamente acerca de la condición humana? La respuesta es clara y categórica: las universidades deben proteger el desarrollo de la crítica, del pensamiento reflexivo y concienzudo de la realidad.

Poder entender que las universidades son los guardianes de la Democracia, a través de la espada de la reflexión crítica, significa que esto descansa en la convicción que enseñar a las personas a ser razonables, es una labor titánica en nuestra época actual. Esto porque en el fondo, la irrupción tecnológica, expresadas en el corolario de las redes sociales, que se pueden entender como la cúspide de la imbecilidad, tal cual como se están utilizando actualmente: fomentan la idiotez y la vulgaridad, en muchos casos y no cumplen lo que realmente deberían hacer. Ojalá que se desarrollen espacios auténticos para combatir esta problemática; un espacio para pensar un mundo distinto. La última palabra, respecto de hacer que las cosas sean mejores, la tienen aquellas personas que son capaces de alzar su voz, dialogando y razonando en los espacios que Kant pensó para ello, en algún momento: las universidades reales. 

¿Somos capaces de diferenciarnos de los animales? Ellos sienten deseos que deben satisfacer por instintos. Nosotros también tenemos esos mismos deseos, aunque hay algo que nos diferencia radicalmente: la pregunta del ¿debo hacerlo?, ¿Debo satisfacer mis deseos a toda costa? Esta es la diferencia entre animales y personas: la capacidad de hacernos esa pregunta, por medio de la razón, que se sustenta sencillamente en la palabra, aquello que hoy, como las universidades y la democracia, se encuentran en un serio peligro de perder su sentido, de caer en la anomia y disolverse en los totalitarismos de hoy.    


martes, 3 de junio de 2025

El absurdo extranjero

 Estos primeros veinticinco años del siglo XXI han estado caracterizados por varias cosas que a mi juicio, me hacen pensar que vivimos en el más absoluto absurdo. Si me tienen paciencia les explico esta idea con mayor detalle, aunque no tanto para que ustedes mismos lo piensen por su cuenta. De partida, pueblos hermanos se están matando mutuamente en el nombre de sus dioses (entiéndase Alá y Yahvé). Palestinos e israelíes, llevan desarrollando un conflicto milenario, que hasta el día de hoy no tiene visos de terminar. La guerra de Ucrania y Rusia, tiene un antecedente político que se arrastra desde la Guerra Fría, y que por cosquillosas posiciones ideológicas, han generado miles de muertos estos dos conflictos; que penosamente están afectando a niños, mujeres, ancianos y adultos. El odio destruye la paz y la buena voluntad en el mundo diariamente. Si analizamos, brevemente, el absurdo que implica la guerra comercial entre China y Estados Unidos, esto nos deja un costo no sólo para ambas naciones, sino para toda la economía mundial. Aquello porque nadie sale ganando con creces con estas medidas; ya que en vez de resolver los problemas subyacentes, de fondo, está generando este conflicto más incertidumbre, hasta el punto de escalar posiblemente a un conflicto armado. No se dan cuenta que todo está interconectado como diría Siddhartha en la novela de Hesse. Por otra parte, en el plano más local, en especial mi país Chile y latinoamérica, la droga y su consumo y la violencia escolar también plantean un absurdo total. Cómo se traicionan a sí mismos aquellos jóvenes que consumen sustancias perjudiciales para su salud, por el sólo hecho de que el cantante urbano de moda y el grupo de “amigos”, considera esto “cool”.

Todo esto que menciono me hizo pensar en la idea del absurdo, lo que gatilló en mí que volviera a leer la novela “El extranjero” del escritor argelino, Albert Camus. Este autor franco-argelino nacido el 7 de noviembre de 1913 de origen humilde fue becado para estudiar gracias a la ayuda de uno de sus profesores. Pasado el tiempo se dedicó al periodismo en sus años juveniles, desempeñándose en varios medios de izquierda.

Camus participó en la Segunda Guerra Mundial, formando parte de la resistencia francesa en el famoso grupo “combat”. Esto es meritorio: pocos se atreverían a participar en una guerra, eso es admirable en mi opinión. Pero más allá de esto, lo más meritorio o destacable son sus cualidades de gran escritor. La academia sueca le otorga el Premio Nobel de Literatura en 1957 por "el conjunto de una obra que pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de la actualidad". Y es la conciencia de los hombres lo que no ha cambiado mucho desde que Camus obtuvo su premio, el cual se lo agradece de todo corazón a su profesor; aquel que lo impulsó a ser lo que fue, posteriormente. Pero entremos en materia pronto y demos curso a esta reseña de “El extranjero”.

«Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. He recibido un telegrama de la residencia: «Madre fallecida. Entierro mañana. Sentidas condolencias.» Eso no quiere decir nada. Quizá fue ayer.» Así comienza la novela, y sólo este comienzo nos hace pensar varias cosas. En primer lugar, la indiferencia de Meursault, el protagonista, es impactante quizás para muchos lectores. En segundo lugar, el tedio que manifiesta en el velorio de su madre es impactante y choca con las expectativas sociales que se enmarcan dentro del mundo representado. Esa supuesta falta de emoción o la incapacidad de manifestar desde la lógica social convencional sus sentimientos, será la semilla del absurdo, que es el sello de esta obra. En otras palabras, esto es el motor de la trama de gran parte de la novela y del posterior juicio que vivirá el personaje principal. La forma de relatar los hechos por parte de Meursault es desprovista de florituras y adornos, se podría considerar como seca y apática. En definitiva, aquello es una genialidad del autor. En este sentido, Camus, siembra esa semilla del absurdo en que el protagonista no encuentra un sentido en la reacción que se esperaba en él ante la muerte de su madre. El silencio irracional del mundo, que percibe el protagonista; es una manifestación de una confrontación entre el deseo humano de encontrar sentido o significado a las relaciones humanas y su desapego para con los otros, que vive el personaje principal en esta historia. Cuestionar la normalidad y las expectativas sociales es la ley en esta obra. Cabe preguntar si Meursault es un monstruo, un psicópata, un enfermo mental, un antisocial o experimenta el mundo de una manera diferente. Se las dejo ahí dando bote.  


¿Cómo se dieron los hechos? 

La novela se divide en dos partes, que reflejan la indiferencia del protagonista ante las convenciones sociales y su posterior enfrentamiento con la justicia.  

Meursault, un joven oficinista que vive en Argel, le comunican que su madre ha muerto. Él tiene que trasladarse a la ciudad donde vivía su progenitora para asistir a su funeral. La falta de emoción ante este hecho se manifestará en los días siguientes, en la relación sentimental que inicia con Marie, su compañera de trabajo. La vida rutinaria y desapasionada que vive, se ve interrumpida por un confuso incidente. Un día, Meursault, Marie y Raymond Sintès (un proxeneta problemático y vecino), se dirigen a una playa para pasar un buen día. Ahí, se encuentran con dos árabes que tienen una cuenta pendiente con Raymond. Tras una pelea inicial, Raymond es herido. Posteriormente, Meursault regresa solo a la playa y dispara un revólver y mata a uno de los árabes (cinco disparos), sin una clara razón o premeditación aparente. Según las palabras del protagonista, que emite más tarde en el juicio, esto fue provocado por el calor del sol que hacía ese día en la playa.

La segunda parte de la novela se centra en el juicio de Meursault. Lo más inquietante de este juicio es que éste no es objetivo, ya que se enfoca en el carácter y la falta de moral del protagonista y no en el hecho de sangre ocasionado por él. La fiscalía y los testimonios de los testigos (incluyendo a Marie, Raymond y el director del asilo de ancianos) se enfocan más en su comportamiento en el funeral de su madre y en su frialdad en relación a lo último expuesto; pero no en los hechos del crímen en sí. Esto es potentísimo y muy absurdo si lo miramos con atención. El joven oficinista no muestra arrepentimiento o no lo finge, no miente ante nada de lo que se le pregunta, y además, ante la visita de un sacerdote demuestra un ateísmo descarado. Todos estos aspectos son presentados como evidencias de su moustrualidad y culpabilidad. Pero él ve todo su proceso con una apatía casi total, como si fuese un mero espectador que se divierte ante todo lo que le sucede y ante su propio destino, que acá no diremos en qué consiste. Lo único que les digo en relación a lo que acabo de decir; es esta memorable cita que lo condensa todo: «Para que todo sea consumado, para que me sienta menos solo, sólo me falta desear que haya muchos espectadores el día de mi ejecución y que me reciban con gritos de odio.»


Las influencias del autor en otros escritores

Albert Camus de alguna forma se desmarcó de ser encasillado bajo la corriente filosófica del existencialismo, que tuvo como máximo exponente a Jean-Paul Sartre. Tanto por sus ideas filosóficas y su estilo literario, el autor de “La peste”, ejerció una profunda influencia en la literatura posterior. La confrontación entre el deseo humano de encontrar significado y el silencio indiferente del universo, se convirtió en un tema recurrente para muchos autores que vendrían en el futuro. Esta idea no sólo se manifestó en novelas y ensayos, sino también en personajes alienados, que exploraban esa falta de sentido de las convenciones sociales hipócritas. La rebelión como una forma de dignidad humana es más que un mero nihilismo ramplón o de mal gusto, según la visión de Camus, que se opone frente a ese absurdo descarnado, esto es otra marca de su pensamiento. Su énfasis en la solidaridad y la ética frente a la injusticia, resonaron en escritores que buscaron explorar la acción moral y la resistencia en un mundo desprovisto de un sentido trascendente, lo que se destaca potentemente en este autor. En general, la obra del franco-argelino, se manifiesta como una crítica a la condición humana, que está marcada por la hipocresía social. Su literatura es vista como una herramienta para el cuestionamiento político y social, no tengo dudas ante eso. Su obra ha sido leída y estudiada junto a la de pensadores como Sartre, Simone de Beauvoir y Maurice Merleau-Ponty. Muchos autores exploraron temas similares: la libertad, la responsabilidad, la angustia y la alienación lo hicieron bajo la sombra de Albert Camus. En este sentido, se puede decir que este autor tuvo una fuerte influencia en el teatro de Beckett. También lo tuvo, de una forma quizás diferente, en Bukowski bajo la lógica de una desilusión de las convenciones sociales y una visión cruda y directa de la existencia humana. También podemos destacar en este club a José Saramago con sus alegorías sobre la condición humana y la sociedad, en las que se pueden encontrar resonancias en el pensamiento de Camus. A su vez, en Günter Grass, por cierto, podemos encontrar ecos camusianos en su obra; en un plano ético, a través de alegorías potentes que abordan temas como la justicia y la dignidad humana. No sólo en el ámbito de la literatura se ha visto la influencia de Camus: bandas como The Cure (con su canción "Killing an Arab", directamente inspirada en El extranjero) y Titus Andronicus han reconocido su impacto en sus creaciones musicales. 

En fin, sin duda este autor merece siempre ser revisado y su visión del absurdo ha marcado el pensamiento de grandes artistas e intelectuales. Lamentablemente, Albert, muere tres años después de recibir el Nobel de la manera más tonta posible; cuando la leyenda cuenta que posiblemente él comentó que la manera más absurda de morir, es en un accidente automovilístico, lo que sucedió en 1960 junto con su editor, Michel Gallimard.          


La epifanía moderna

La fábula es una hija de la realidad  Pero ¿de cuál? El pionero del silencio que No sabemos quién Fue y qué escribió, nada dijo.  El mundo e...