Cuando tuve en mis manos y leí por primera vez la novela Siddhartha del escritor alemán, Hermann Hesse, tenía unos dieciséis años. Era un adolescente viviendo en los noventa y no tenía acceso directo a los libros, ni menos a Encarta 97 y un computador, para poder buscar cualquier dato. Sólo tenía algunos libros escolares, no muy ilustrativos para adquirir un conocimiento más acabado acerca de cualquier cosa que a uno se le ocurriera estudiar. Sin embargo, encontré el libro de Hesse en un banco de una plaza cualquiera, un día ya ido en el tiempo. Este suceso extraño y maravilloso, fue mi primer acercamiento al autor, al budismo y a la espiritualidad oriental. En esa época no dimensionaba lo trascendental que es el mensaje de la novela, para cualquier persona que busca algo en la vida; ese no sé qué, que anhelante de encontrar el sentido de la existencia, palpitaba en mí. En todo caso, aquello sigue latente en mi persona de diferentes formas. Lo importante será conocerse a sí mismo. Creo, al final de cuentas, que eso es lo que quiere decir esta obra literaria. Pero vamos por parte.
Para entender un poco más en profundidad las obras literarias del autor, y en especial ésta; su estilo literario y su visión del mundo, es necesario conocer ciertos datos de la vida de Hesse. Nacido en 1877, vivió una infancia marcada por la influencia misionera protestante de sus padres. Vivió unos primeros años de vida difíciles y una adolescencia caracterizada por un intento de suicidio. Crisis personales y búsqueda espiritual, se expresan en él desde muy temprano en su existencia. En su juventud, Hermann Hesse, ejerce distintos trabajos para ganarse el pan, y fue en uno de ellos, como dependiente en una librería; lo que generó al futuro escritor. Sus experiencias personales, un desencanto de la cultura occidental y sus lecturas filosóficas, allanan el camino para el desarrollo de su visión espiritual. Luego de la Primera Guerra Mundial y su trabajo en la Cruz Roja alemana atendiendo a prisioneros de guerra, ese interés acerca de la espiritualidad oriental termina por consolidarse en él, lo que lo llevaría a crear una de las literaturas más profundas y simbólicas que podamos leer actualmente. Las influencias poderosas en el alemán, que fueron clave en sus obras, y especialmente en su pensamiento; particularmente en el caso de la que nos ocupa hoy, acá en esta reseña de Siddhartha, van desde Los Upanishads, El Bhagavad Gita, El Tao Te Ching de Lao Tsé; hasta Carl Jung, por ejemplo. De esta manera nos podemos hacer una idea clara respecto de quién es el autor y forma de ver la vida.
Esta novela publicada en 1922, y que tuvo en los años sesenta del siglo XX una resonancia importante en el movimiento hippie; nos relata la vida del hijo de un brahman, que un buen día decide dejar el confort de su casta y experimentar el mundo. En esta obra, seguimos a Siddhartha (el protagonista) en las diversas etapas de su vida. En este sentido, presenciaremos que encontrará en su búsqueda espiritual, a distintos maestros y filosofías que no convencen al joven hijo del brahmán. Luego de estar en compañía de los samanas (ascetas itinerantes), junto con su amigo de la infancia, Govinda, el joven Siddhartha, escucha acerca de un gran sabio que pulula por la antigua India y que ha alcanzado la Iluminación. El joven decide dejar, por lo tanto, a los samanas y a Govinda atrás, porque considera que estas personas no lo ayudan a encontrar lo que busca: el autoconocimiento y la iluminación. Lo que anhela el hijo del brahmán, en otras palabras, no es una doctrina específica, sino más bien experimentar lo que se entiende como la unidad del ser. En otras palabras esto quiere decir que, el joven indio, indaga la manera de encontrar cómo todo en el universo está interrelacionado o interconectado, y todo es parte de una misma esencia divina o cósmica. El príncipe explora aquello que está tratando de encontrar; y toda la novela nos habla de esa búsqueda incansable a través de la experiencia directa con el mundo, pero el mundo se muestra, en la obra, como esa tensión constante entre los opuestos: espíritu y cuerpo, placer y ascetismo, por ejemplo. Ahora bien, lo que el futuro lector de esta novela debe tener en cuenta es que la experiencia personal, en ese indagar del joven Siddhartha, apunta a que la real sabiduría que persigue, no se encuentra en los libros o en las doctrinas entregadas por los hombres, sino que en la mera experiencia del vivir. Por esta razón el joven practicante espiritual, deja atrás la doctrina entregada por Gotama; una vez que lo conoce y sabe de las enseñanzas del Buda. Bajo esta lógica del protagonista, se puede comprender la diferencia entre el personaje de Govinda y Siddhartha. El primero, también se encuentra en la misma búsqueda que lleva a cabo el joven príncipe, sin embargo, no es capaz de darse cuenta que debe seguir un camino propio, como lo hace su amigo de toda la vida. Es por eso que toman rutas diferentes, ambos personajes.
Avanzado el tiempo, el hijo del brahman, llega a tener contacto con diferentes personajes. Así surgen en el horizonte; Kamala, una hermosa y experimentada cortesana que enseña al protagonista, el arte del amor físico. A la postre, la pareja tendrá un hijo, que resultará una enseñanza conflictiva para Siddhartha. Gracias a la cortesana, el aspirante al Nirvana, conoce a Kamaswami; un astuto y rico comerciante que lo toma como empleado y le enseña el arte del comercio. El personaje principal de esta historia, así, siguiendo los consejos del comerciante, se vuelve rico, acumulando una cuantiosa fortuna. Se vuelve un ávido apostador y vividor, llegando a tener todo lo que el mundo materialmente puede dar. El deseo y el apego, junto con el placer que pueden dar las cosas transitorias no logran satisfacer a Siddhartha. Cuando éste llega al río, –en una de los momentos más espirituales, a nuestro juicio, en la novela– y decide quedarse a trabajar con Vasudeva, quien es el barquero que ayuda a las personas a cruzar el río; él ha dejado atrás su vida de riqueza y su paso por el mundo del Samsara. En este punto, Siddhartha se encuentra despojado de sus posesiones materiales y de sus ilusiones, y de todo aquello que lo amarra a este mundo. Desde una perspectiva mundana, podría considerarse que ha llegado al río sin nada, casi como "basura"; despojo del mundo humano, y que se ha abandonado a sí mismo. Sin embargo, es precisamente a través de su tiempo con Vasudeva, escuchando el río y aprendiendo de su sabiduría, que Siddhartha encuentra una comprensión más profunda de la vida y alcanza la iluminación. Vasudeva, aunque humilde y sencillo, se convierte en un guía espiritual crucial para Siddhartha. Lector: póngale ojo al humilde barquero, se sorprenderá.
Por lo tanto, la llegada de Siddhartha al río, despojado de su pasado, y su encuentro con Vasudeva, quien le enseña a encontrar la sabiduría en lo aparentemente simple, podría interpretarse en relación con esa idea de despojamiento y renacimiento. En esta novela, el río, es un ente que enseña la naturaleza cíclica de la vida. Es el representante de la simultaneidad de todos los tiempos en el presente. Esto quiere decir, que si leemos esta novela en capas, nos podemos dar cuenta que hay una profunda reflexión acerca del tiempo y su naturaleza. Nos damos cuenta, de esta manera, que el tiempo no es tan lineal y absoluto, como creemos cotidianamente. El pasado y el futuro tienen una tangible influencia en nuestro presente, bajo este modo de pensar, podemos tomar conciencia que tenemos la capacidad de conectar con diferentes momentos a través de la memoria, la experiencia y la imaginación. Esto es como si hubiese una sensación subyacente de conexión entre todos los momentos, aunque no siempre seamos conscientes de ello.
Bueno, ante esta pequeña reflexión solo queríamos invitarlos a leer esta espectacular novela de Hermann Hesse. Es, definitivamente, una obra que nos enseña mucho; nos muestra un camino acerca de la verdad de la vida, del sentido de la experiencia y el sentido de la amistad, el amor, el dinero, el placer y las cosas. También nos puede dar a conocer ciertos caminos que podemos elegir para vivir la vida y aceptar sus etapas. Seguir nuestra propia senda, nuestra propia verdad, nuestras propias reflexiones sobre la naturaleza de la vida; y así poder entender que a través de la experiencia personal podemos encontrar, tal vez, el camino a la sabiduría.