El primer libro que leo de Stephen King, "Dolores Claiborne", ha resultado ser un verdadero hallazgo. Me alegra partir mis lecturas de este autor con este libro, porque lo he sentido muy humano, es decir, aborda temas y asuntos que escapan un tanto de lo extraño o sobrenatural a secas, y se adentra más en las complejidades del alma humana, cuando ésta es puesta al límite.
Sé que King es un autor reconocible por ser un maestro que maneja muy bien el horror y el suspenso en sus relatos, pero acá, reitero, estamos ante otra cosa. El abuso sexual, la violencia doméstica, la lucha por la sobrevivencia manteniendo un trabajo extenuante y de alta exigencia, son algunos de sus elementos. Como también lo es la venganza.
Dolores es sospechosa de la muerte de su patrona, Vera Donovan, una mujer anciana, viuda y acaudalada. Ella trabaja para la millonaria mujer hace décadas, desempeñando labores de ama de llaves, y en la última etapa en la vida de la anciana, hará las veces de dama de compañía. Vera es un personaje complejo desde el punto de vista de la convivencia cotidiana. Dolores irá conociendo los gustos de su patrona, sus manías, sus miedos (como el que le tiene a las pelusas, lo cual tendrá un papel importante en la vida de la millonaria anciana), sus reacciones ante a aquellas cosas que no le agradaban y que perturban sus rutinas y tranquilidad, e, incluso, sus berrinches más ridículos e ilógicos, cómo cuando la anciana ensucia de excremento toda su cama y su habitación, por el sólo hecho de joder la existencia a Dolores. Evidentemente la demencia como enfermedad la aquejaba, pero esto nunca se muestra como tal en la obra, aunque se puede inferir. La señora Donovan también será una pieza clave en la vida de Dolores Claiborne, ya que ella le abrirá el camino a su ama de llaves, para “solucionar” el problema capital en la vida de Dolores: Joe St. George, su marido. Lo que se puede adelantar de este personaje se asocia a una serie de cualidades negativas y conductas morales condenables, bajo cualquier punto de vista.
En la novela hay momentos en que el relato, que es un gran monólogo interior, nos permite percatarnos de la dimensión dual del personaje de Dolores. Es decir, es una persona frágil pero a la vez completamente dura, resistente y en parte gracias a Vera. Su patrona le demuestra cómo, a veces, en la vida de una mujer, ésta tiene que ser una cabrona. “Ser una cabrona es lo único que le queda a una mujer”, decía Vera, con esa cara de no importarle nada ni nadie. Estas palabras se las dice Vera a Dolores en un contexto de resistencia, de intimidad y desahogo, ya que su patrona conoce todo lo que le está pasando a la señora St. George con su marido e hijos. Una vez que Dolores comienza a hablar en la comisaría para aclarar la muerte de su patrona, da a conocer el crimen que ella cometió para librarse de su marido en el pasado. Era lo que su consciencia necesitaba hacer para estar en paz: contarlo todo, aprovechando la declaración por la muerte de Vera Donovan.
Para llevar a cabo su crimen, Dolores utiliza como escenario el ficticio eclipse del 20 de julio de 1963, que recorrió la isla de Little Tall, en el estado de Maine, Estados Unidos por aquellos días. El viejo pozo de la casa de los St. George será la lápida para Joe, quien estuvo a punto de salir con vida de la celada de su esposa. Guiado hasta su lecho de muerte por la codicia y la ira, el hombre caerá en la trampa que le ha tendido la madre de sus hijos.
El amor como leitmotiv del crimen es extraño o quizás paradójico, porque fue el amor maternal lo que le dió el impulso a Dolores, por sobre el amor (o su frente lisa) que alguna vez le sintió a Joe, para darle el golpe final a su marido. A fin de cuentas fue el amor la sustancia que le dió el valor a la desventurada mujer para llevar las cosas hasta el final. No importa cuál de todos los tipos que existen haya sido lo que movió a Dolores, pero fue el amor sin duda a final de cuentas. También fue un tipo de instinto de supervivencia que se activó en la mujer. La idea de proteger a sus hijos y, especialmente a la hija adolescente abusada por su padre. Tampoco la abnegada madre quería que sus hijos heredarán las costumbres, forma de ver el mundo y cultura de su marido; ese fue otro elemento que le otorgó la valentía necesaria y, además, esa forma de ser cabrona, coronó todo para no dudar ni un segundo, que eso era lo que tenía que hacer y que no había otra salida al asunto. Las escenas y situaciones que presenta esta obra son de un realismo psicológico que profundiza en las motivaciones, sentimientos y pensamientos de los personajes, como también son crudas y conmovedoras. El estilo es evocativo-monólogo y, en términos de estructura narrativa, la temporalidad es como un zig zag que va desde el pasado hasta el presente, mientras la ya vieja Dolores Claiborne va vomitando toda su historia al detective que la escucha atentamente.
Es extraño cómo a veces la vida juega sus dados con las personas. La expresión “nadie sabe para quien trabaja” se ajusta perfectamente a lo que le sucedió a Dolores al final de la novela. La fortuna como una diosa que toca la vida de la ama de llaves sin que ella se lo haya propuesto, es algo que no se puede pasar por alto. La desgraciada muerte de Vera fue, en el fondo, lo que le permitiría a su dama de compañía, cambiar su vida para siempre. La vida es un azar caprichoso y eso queda demostrado de manera categórica, a nuestro juicio. Sin embargo, eso es relativo y la interpretación que haga cada lector de este libro al final es lo que cuenta. Sin duda esta fue una lectura muy interesante desde el punto de vista de la técnica narrativa y de la inspiración para escribir la obra, que fue de un caso de la vida real, para armar una historia que engancha al lector desde sus primeras páginas. Como dije al principio de esta reseña, la lectura de este libro fue un hallazgo que me dejó bastante conforme y con ganas de seguir indagando en la literatura del norteamericano.
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