Como digo en el título de esta reseña, leer por segunda vez a Mariana Enriquez, ha sido una experiencia agradable que se traduce en varios puntos. “Las cosas que perdimos en el fuego” (2016), es un libro que presenta una colección de doce cuentos de terror, locura, violencia, suspenso; temáticas que se entrelazan en las tramas de cada relato. Por su parte, la autora, le imprime a cada uno de sus cuentos, esa mirada feminista que alza al cielo un grito crítico implíctico; que apunta al machismo y a la sociedad heteronormada, sin lugar a dudas. Todo esto lo hace en el marco de la literatura de terror gótico-urbano, con tintes de realismo sucio u oscuro. Hay en esta obra una mirada interesante y fascinante, que se nos ofrece respecto de lo que entendemos por el miedo y las obsesiones y todo sucede en escenarios muy argentinos, por supuesto.
A ver, este libro es bastante amplio en cuanto a temáticas que aborda. Por este motivo voy a hacer el siguiente ejercicio: nombraré una temática y la vamos a conectar con algún cuento al cual se pueda asociar.
La violencia de género en el cuento que le da título a este libro es Las cosas que perdimos en el fuego. En este cuento, las mujeres cansadas de experimentar la violencia por parte de los hombres, deciden llevar a cabo pequeñas ceremonias de quemaduras extremas a lo largo y ancho de Argentina, prendiéndose fuego a sí mismas, deformando sus rostros y cuerpos. Acá, la autora protesta respecto de este tema, presentándonos que la deformidad es el único camino que les queda a las mujeres, donde los cánones de belleza, se asocian a expresiones violentas ejecutadas en contra de las mujeres. Un cuento que, gracias a un caso en particular, puede ser la punta de lanza de un movimiento social que puede convertir a sus protagonistas en miembros, prácticamente de una secta. ¿Acaso la peor forma de rechazo por deformidad, no es el rechazo al pobre, que es víctima de la brutal desigualdad social de nuestras sociedades latinoamericanas?
El cuento más representativo de esta temática, sin duda, es el Chico sucio. Esta historia se centra en la visión que tiene una mujer (la narradora) respecto de un niño indigente, que vive en la calle junto con su madre viciosa justo frente a la casa de la mujer, que está en la disyuntiva de ayudar o no al niño. Por ahí, ella tiene ciertos problemas de convivencia con su madre, pero no se atreve a intervenir mayormente por la suerte del niño. El relato sigue con un vértigo peligroso, donde el desenlace es perturbador y muestra toda la violencia y la humillación de la pobreza y la desigualdad social en la Argentina de Enriquez. ¿Esa violencia y humillación de la pobreza, una muestra de lectura de toda una sociedad? Bajo la lógica de esta temática, la de la locura o desquicio, los cuentos que más destacan serían: Los años intoxicados y Pablito clavó un clavito: Una evocación del petiso orejudo. En el primer relato, podemos presenciar a un grupo de amigas adolescentes en la década de los 90 que viven prácticamente para drogarse. Este cuento refleja la locura de toda una generación en la figura de este grupo de amigas. Por decirlo así, la intoxicación y la desorientación son un claro emblema de ciertas experiencias, que tal vez, sean las mismas experiencias de la autora en sus años de juventud, que los lleva a su literatura. Por otro lado, encontramos uno de los relatos más inquietantes de este libro. Un guía turístico se obsesiona con la historia de un famoso asesino, que asoló a sus víctimas; todos niños que fueron masacrados, sin piedad alguna, bajo los signos de la locura de un asesino que gozaba sádicamente de sus víctimas infantiles. El hombre, visualiza en su trabajo, en pleno recorrido turístico, la imagen perturbadora del asesino, que a la larga lo perseguirá de una manera muy particular. Este relato tiene tintes de ocultismo, pues el protagonista afirma que se le aparece este criminal, mientras trabaja en sus recorridos turísticos contando las fechorías del despiadado asesino. Este sujeto, bajo los sones de una locura, es una muestra del desquicio del ser humano, y cómo sus actos, llegan a traspasar los límites de la cordura, cuando aquel guía turístico siente la presencia del nefasto personaje.
Pero la cosa no queda en el plano de lo paranormal, netamente, ya que la obra también aborda la opresión política en Argentina. En La hostería, dos amigas se encuentran después de muchos años de ausencia. El relato está impregnado por un ambiente de sospecha, pero de sospecha hacia los lugares, que muchos de ellos fueron escenarios de los más terribles crímenes de Estado cometidos por la dictadura argentina en la historia reciente de ese país. Todos aquellos sitios, que alguna vez en el pasado fueron lugares de dolor, muerte y violencia, y en consecuencia del horror, dejan sus huellas y proyectan el sufrimiento hasta nuestro presente. En esencia, este es el planteamiento del cuento llamado “La hostería”. Lugares donde el pasado se manifiesta en la función de la crueldad experimentada en el pasado, hace surgir en este relato el dolor de ese pasado sigue vivo actualmente. Acá la opresión política toma el rostro de fantasmas que con sus presencias inquietantes, nos plasman a nosotros, los lectores, toda esa atmósfera que utiliza el género del horror en Mariana Enriquez para representar las heridas históricas de la sociedad argentina. Toda esa carga histórica del horror de esa etapa de la historia trasandina, se ve de manera muy potente en ese terror sobrenatural de este cuento.
En definitiva, podría estar cuento por cuento haciendo este ejercicio asociativo por temática, pero eso sería un desglose carente del espíritu de curiosidad que esperamos que futuros lectores tengan de este libro. Nuestra intención es hacer, en cierto modo, un paseo general, más bien explicativo por los textos más emblemáticos de esta colección de cuentos que se reúnen en este volumen. Para esta autora, por lo menos en este libro, el cuerpo femenino es visto como un campo de batalla, en el cual la violencia y el terror están presentes bajo la figura del abuso, la cosificación y la opresión. Todo acá, en esta obra, se muestra bajo el rótulo de lo simbólico, donde la autoflagelación, la violencia machista y el dolor son utilizados como armas, incluso políticas que reflejan el sufrimiento de generaciones de mujeres sobreexpuestas a la potente violencia de una sociedad descarnada, que no importa que, en este caso sea la argentina, porque en el fondo es el reflejo de la sociedad latinoamericana en términos más generales.
Hablar de las realidades crudas es en el fondo el uso del terror en la autora, porque lo sobrenatural combinadas con temáticas sociales son el marco perfecto para decir la realidad.
Los escenarios de estás historias están dotados de una personalidad propia, ya que ese espacio es un personaje más al interior de cada relato. Así, por ejemplo, Buenos Aires, con sus barrios callampas, como se dice en Chile, sus cementerios y sus leyendas urbanas; van tejiendo la vestimenta ideal para cubrir estas historias de una verosimilitud asombrosa.
Las supersticiones que se alimentan en estos relatos, fundan, por decirlo de alguna forma, las bases del “nuevo gótico”, que se ha desarrollado en Latinoamérica. Este género bebe de mitos urbanos, supersticiones y problemas sociales, que sólo por este lado del mundo se dan (tal vez en otros lados también, ande a saber uno), y que la autora adapta a la idiosincrasia argentina con una maestría impresionante y muy original.
Por último, el concepto del mal es presentado bajo una faceta ambigua, ya que ese mal no siempre nos queda muy claro en su origen. Ese mal, esa maldad; se disfraza con muchos rostros: locura humana, fuerza sobrenatural o crueldad sin justificación. Todo esto hace bien aterrador este conjunto de cuentos, dado que la perversidad se puede presentar en cualquier momento y bajo distintas formas o facetas, inclusive en los actos más cotidianos y simples de la vida. Definitivamente, un libro que se puede recomendar perfectamente sin temor a equivocarse.