miércoles, 29 de enero de 2025

Los dolores de Dolores

El primer libro que leo de Stephen King, "Dolores Claiborne", ha resultado ser un verdadero hallazgo. Me alegra partir mis lecturas de este autor con este libro, porque lo he sentido muy humano, es decir, aborda temas y asuntos que escapan un tanto de lo extraño o sobrenatural a secas, y se adentra más en las complejidades del alma humana, cuando ésta es puesta al límite. 


Sé que King es un autor reconocible por ser un maestro que maneja muy bien el horror y el suspenso en sus relatos, pero acá, reitero, estamos ante otra cosa. El abuso sexual, la violencia doméstica, la lucha por la sobrevivencia manteniendo un trabajo extenuante y de alta exigencia, son algunos de sus elementos. Como también lo es la venganza. 

Dolores es sospechosa de la muerte de su patrona, Vera Donovan, una mujer anciana, viuda y acaudalada. Ella trabaja para la millonaria mujer hace décadas, desempeñando labores de ama de llaves, y en la última etapa en la vida de la anciana, hará las veces de dama de compañía. Vera es un personaje complejo desde el punto de vista de la convivencia cotidiana. Dolores irá conociendo los gustos de su patrona, sus manías, sus miedos (como el que le tiene a las pelusas, lo cual tendrá un papel importante en la vida de la millonaria anciana), sus reacciones ante a aquellas cosas que no le agradaban y que perturban sus rutinas y tranquilidad, e, incluso, sus berrinches más ridículos e ilógicos, cómo cuando la anciana ensucia de excremento toda su cama y su habitación, por el sólo hecho de joder la existencia a Dolores. Evidentemente la demencia como enfermedad la aquejaba, pero esto nunca se muestra como tal en la obra, aunque se puede inferir. La señora Donovan también será una pieza clave en la vida de Dolores Claiborne, ya que ella le abrirá el camino a su ama de llaves, para “solucionar” el problema capital en la vida de Dolores: Joe St. George, su marido. Lo que se puede adelantar de este personaje se asocia a una serie de cualidades negativas y conductas morales condenables, bajo cualquier punto de vista. 

En la novela hay momentos en que el relato, que es un gran monólogo interior, nos permite percatarnos de la dimensión dual del personaje de Dolores. Es decir, es una persona frágil pero a la vez completamente dura, resistente y en parte gracias a Vera. Su patrona le demuestra cómo, a veces, en la vida de una mujer, ésta tiene que ser una cabrona. “Ser una cabrona es lo único que le queda a una mujer”, decía Vera, con esa cara de no importarle nada ni nadie. Estas palabras se las dice Vera a Dolores en un contexto de resistencia, de intimidad y desahogo, ya que su patrona conoce todo lo que le está pasando a la señora St. George con su marido e hijos. Una vez que Dolores comienza a hablar en la comisaría para aclarar la muerte de su patrona, da a conocer el crimen que ella cometió para librarse de su marido en el pasado. Era lo que su consciencia necesitaba hacer para estar en paz: contarlo todo, aprovechando la declaración por la muerte de Vera Donovan. 

Para llevar a cabo su crimen, Dolores utiliza como escenario el ficticio eclipse del 20 de julio de 1963, que recorrió la isla de Little Tall, en el estado de Maine, Estados Unidos por aquellos días. El viejo pozo de la casa de los St. George será la lápida para Joe, quien estuvo a punto de salir con vida de la celada de su esposa. Guiado hasta su lecho de muerte por la codicia y la ira, el hombre caerá en la trampa que le ha tendido la madre de sus hijos.

El amor como leitmotiv del crimen es extraño o quizás paradójico, porque fue el amor maternal lo que le dió el impulso a Dolores, por sobre el amor (o su frente lisa) que alguna vez le sintió a Joe, para darle el golpe final a su marido. A fin de cuentas fue el amor la sustancia que le dió el valor a la desventurada mujer para llevar las cosas hasta el final. No importa cuál de todos los tipos que existen haya sido lo que movió a Dolores, pero fue el amor sin duda a final de cuentas. También fue un tipo de instinto de supervivencia que se activó en la mujer. La idea de proteger a sus hijos y, especialmente a la hija adolescente abusada por su padre. Tampoco la abnegada madre quería que sus hijos heredarán las costumbres, forma de ver el mundo y cultura de su marido; ese fue otro elemento que le otorgó la valentía necesaria y, además, esa forma de ser cabrona, coronó todo para no dudar ni un segundo, que eso era lo que tenía que hacer y que no había otra salida al asunto. Las escenas y situaciones que presenta esta obra son de un realismo psicológico que profundiza en las motivaciones, sentimientos y pensamientos de los personajes, como también son crudas y conmovedoras. El estilo es evocativo-monólogo y, en términos de estructura narrativa, la temporalidad es como un zig zag que va desde el pasado hasta el presente, mientras la ya vieja Dolores Claiborne va vomitando toda su historia al detective que la escucha atentamente. 

Es extraño cómo a veces la vida juega sus dados con las personas. La expresión “nadie sabe para quien trabaja” se ajusta perfectamente a lo que le sucedió a Dolores al final de la novela. La fortuna como una diosa que toca la vida de la ama de llaves sin que ella se lo haya propuesto, es algo que no se puede pasar por alto. La desgraciada muerte de Vera fue, en el fondo, lo que le permitiría a su dama de compañía, cambiar su vida para siempre. La vida es un azar caprichoso y eso queda demostrado de manera categórica, a nuestro juicio. Sin embargo, eso es relativo y la interpretación que haga cada lector de este libro al final es lo que cuenta. Sin duda esta fue una lectura muy interesante desde el punto de vista de la técnica narrativa y de la inspiración para escribir la obra, que fue de un caso de la vida real, para armar una historia que engancha al lector desde sus primeras páginas. Como dije al principio de esta reseña, la lectura de este libro fue un hallazgo que me dejó bastante conforme y con ganas de seguir indagando en la literatura del norteamericano.  


jueves, 16 de enero de 2025

La fortuna de un náufrago

Ocultar la verdad, pasar por alto las leyes o normas y sobrevivir ante las inclemencias del mar caribe, son los ingredientes esenciales del libro “Relato de un náufrago” de Gabriel García Márquez. Vamos por parte: primero, esta historia es verídica. Es la historia de un náufrago jovencísimo, marino raso del destructor Caldas, de la marina de guerra de Colombia. Él cae de cubierta, junto con otros compañeros marineros y mucha mercancía que se transportaba irregularmente, tras movimientos violentos generados por la previa de una tormenta en ese momento. La tragedia ocurrió a un día de navegación frente a las costas de Cartagena de Indias, Colombia, el 28 de febrero de 1955. Luis Alejandro Velasco, el náufrago, tuvo que resistir por diez días el hambre, la sed, los tiburones y un sol inclemente que lo abrazaba ferozmente durante todo el tiempo de la sobrevivencia. 

El relato marca el debut literario del joven periodista, por ese entonces, Gabriel García Márquez, quien trabajaba para el periódico “El Espectador”. El joven marinero se acerca al futuro Nobel de Literatura con la intención de vender su historia, la cual es novelada por el escritor, entregada al público lector, escrita en primera persona. La obra fue un éxito. Pero la notoriedad alcanzada por el relato en su momento, no estuvo exenta de polémica: por una parte las autoridades marítimas, que se regían bajo el gobierno de facto de Gustavo Rojas Pinilla, negaron el hecho en su momento y desconocieron todo el apoyo que le habían prestado al desventurado marinero. Por otra parte, entre el escritor colombiano y Luis Velasco hubo entreveros judiciales por los derechos de autor de la obra, al inicio de la década de los ochenta. 


La historia es sencilla para el lector, pero a la vez, es extremadamente compleja para Luis Velasco quien no sabe cómo sobrevivir en el inicio de su peripecia, y, por cierto, no encontrará nada que lo mantenga vivo, sino su determinación de no dejarse morir, aunque si hay un par de hechos que le ayudarán a sobrevivir. En el comienzo del relato se establece cómo son los compañeros de Luis y lo que hacían en tierra: ir a ver películas al cine con las novias de turno e ir a bares para pasar el tiempo, ya que el acorazado estaba en faenas de reparación en el país norteamericano, por un lapsus de unos ocho meses. Cuando los marinos del destructor Caldas debían zarpar rumbo a Cartagena de Indias, muchos de ellos habían perdido su capacidad de aguantar los mareos de la embarcación. Aquello debían prácticamente aprender nuevamente, porque el tiempo pasa y lo que no se practica queda relegado al baúl del olvido, como todo en la vida humana. 

El relato avanza rápidamente al momento de la tragedia, y ya en el capítulo tercero, se nos muestra cómo cada uno de los compañeros de Luis, que han caído al mar, van sucumbiendo ante las inclemencias de un océano embravecido. Inevitablemente, Luis, queda solo pero se libra de la muerte en una rudimentaria balsa que logra alcanzar azarosamente. La consciencia de la muerte de sus compañeros y la soledad hacen sentir al náufrago un miedo indescriptible: “Mi primera impresión, al darme cuenta de que estaba su­mergido en la oscuridad, de que ya no podía ver la palma de mi mano, fue la de que no podría dominar el terror.” No obstante al miedo, Luis, logra superar el miedo y sigue adelante a pesar de todo.


La resiliencia y la perseverancia para mantenerse con vida, (mención especial para su juventud) son dos elementos claves para entender la mente de este superviviente, ya que sin estas actitudes, el joven náufrago hubiera sucumbiendo rápidamente ante la presión y las inclemencias de la naturaleza. ¿Cuáles son los recursos que puede darle la naturaleza a un hombre en esa situación? Muy pocos, sin embargo, a veces la vida sorprende y puede entregar pequeños aportes que si logramos dejar de lado los escrúpulos, éstos nos pueden salvar la vida y mantenernos a flote, literalmente. Las gaviotas, los peces e incluso el agua de mar, otorgan esa cuota de esperanza para una persona que se encuentra al límite. También es importante, en el ser humano, la capacidad de observación del medio en que uno se encuentra. Esta capacidad ayuda a que las personas no se dejen abandonar a su suerte, y en cierta forma, nos colabora en el momento de mayor dificultad, cuando la fortuna te da un empujón. Revise el lector el capítulo que versa acerca del cambio en el color de las aguas, mientras él seguía a la deriva en el océano, en el mar del caribe. Esto fue fundamental para el joven marino, porque le dió la certeza de que tenía esperanzas, posibilidades de seguir con vida, debido a la proximidad de la costa y todo lo que esto implica en términos de sedimentos que llegan de la tierra al mar y que hacen cambiar la tonalidad de las aguas. La observación como base en el progreso humano y también en situaciones de sobrevivencia. Establecer relaciones, patrones y detalles con atención es, en el fondo, percibir y analizar. Esto es la base del progreso; es en esencia, para Luis la delgada linea entre la vida y la muerte.

Nuestra intención es reseñar este libro, sin la pretensión de hacer un resumen excelso del mismo. La idea es dar a conocer lo fundamental para que los lectores descubran en sus propias lecturas, aquello que les haga sentido del texto, y en este sentido, logren valorar el mensaje que cada obra esconde. Por lo tanto, para concluir, es necesario tener presente que en cada tragedia humana, siempre hay una cuota de fortuna (negativo o positivo), que determina el destino del hombre. Es como si los dioses tenían claro que de alguna manera, Luis Velasco, no debía morir en 1955 sino que en el año 2000 a los 66 años de edad aquejado de un cáncer. Es como si la Moira hubiese querido que García Márquez transfiera esta historia de sobrevivencia y sacrificio humano, a todos aquellos que se sientan atraídos por esta historia, para extraer una lección clara respecto de que la determinación humana es algo que incluso los dioses desconocen.

viernes, 10 de enero de 2025

El sonido y la furia en cuatro días

Leer “El sonido y la furia” de William Faulkner es sumergirse en un mar tortuoso desde el punto de vista narrativo. A la vez, también, es conocer la profundidad del alma humana. Es conocer la historia de los Estados Unidos, especialmente, de las tierras del sur de ese país, a través de la genialidad de inventar, por ejemplo, un condado ficticio, llamado “Yoknapatawpha". Este autor, premio Nobel de Literatura, se inscribe en la lista de aquellos autores que han creado sus propios escenarios narrativos, y que han hecho cánon en la historia de las letras, a la usanza de Rulfo o García Márquez. Finales del siglo XIX y principios del XX, son los marcos epocales para esta historia, la cual admite otra gran genialidad de Faulkner: sólo en cuatro días nos cuenta las miserias y la decadencia de la familia Compson. Familia, latifundista, que históricamente su fuente de ingresos fue el algodón, misma materia prima que irá con los años decayendo en los mercados y que será, de una u otra forma, parte de la caída socioeconómica de la familia Compson. En cuatro días de relato, tenemos acceso a la vida de los Compson como lectores. La técnica narrativa utilizada no es secuencial, plasmando cuatro días seguidos en la vida de estos personajes, sino que se presenta un tiempo no lineal: 


• 7 de abril de 1928

• 2 de junio de 1910

• 6 de abril de 1928

• 8 de abril de 1928

Esta estructura hace que la lectura sea un tanto desafiante junto con otras técnicas narrativas que utiliza el autor, tales como un lenguaje experimental, flujo de la consciencia y múltiples narradores. En el sentido de los narradores, destacan las voces, a juicio personal, de Benjy, Quentin y Jason. El caso de Benjy es especial y amerita la compasión absoluta e incuestionable del lector. Uno termina queriendo a este personaje. Saber cómo un ser humano con discapacidad mental, es visto como una carga y un castigo por parte de su propia familia –esta es la impresión que me deja la lectura respecto de la actitud familiar para con Benjy–, es algo que a muchos futuros lectores de esta novela, puede indignar, sobretodo cuando nos llegamos a enterar cuál es el paradero de este personaje al final de la obra. La parte que narra este personaje contiene la real furia, que ejercía la familia en su contra. Esto resulta ser de una indolencia descarada, que Benjy la siente y la tolera, tratando de alzar su voz ante el atropello (quizás esta interpretación es exagerada de mi parte), con berreos que son el seco sonido de su desesperación no escuchada. Él ha perdido su prado, que ha sido vendido para costear los estudios del hermano, que decide suicidarse a son de lo que el lector descubra. Benjy, además, pierde el fuego y su… en fin, no queremos poner en alerta con lo que el lector se pueda encontrar en esta obra. Es acá, en todo caso, la expresión de mayor humanidad de la obra, pero también la más desafiante de entender. Hay que tomar en cuenta que en Benjy estamos en presencia de un lenguaje especial, que transmite lo que ve y siente el Compson más desprotegido, en relación a la vida cotidiana junto a su familia y a los negros. 

Aquí destacan la figura de Dilsey, aquella sirvienta-cocinera de los Compson, que a su vez es una suerte de matriarca negra que ha sido la testigo silenciosa e histórica de la ruina de sus “empleadores”. La impresión que da la relación que tiene con los Compson es de una esclava con sus amos. Sin embargo, en algún momento de la historia, Jason, cuando ya tiene que rematar sus bienes, puesto que las circunstancias lo ameritan, manifiesta que los Compson se han librado de los negros, y que de alguna forma esto no se ha dado a la inversa. Los sirvientes negros en la obra representan ideas interesantes y dignas de ser repasadas. Ejemplo de ello se dan en los contrastes sociales y las costumbres religiosas que tienen los negros. A pesar de la vida sacrificada y postergada de la gente de color, estos personajes representan de alguna forma una especie de resistencia ante las injusticias que se viven en los estados sureños del Estados Unidos de esos tiempos. Luster y su abuela, Dilsey, son observadores mudos de las relaciones familiares tortuosas de los Compson. El amor, el honor, el odio, la culpa y la traición son temas fundamentales en esta obra, y son la piedra angular que sustenta esta obra, y de alguna forma los negros entienden estas ideas y las callan sin intervenir mayormente. Es complejo que el lector descubra estos aspectos esenciales, la novela se torna difícil de comprender a ratos. 


Quentin comete supuestamente incesto con su hermana Caddy; la culpa los debería carcomer, pero expresamente eso no se aprecia en la historia. Se sabe que la hermana de Quentin tiene un hijo fuera de su matrimonio. Piensen, queridos lectores, que este personaje es crucial para la familia Compson; se puede considerar el centro emocional de los suyos, y cuando queda embarazada, esto genera el inicio del fin para esta familia. Es expulsada, ya que ha traicionado los valores tradicionales de la familia, que son los de la sociedad norteamericana de la época, y, por tanto, trata de criar a su hija, Quentin (el nombre del bebé es el de su hermano muerto, ¿rebeldía?), de la mejor manera posible. Un día Caddy deja a su hija en la puerta de la casa de sus padres y nunca más aparecerá. Eso sí, se preocupa de la manutención económica de su hija y envía regularmente recursos para ello. Acá, otro punto clave que involucra a Jason. No mencionaré mayor detalle al respecto, para que el lector vea por sí mismo qué sucede aquí, en este aspecto.

Jason merece un párrafo aparte. Este personaje personifica una serie de atributos que dejan bastante que desear en cuanto a su comportamiento y las relaciones que establece, especialmente, con su sobrina Quentin. Los lectores sabrán juzgar las acciones de Jason. Sólo decir que su actitud traicionera es el reflejo del ser humano frío, ambicioso, resentido y manipulador. Ustedes sabrán entender el porqué de su resentimiento respecto a su trabajo y lo que él deseó tener como puesto laboral soñado, por ejemplo. Su resentimiento nace de la relación con su hermana Caddy, pues la culpa de la decadencia de la familia, considerándola una “zorra”. Utiliza su posición de poder para controlar a su sobrina y a su madre, especialmente en la época en que el patriarca Compson ha muerto. Su temperamento es violento y explosivo. Es capaz de cometer los actos más violentos, por lo menos esa fue la impresión que me dejó. Esa forma de ser se extiende a los sirvientes y a cualquier persona que no vaya en su misma línea. Se muestra egoísta e interesado por su propio bienestar. En definitiva este personaje da a conocer al lector que es el representante de la decadencia moral y material de su familia, dejando tras de sí, una atmósfera de desolación y desesperanza. Hay que ponerle ojo a este personaje para entender bien la dinámica familiar y la tragedia de la cual es su rostro. ¿Qué otros adjetivos podemos darle? Bueno, pienso en dos: antipático y repulsivo, como el que más.

A modo de despedida, lo único que me queda por decir, es que esta obra me sorprendió para bien. Mi padre me regaló el libro por allá en el 2017, pero no me había nacido leerla y ahí se quedó en mi biblioteca hasta la semana pasada, cuando me aventuré en sus páginas. No niego que fue compleja su lectura y que me tomó un poco más de tiempo consumirla. Un par de veces tuve que pedir asistencia a los prodigios de la modernidad para aclarar dudas. Sin embargo, ante las complejidades de su lectura, es una obra que vale la pena en todos los sentidos, porque nos invita a darnos cuenta que la miseria humana está más cerca de lo que pensamos, incluso en la misma familia. También nos invita a pensar en aquellos que son más débiles ante aquel que ostenta más poder, y, de cómo, la verdad y la libertad son valores fundamentales que se deben buscar y saber que, los que nos envidian y odian, puede limitar nuestra libertad, y también, cómo la verdad o la mentira, juegan un papel fundamental a la hora vivir una existencia plena y en paz. 

sábado, 4 de enero de 2025

Las redes sociales y sus redes

A propósito del poema “Hueso” de Óscar Hanh, he reflexionado que bajo todos los puntos de vista y en última instancia, estamos condenados a la vanidad, estupidez y la hipocresía más absoluta que existe, y no lo digo por decir; lo manifiesto porque cada día que pasa, se presenta con mayor potencia esta idea en la sociedad. Este Pathos vanidoso, hipócrita y hedonista es como si fuese una especie de dolor punzante, de droga paralizante, pero es un dolor real, por lo menos para nosotros, esto nos causa una gran punzada dolorosa. La preocupación aparece y se somatiza. Aparece en alguna parte del cuerpo, está allí todo el tiempo, molestando, entorpeciendo el correcto discurrir de los días y de la vida normal; aquella que es pensada y que se detiene un tiempo para masticar la realidad. Me refiero a algo que excede al sentido común, el buen criterio y que roza la imbecilidad: la vanidad (y muchas otras sub manifestaciones que tiene) y las ansias de figurar como sea en las famosas redes sociales. Esto se muestra de diferentes maneras y aborda diferentes temas. ¿Qué me hizo pensar en estas cosas? Lo menciono arriba: fue gracias al poema “Hueso” del poeta chileno Óscar Hanh que llegó a mí nuevamente. Ya he perdido la cuenta de las veces que lo he leído. Pero esta vez generó una honda reflexión respecto de esta y otras cosas. 


La vanidad humana está en todas partes y se manifiesta de múltiples formas. La cultura humana es portentosa y abarca todo el planeta. La irrupción de la tecnología digital y las redes sociales, han dado tribuna para que todos expongan su ser de la mejor manera que puedan, aunque dudamos que los multimillonarios creadores de las redes sociales hayan tenido una intención altruista cuando dieron vida a estos pequeños medios de comunicación personales. También dudamos que alguna vez se utilicen, por la inmensa mayoría de las personas de este planeta, adecuadamente las benditas redes sociales. Fomentar conocimiento y cultura conducente deberían ser los ideales de la sociedad, sin embargo, es todo lo contrario en estos escaparates comunicativos: banalidad, sexualizar todo aquello que se pueda vender y comprar y, por supuesto, una infinidad de estupideces. Pensemos en aquella niña (sí, vamos a tomar el caso de las mujeres, por ser el más paradigmático en relación al tema que abordamos), que a sus tiernos diez años está en aquella zona intermedia que va entre la infancia y la pubertad, lo que es la puerta de la adolescencia. Pensemos y tomemos conciencia que a esa edad la mayoría de las niñas comienzan a centrar su atención en su aspecto físico, en el maquillaje que usarán para ir a un evento de la escuela, la vestimenta a ocupar en alguna junta con sus amigas, etc. Pensemos también que a esa niña la acompaña un teléfono inteligente; estos aparatos espectaculares que tienen como cuatro cámaras (cada una mejor que la otra) para captar fotos y videos de la vida íntima de cada ser humano. Esta idea a nuestro gusto es muy maquiavélica, puesto que de alguna forma hace de cada uno, un criminal, que roba de su propia intimidad, para luego venderle esa privacidad de la vida personal a otra persona que a su vez hace lo mismo que los demás. Eso es muy criminal: al final terminas, como dueño de una red social, lucrando con la vida ajena. Pero esto es un botón para la muestra, ya que el asunto da para mucho. 


“Detrás de toda gran fortuna hay un crimen”. Esta cita se le atribuye a Balzac y aparece en la obra de Mario Puzo, “El Padrino”. El lector se preguntará, sin duda, si esta cita tiene que ver con lo que estamos hablando, y claro que sí. Acá el crimen está en el daño cultural y social que han hecho las RRSS. Es evidente que estas plataformas comunicacionales reportan millonarias ganancias diarias a quienes son sus dueños. El combustible de estas máquinas de hacer dinero es el ego, la validación social mediante una cultura de la ostentación de aquella persona que muestra su vida en estos escaparates digitales. El código de comunicación no es el signo lingüístico, sino que la imagen en movimiento. El video corto muestra lo que realmente nos está pasando: la pérdida de nuestra humanidad, de nuestra esencia. Entiéndase que acá hablamos acerca de las ansias de trascendencia integral, en un sentido humanístico. También se puede entender así este fenómeno. Y esto pasa específicamente por el extravío casi irreversible de la palabra. Es la palabra y su uso no pueril y dedicado a la reflexión más profunda de uno mismo y la realidad circundante, lo que nos permite llegar a esa trascendencia. Pero este no es el tema del que ahora quiero ocuparme por completo. La idea de la pérdida del lenguaje es aquello que puede entenderse como una manifestación más dentro de este gran fenómeno de la RRSS, que tiene que ver con la decadencia social y cultural, por lo menos en esta parte del mundo se está dando así. 

En las tan valoradas redes sociales, las personas usuarias de estas plataformas comunicativas, que esencialmente son niños que van desde los ocho años en adelante y, por cierto, adolescentes (¡sí que los hay!) y algunos otros que ya están bien pasaditos para los bailecitos y las selfies de sus cuerpos, enseñando traseros, senos y curvas varias, pierden su condición más humana: la reflexión. Es cosa de analizar un tanto las redes, para saber cuál es el “contenido” que predomina. Hoy se da el fenómeno que plantea Gregorio Luri (2017), aquel sociólogo español, que plantea que estamos viviendo una inversión de roles etarios: los pubers quieren ser adultos (sobretodo las niñas con altos niveles de sexualización de sus contenidos que comparten en redes) lo más rápido posible, y aquel, de los adultos de treinta años y un poco más, que quieren alargar lo más posible una adolescencia ya ida, sin tener encima de sus hombros la carga de las responsabilidades, etc. Esto es lo que se denomina, quizás de manera peyorativa, el síndrome de “Peter Pan”. ¿Realmente estamos en ese momento de la humanidad en el cual los nuevos “adultos” han perdido la brújula respecto de aquellas etapas de la vida que se van quemando, y que naturalmente, van quedando atrás en la vida? Este es un fenómeno social al cual se le debe poner atención, ya que es un indicador claro del extravío mental que generan las redes sociales, incluso en adultos, que por lógica deberían mostrar seriedad y responsabilidad, y sin embargo, sólo desean diversión y aceptación de los otros en las RRSS. Hoy, cuando estamos escribiendo este artículo, nos hemos enterado en la prensa nacional, que un padre hace que su pequeña hija de cinco años sin casco, maneje una moto de alta velocidad en una carretera a alta velocidad, mientras el hombre la grababa muy relajado viajando de copiloto. La irresponsabilidad y estupidez es infinita en algunos; acá un botón para la muestra. En el video que el hombre sube a sus redes, el lema del registro es: “mi hijita será tranquilita”. ¿Por qué hace esto este hombre? Respuesta: validación social en redes y una actitud infantil exacerbada, en la cual las ansias de figurar en estas plataformas son más fuerte que el sentido común, el buen criterio y la responsabilidad parental. Lo que uno puede ver acá es (aparte de la imbecilidad) que las personas pierden la barrera entre lo real y lo imaginario. Esto es lo que le sucede a aquellos adolescentes de treinta años y a los auténticos quinceañeros. Aquellos (adultos o adolescentes) que viven en un mundo paralelo, que se potencian en un medio social en el cual, cada vez hay con mayor fuerza, más aparatos celulares y conexión a la web, son las reales víctimas de este cuento. Según Del Petre, A. y Redon Pantoja, S. (2020): “el 42% de la población mundial tiene acceso a internet. El 78% de los adolescentes en Chile tiene un perfil creado en redes o juegos.” Las relaciones de proyección y participación que generan las redes no son las adecuadas a nuestro modo de ver el asunto. Las redes serán otra forma de ser, de existir en una realidad paralela; pero qué realidad más triste y falsa, en la cual estás esclavizado a validar tu yo por todas partes para tener cabida en ese mundo. Te autodefines perpetuamente donde estás obligado a ser una o más identidades para poder habitar en la red, cómo bien lo establecen Del Petre, A. Y Redon Pantoja, S. (2020). Los valores y prioridades de la red, en primera instancia están determinados por algoritmos de IA, que conducen los valores y prioridades de los usuarios en la red, incluso son determinantes en procesos eleccionarios, en democracias tan sólidas como la estadounidense. ¿Qué tanto más le podría hacer a niños, adolescentes y “adultos” infantilizados? Éstos se deben a su audiencia real o imaginaria y también se deben a la percepción que ellos mismos tienen de sí y de sus públicos y viceversa. Sin estos elementos estos usuarios pierden su centro, el sentido de sus vidas. La performatividad en la red social es una fuerza potente, que genera que el “yo” sea un efecto del lenguaje preponderante, del discurso y de la cultura que impere en la red. Esto sucede todo el tiempo y ya fue advertido de alguna forma por Nietzsche y por Foucault, guardando las distancias temporales lógicas de estos pensadores, respecto del tema que tratamos acá. Así sucede según lo plantea Judith Butler (como se citó en Del Petre, A. y Redon Pantoja, S., 2020) al manifestar que el yo se conforma en base a estas ideas. En otras palabras, en la web y las redes hay muchos “yo” dando vuelta que buscan la validación a toda costa. Mantener todo el aparataje de las RRSS. como el perfil actualizado, fotografías y videos nuevos, publicaciones, agregar páginas y comentarios sobre publicaciones de otros, y la sensación del anonimato, son actos que constituyen un cambio de realidad: son actos performativos de alguna forma que conforman la subjetividad del usuario (Cover 2014). La identidad colectiva e individual se define bajo esta lógica, es decir, bajo la premisa de una validación, consenso y aceptación en los otros. ¿Pero a qué costo? ¿Será que vivimos la época donde el individuo pensante, deje de manifestar lo que piensa para no ofender a su contraparte cretina, según como alguna vez lo manifestó Dostoyevski? Lo que hace nutrir a este yo hedonista, vanidoso y adolescente es en el fondo una construcción simbólica de ese yo ridículo e ignorante que abunda por doquier en las redes. Lo que decimos acá, no significa estar en contra de lo banal o superfluo (que en algunas ocasiones es muy útil en términos psicológicos para las personas), sino más bien damos una voz de alerta respecto del exceso de estupidez que abunda en las redes sociales. Pero uno de los aspectos más tristes, y que se conectan a nuestro juicio con el mensaje que nos deja Óscar Hanh en su poema “hueso”, es en el fondo, esa sensación de esclavitud a la imagen que se disolverá en algún momento, porque todo lo consume el tiempo. Esa dependencia enfermiza de mantener un yo falso, cual top model, que no puede dejar de ser bella, es en última instancia una: “hiperexposición a los otros, que se explica desde un nivel de implicación, estimulado por un cierto efecto Hawthorne: la mejora del desempeño, en este caso el de compartir mejores fotos, vídeos más elaborados, contribuir más a una comunidad o ser un partícipe más activo, se nutre de la hiperestimulación seductora e inmediatamente gratificante de obtener feedback de cada microacción que realizamos.”, según lo plantean Del Petre, A. y Redon Pantoja, S. (2020). En el fondo lo que se vive en estos términos es que los usuarios de las redes sociales se encuentran siempre en una vitrina virtual, en la cual siempre deben responder a un modelo de sociedad, simplificada y hedonista, donde las evidencias de tu existir (videos y fotos), son la prueba de tu éxito social, que en el fondo es la única manera de ser reconocido y ser visible en ese mundo (Portillo, 2016). Esto genera en el sujeto-usuario una suerte de estatus a mantener todo el tiempo. Pero si no se opera bajo la lógica de sobreexposición que hemos mencionado, realmente el usuario tendrá “miedo a perderse de algo”, porque en el fondo deben estar esclavizado a esa aprehensión generalizada respeto a la idea de que los demás están teniendo experiencias gratificantes de las que esos sujetos están ausentes. Es esto lo que genera el deseo de estar constantemente conectado con lo que los otros están haciendo. Sin esto, uno podría pensar, que esos usuarios sometidos y esclavizados no son nada. 

A modo de conclusión, hay que comprender lo importante que son las redes sociales, sobretodo para las generaciones más jóvenes. Es por eso que se debe poner en alerta su mal uso y, también, hacer reflexionar a la sociedad en su conjunto respecto de que estamos atravesando por una de las más grandes crisis que haya vivido la humanidad y, que ésta, se relaciona directamente con un nihilismo postmoderno, que tiene sumida a la población entera del mundo, en eso que Baudelaire llamaba el Spleen de París; la sensación más hastiante y agobiante del mundo. Todo gracias a las gloriosas redes sociales. Pero el gran público no sabe cómo manifestar este sentir. Tal vez, aquello que hemos manifestado, a lo largo de todo este artículo, respecto de las Redes Sociales y sus usuarios, y de las maneras de relacionarse y utilizarlas que tienen los jóvenes en ellas, puede ser una manifestación diferente de ese Spleen Baudelaireriano. Uno nunca sabe. Quizás Hanh, en este sentido, tenía razón cuando decía: “La carne es pusilánime/Recurre al bisturí a ungüentos y a otras máscaras/que tan sólo maquillan el rostro de la muerte”. Estos versos nos dejan un sabor especial en el paladar, en el cual se realza la idea respecto de la vanidad (como tantos otros temas que hemos abordado acá) como uno de los ejes centrales de las famosas RRSS, a nuestro gusto. Es imperativo que se haga una revisión de los intereses que se desvirtúan en las redes sociales y que confunden a los usuarios, los cuales no logran distinguir entre lo importante y conducente versus lo pasajero, lo desechable y lo banal, que se estilan como el pan de cada día en estas plataformas “comunicativas”.

viernes, 27 de diciembre de 2024

Balance 2024: entre risas y llanto

Este fin de año, el escritor chileno Rafael Gumucio, ha entregado una sabrosa entrevista al medio X-Ante. Al final del escrito les dejaré el enlace de la entrevista para que la tengan a la vista. Las palabras del escritor chileno me han motivado a presentarles el siguiente poema en prosa inspirado en esta entrevista:

Balance 2024

Lo que nos alegró este 2024 a los chilenos:

El presidente es fértil y la pone (“con todo respeto” dice JC.)

Subirá su popularidad cuando nazca su hijo, porque será varón, y no hembra problemática.

Marcará más que Piñera.

Se le recomienda que su hijo tenga nombre de arcángel, para que sea occidentalista.

Lo que nos amargó:

La muerte se posó en Medio Oriente, ocupando al peón de Hamas. Israel respondió absurdamente. Cae el peón ruso de Aashar Al-Assad. Esta es la primera alegría del año, quizás. 

Pero en Chile creció y llegó a ser adolescente, la delincuencia y el sentir de la frustración.

Este año es nada más ni nada menos que desquiciado y loco.

Lo grave: Hermosilla y Monsalve. Cubillos practica el sexo oral ideológico; una variante de las siete derechas que hoy coexisten, incluso la derecha-comunista y cobarde. 

La favorita resultó la Polizzi, que pasó de política prometedora a desarrollar una brillante carrera en OnlyFans, o sea, hizo un convenio entre el cuerpo y el dinero. Pero hay una verdad profunda en este emprendimiento de la Polizzi: la revolución feminista no puede con el “viejo mundo”. Celebra la nueva forma de prostitución y las mismas mujeres son sus propias promotoras.

Todo vuelve con otros nombres.

Trump hace reír pero indigna. Camila Vallejo es un cabaret con el color de su rouge. 

Kaiser quiere ser el Milei chileno. Tomás Vodanovic tendrá más músculos que cojones. La Evelyn está navegando sola, rodeada de pirañas y con el viento en contra. 

Pero el más imbancable es Jadue, mostrándose siempre antipático, soberbio, mala persona, deshonesto y equivocado. Su peinado no lo acompaña y eso, es lo peor de todo. Mal ahí.

Trump se pondrá más peligroso que mono con navaja, porque busca aplicar su ideología.

Si Pedro Pascal tuviese una buena película podría llegar al Óscar, pero le falta una buena película al hombre. 

Está loca la cosa este 2024, y eso que quedan unos par de días para que termine. 


En definitiva el 2024 ha sido esquizofrénico y lleno de amenazas de distinta índole. El escritor nos hace un escueto balance de este año que ya se nos va. Creo que el humor en sus respuestas nos acercan con mayor curiosidad a su figura, para entender la postura de uno de los literatos y pensadores, que tiene tribuna en este país. Por tanto, debería regalarnos más joyitas como esta, para que el público lector disfrute más intensamente de sus ocurrencias e ironías, pero también de sus potentes reflexiones. Creo que le dio en el clavo con que el feminismo no puede con el orden del viejo mundo. Por lo menos es generoso en la entrevista, y nos deja ver el carácter hipócrita del movimiento, porque a final de cuentas, han demostrado sólo palabras y nada de hechos concretos. No veo por ninguna parte un cambio sustancial respecto de los patrones culturales predominantes del patriarcado, por lo menos en el plano nacional. Es evidente que casos como el Monsalve deberían haber movilizado la indignación del mundo feminista chileno, pero no hubo, a la postre manifestaciones potentes de rechazo y condena ante el caso mismo y respeto de todo lo que redeó en términos políticos esta situación para el gobierno de Boric: el gobierno autodenominado feminista. En fin… hay harto que decir pero nos exederíamos demasiado, siendo el eje de este texto otra cosa.  

Por lo menos tenemos un literato que alza la voz y acusa una verdad incómoda que hoy muchas no quieren ver o sencillamente, miran al lado esperando que todo en este país se lo lleve el tiempo y el olvido. 

Es probable que el olvido haga su trabajo junto con el tiempo para que todo lo que hoy molesta y escandaliza se vaya. Pero también es cierto que ya estamos entrando a una zona de acostumbramiento de esta realidad idiota e hipócrita en esta, nuestra sociedad chilena, que esta nación y sus habitantes nos vienen mostrando y deleitando hace ya no poco tiempo y que realmente es alucinante.

 Acá todo queda relegado debajo de la alfombra, hasta que una nueva basura ocupa las miradas de la opinión pública y el ciclo sempiterno vuelve nuevamente a sus inicios, en este circo llamado Chile. Por lo menos tenemos un intelectual que no olvida temas importantes como lo es la reforma de pensiones y toda la chimuchina de las AFP, pero qué digo: ya esto deja de ser chistoso. No necesitamos seriedad en este país; necesitamos más estupidez y sin sentido para disfrutar de hilarantes entrevistas como esta: 

https://www.ex-ante.cl/rafael-gumucio-el-2024-parecia-ser-tranquilo-hasta-que-se-transformo-en-un-ano-desquiciado-y-de-locura-mundial/





viernes, 20 de diciembre de 2024

Dragón Ball y un legado que perdura

Por estos días he terminado de ver todas las sagas de Dragón Ball. Este animé, que primero fue un manga, ha tenido un impacto cultural profundo en la sociedad occidental, especialmente en la generación X, millenial, e incluso en algunos Z. Akira Toriyama, su creador, revolucionó el mundo de este tipo de expresiones narrativas, por allá en los años ochenta. Artes marciales, aventuras y también el humor están presentes en los distintos capítulos que esta serie nos presenta en cada saga; en donde las habilidades de Son Gokú (el protagonista), su carisma y su compromiso de superar sus propios límites, marcan algunos de los valores o principios que no deja esta serie animada. 


Muchos podrían pensar acerca de cuál podría ser el legado o el aporte que han dejado estos “monos animados” a la sociedad. En cuanto a esto, reflexionemos respecto de este punto, haciendo un análisis más o menos riguroso de cada una de las sagas y los momentos más memorables que este animé nos presenta, cómo también su impacto cultural en nuestra sociedad.

En primer lugar, debemos hablar del pequeño Son Gokú, cuando éste llega al planeta Tierra, enviado por los sayayines; una raza de guerreros extraterrestres humanoides con fuerza sobrehumana, que son capaces de destruir planetas enteros con sus sorprendentes poderes. Estos guerreros, comandados por el rey Vegeta (padre del famoso príncipe saiyajin, que será la contraparte de Gokú a lo largo de todas las sagas. ¡Ya hablaremos de él! ), tienen como misión conquistar planetas y venderlos y entregar los réditos al emperador del Universo, Freezer, otro gran personaje de esta serie. Para cumplir este cometido, los sayayines envían a distintos guerreros de diferentes niveles de fuerza, cuando estos son apenas unos bebés de pecho, a los planetas que quieren someter. Es en este contexto donde el abuelo Gohan descubre a Gokú, solo, a los pies de la montaña Paoz. Este hombre comienza a criar al pequeño bajo las enseñanzas de las Artes Marciales y de los valores humanos. Al principio, el niño se mostraba arisco y malhumorado, con un carácter muy fuerte y autoritario con su abuelo adoptivo. Esto es el sello de los sayayines como una raza guerrera y sometedora. En uno de los paseos que habitualmente Gokú desarrollaba con su abuelo por montañas y campos, el niño se resbala de los brazos del hombre, y cae por un precipicio, golpeándose fuertemente en la cabeza. Su abuelo adoptivo lo atiende de la mejor manera hasta que el niño se recupera rápidamente. El cambio fue sorprendente en el pequeño: se transformó en un niño afable y bonachón. Es en estos momentos en que el infante sayayin sabe de la existencia de las esferas del dragón gracias a que su abuelo le habla de ellas. La persona que reúna cada una de las siete mágicas esferas, puede pedir cualquier deseo que se le ocurra. Esto, lo saben todos los fans, y también saben que el dragón Shen Long aparece y cumple el anhelo de quien lo convoca. Pero todo parte, en términos argumentales respecto del canon de Dragón Ball, cuando Son Gokú conoce a Bulma. Este personaje femenino resultará fundamental a lo largo de todas las sagas o partes que este animé tendrá. Es ella un personaje que pretende siempre buscar una solución tecnológica a los problemas que se presenten, por ejemplo, inventa el radar del dragón, objeto con el cual pueden buscar las esferas, y que sin él no podrían haberlo hecho nunca. Es ella, que ya cuando son adultos con Gokú, logra doblegar amorosamente al orgulloso y altanero Vegeta, príncipe de los sayayines, quien en sus inicios en la historia, se muestra como un enemigo poderoso y temible por su carácter despiadado y su indolencia extrema; no por nada fue lacayo de Freezer. Logrará Bulma formar una familia con él y también logrará hacer que Vegeta en cada momento en que está a punto de perder una batalla, que le costará eventualmente la vida, piense en ella y en su hijo Trunks (sabremos después que Bulma tendrá una hija, justo cuando comienza Dragón Ball Super, llamada Bra). Es Bulma un personaje tan carismático e inteligente, que incluso va a manipular con comida deliciosa al dios de la destrucción del universo 7, Beerus Sama, el cual tiene como debilidad los exquisitos platillos terrestres y las prolongadas siestas que toma, para que esta divinidad de alguna manera cumpla los deseos de la bella e inteligente Bulma.


Son Gokú desde muy niño vive importantes aventuras y luchas. En el transcurso de esas correrías es donde conoce a más amigos; así aparece Krilim, el maestro Roshi, Yamcha, Picoro Daimaku (Piccolo Jr.), Ten Shin Ham, etc. Es el Maestro Roshi uno de los personajes más emblemáticos, criticables y cómicos de este animé. Es el primer Maestro que tendrá Gokú a lo largo de toda su vida. Es él quien le enseña la gran técnica del Kamehameha; un ataque que se lanza acumulando la energía que se reúne en las palmas de las manos para luego lanzarla directamente a los rivales en las peleas. Los entrenamientos que el maestro Roshi o Kame Senin, siempre fueron muy rigurosos. Sin embargo, no tenían tal apariencia, ya que más bien eran trabajos domésticos del campo, y no obstante, estos entrenamientos lograban su objetivo: hacer más fuertes y hábiles a Gokú y sus amigos en las artes marciales. Este animé no está exento de polémica, ya que la actual cultural de la cancelación que está imperando en el primer cuarto de siglo XXI, ha hecho de un personaje que a todas luces es un viejo verde o un depravado (hablamos de Roshi), dado su excesiva compulsión hacia las mujeres, sobretodo si son jóvenes y hermosas, un sujeto cancelado socialmente por el motivo ya mencionado. Bajo está lógica no existiría un personaje así, en ningún tipo de caricatura o proyecto animado. Lo más probable es que en los años ochenta y noventa cuando el animé llegó a esta parte del mundo, el discurso subido de tono en cuanto cosificación de la mujer como objeto sexual y de explotación laboral, era algo normal y aceptado como natural. Hoy en día no es así. Hoy, todo es objeto de ser visto como el resultado de una ofensa. Es probable que el maestro Roshi hubiese sido puesto en el banquillo de los acusados, por el sólo hecho de dar vuelta su mirada para ver la figura de una mujer guapa. Es cierto: Roshi es un degenerado sin remedio, pero en la saga de Jiren, entrena su debilidad absoluta: las mujeres bellas y jóvenes, gracias a la ayuda de Puar. Este personaje es casi de tercera categoría, con una participación muy acotada a situaciones más bien infantiles, en cuanto a la trama se refiere. Puar (la mascota de Yamcha, que es un gato volador y parlanchín), tiene la habilidad especial de transformarse en cualquier objeto o ser. La prueba para purgar las pasiones de Roshi, y así ser digno de participar en el Torneo de la Fuerza organizado por Zeno Sama, el dios supremo de toda la cosmovisión del animé, es encerrarse en un pequeño cuarto con gato del guerrero Z, transformado en una apetitosa jovencita. A los ojos del maestro de Krilin y Gokú, esta es una prueba de total seriedad. En definitiva, Kame Senin, es un personaje con múltiples facetas. Sus variadas técnicas marciales son ya legendarias entre los fanáticos. El Mafuba, Kamehameha, entre otras son las expresiones de las mejores y más entretenidas maniobras marciales que muchos guerreros Z utilizan en momentos de apuro. La variedad de técnicas es también amplia como el número de personajes de esta historia. Desde bolas de energías de ki, hasta una luz cegadora potente, podemos encontrar en este divertido animé. Pero la cosa no queda acá; solamente en luces y sonidos de explosiones y fuerza y músculos, sino que Dragón Ball nos entrega valores insuperables, que solamente el ojo un poco más clínico y experto, puede percibir en el centelleante mundo de las luchas de esta serie animada. 

 La superación como clave del progreso 

Este animé y seguramente también el manga, son el reflejo de algo más grande que simples peleas, rocas gigantes que se destrozan cuando son azotados contra ellas enemigos poderosos; es más que movimientos de artes marciales o situaciones cómicas, que por cierto, las tiene. Dragón Ball es ante todo un decálogo de valores y elementos de la cultura oriental y occidental: una mezcla que ha dado buenos réditos para la serie, que se proyecta en cada una de las sagas. La primera parte del animé, cuando Gokú se debe enfrentar a la Patrulla Roja: organización de tipo terrorista que nos hace recordar a la URSS con su estética y procedimientos de sometimiento social, es un punto en la historia en la cual la amistad, lealtad y la inocencia del pequeño Son Gokú, agradan al público. Por cierto, Gokú derrota a toda la Patrulla Roja, en donde encontramos una perseverancia inclaudicable del protagonista de terminar con la organización y liberar a todos los sometidos por ella. La lealtad de siempre ir en ayuda en las batallas y defender la Tierra de eventuales destrucciones, lo observamos cuando se presenta a un Gokú ya crecido (también cuando era pequeño, en momentos en que busca las esferas del dragón para revivir a Bora de la tribu Karinga, quienes custodian la sagrada torre de Karim), de unos veinte años aproximadamente, recién convertido en padre, que entiende que la defensa de su hogar va más allá de los suyos, sino que abarca todo el planeta en su preocupación. En términos de lealtad y amistad hay que destacar que el protagonista, incluso, apadrina a ciertos rivales que, en una primera instancia, se muestran como enemigos letales. Este es el caso de Vegeta. Cuando el príncipe de sayayines llega a la tierra junto a Napa. Se muestra cruel y despiadado. Intenta a toda costa eliminar a Gukú, hacerse de las esferas del dragón y traicionar a Freezer. Pero el orgulloso príncipe a medida que transcurre la historia, se da cuenta que los terrícolas son capaces de dar la vida por sus amigos. Es en este contexto, cuando Krilim muere (por primera vez) y como consecuencia, Son Gokú desata toda su furia contra el emperador del universo, Freezer. En estos momentos en el cual Kakaroto (el nombre por el cual Vegeta siempre ha identificado a Gokú) supera sus propios límites y se convierte en el Súper Saiyajin, tras el cruel asesinato de su amigo de infancia, y derrota al cruel personaje de Freezer, que a la luz de los años se ha transformado en un personaje de culto. 

Cuando el planeta de los Namekusei está a punto de explotar, todos los sobrevivientes y muertos por el antagonista de esa saga (Freezer), son revividos y trasladados a la Tierra por gracia de las esferas de Namekusei. Cuando ya todos están a salvo en el planeta tierra, Vegeta siente por primera vez el cariño y la preocupación por su persona, de parte de una mujer. Bulma acoge en su casa a todos los Namekusei sobrevivientes del desastre junto con Vegeta, el cual ya ha cambiado en algo su actitud arisca y orgullosa, y acepta la invitación de la mujer para que se dé una ducha, se cambie de ropa, coma algo y viva con ellos. La invitación de chica adinerada de la sería, viene con una advertencia: Vegeta no se puede “enamorar" de ella. Es aquí donde el personaje de Vegeta comienza a evolucionar, aunque su forma de ser en esencia se mantiene: un ser de mal humor y antisocial. Más adelante en el animé, veremos que Vegeta, formará familia con Bulma, tendrán un hijo, Trunks. Es en la saga de Majin-Boo donde el segundo sayayin más fuerte se entregará por completo, sin antes dejarse manipular por el mago Bobbidi. Cuando Gokú increpó a Vegeta, respecto del porqué se dejó manipular por el nefasto mago, el orgulloso príncipe sayayin, le manifiesta que sólo quería volver a ser el sayayin despiadado y orgulloso que siempre había pensado que sería y que fue alguna vez. Él no se había dado cuenta en qué momento formó una familia, ni cuando se transformó en uno más de aquellas “sabandijas” amigos de Kakaroto. Vegeta logra superarse, no sólo en fuerza, sino moralmente, porque él cree que sacrificándose en una gran explosión de energía eliminará al poderoso Majin-Boo. Y esto lo hará por primera vez por otros. En ese momento se despide mentalmente de Bulma (que siempre la tiene en sus pensamientos en los momentos más críticos), Trunks y, por cierto, de Kakaroto. Recordemos que la deidad del Supremo Kaiosama es quien pone en alerta a los guerreros Z respecto a esta situación en el Torneo de Artes Marciales. En este evento, Vegeta, destruye galerías repletas de público, pero más adelante, el príncipe de los sayayines, solicita que revivan a toda la gente que por su culpa han muerto por su mano. Es claro que Toriyama siempre mantuvo sus convicciones respecto de transmitir la redención de personajes entrañables como Vegeta. Pero, ¿Por qué un personaje como este es tan querido por la audiencia? Sencillamente porque representa lo que son las personas de alguna forma. El ser humano puede llegar a ser orgulloso, mal genio, gruñón, etc. Son estas cualidades, aunque sean negativas, imprimen un carisma especial a Vegeta, como también las tiene Son Gokú, pero en un sentido totalmente diferente al del orgulloso príncipe.


En general los guerreros Z destilan en sus vidas valores que actualmente la sociedad está careciendo. Piccolo Jr., que en sus inicios, cuando fue niño y adolescente, se muestró como un villano, ya que su padre, el original Piccolo Daimaku, en el momento en que es derrotado por un infante Gokú, da vida a Piccolo Jr. a través de un huevo que expulsa por su boca antes de morir. Piccolo padre, le encarga a su hijo el mal y la venganza contra Gokú. Sin embargo, Piccolo Jr. crece y con el paso del tiempo piensa en derrotar al padre de Gohan y convertirse en el ser más poderoso de la tierra. Evidentemente en este escrito no vamos a dar grandes detalles de ciertos orígenes de personajes como Piccolo Jr.. Eso lo vamos a dejar a ustedes. Vean el animé y si pueden lean el manga. Posteriormente ya avanzada la trama, Piccolo Jr. se muestra inteligente, poderoso y con alto sentido de la justicia, y por cierto, es más que un aliado de Son Gokú, se transforma en su amigo, uno de los más cercanos (vean las últimas películas de Dragón Ball y sabrán de qué hablo). Es este personaje otra muestra de la superación moral de la cual hablaba anteriormente. Es evidente que son personajes dinámicos en el sentido ético, y eso, lo trata de proyectar el autor en la trama de cada una de las sagas. Un ejemplo del concepto que aplicamos de “sentido ético”; es el mensaje que deja el final de la saga de Jiren. Resulta que el Androide n°17 gana el Torneo de la Fuerza, pues es el último en mantenerse en lo que quedaba de plataforma. Éste era uno de los requisitos para ganar el Torneo. Sabemos que el deseo que planea pedir el Androide n°17, mientras lucha encarnizadamente en pleno Torneo, era un viaje en crucero, todo pagado, junto con su familia a un lugar paradisiaco. También sabemos que, en el momento en el cual el Gran Sacerdote le comunica al androide que debe pedir su deseo, éste cambia a última hora lo que va a pedir, y decide que todos aquellos universos que quedaron eliminados en el torneo, vuelvan a la vida, ya que la gran sentencia establecida por Zeno Sama, fue eliminar, es decir, borrar de la existencia a todo aquellos universos que sus luchadores hayan perdido ante otros guerreros. La Androide n°18 corre rápidamente hasta donde está su hermano gemelo, y lo increpa levemente por el cambio de parecer en su deseo, a lo cual interviene el Gran Sacerdote, diciendo a todos los presentes: “Ese deseo fue una elección sabía. Si el deseo hubiera sido egoísta, los Zenos habrían destruido todo el multiverso sin dudarlo”. La sorpresa y admiración de Daishinkan por el deseo altruista de 17, no deja indiferente a nadie. Los Zenos Sama tanto del presente como del futuro, ponen a prueba la moralidad de los participantes. De esta manera se entiende que Akira Toriyama le da mucha importancia al “sentido ético” del actuar de sus personajes, destacando siempre la enseñanza de valores que se encuentran tanto explícita como implícitamente en las tramas de las diferentes sagas. 


Nuestra intención al hacer un pequeño análisis de la moral de Dragón Ball, no es panfletario, sino más bien es la real convicción de evidenciar que estos dibujos animados o mangas o animés, es algo más que fuerza, poder, artes marciales y explosiones tipo nucleares. Es en el fondo la proyección del esfuerzo, por parte del autor, de dejar un legado más profundo en aquello que es visto sólo como una mera entretención de adultos y niños, por la espectacularidad de una trama envolvente. Al parecer el animé como el manga han logrado pasar con éxito la prueba del tiempo, porque ya han pasado casi cuarenta años desde su aparición en occidente, y aún, sigue el enamoramiento en aquellos niños de los ochenta, y actuales adultos, cómo también ha ido cautivando a nuevas generaciones con un mensaje que pretende dar a conocer valores y principios que los protagonistas de esta historia no pretenden hacer olvidar al público a nadie que mire con otros ojos a esta apasionante historia.



martes, 26 de noviembre de 2024

La vida que lo contempla



Cómo sabemos que existe un Buda o que existió un Buda y ahora está representado en una figura de porcelana o de cera o de barro o de arcilla; da lo mismo, a él le da lo mismo, él sabe que nada más tiene que liberarse de todo. Y el polvo está ahí: acumulándose, acumulándose, tras el tiempo que barre todo, todo que lo despoja, todo lo que contempla es todo. Cómo sabemos que existió un Buda, cómo sabemos que existió un Cristo, representado en una cruz, en una cruz que cuelga en una pieza;  en un dormitorio, y en ese sentido, esa Cruz es de plástico, plástico tal vez chino; es lo más probable, pero plástico. En cambio el Buda está hecho de arcilla o de otro plástico que imita la arcilla, da lo mismo; y entre el Buda y el Cristo colgando, en esa cruz de plástico, hay una virgen; una virgen de un material indescifrable, un material comerciable. Hay una virgen que le falta el halo, una virgen que lo único que sabe hacer es mirar hacia abajo, cómo su hijo yace muerto en la cruz. Ella, o mira hacia arriba cómo su hijo yace a la diestra de Dios Todopoderoso, o mira hacia atrás. Y están los familiares en la fotografía, la que acumula polvo en el polvo. Se acumula en ella, da lo mismo. Pero también está el tablero de ajedrez, el dibujo y la pintura de acuarela, la témpera que ha agitado la mano plasmando un sentir y se lo han regalado a su padre, y arriba, más arriba en la pared, colgado, hay un collage, un collage de distintas cosas; donde aparecen personas y personajes, héroes y heroínas donde hay enseñanza del arte, donde hay lectura, donde hay votos blancos, donde dice dona, que te amo. Y ahí está el inglés mirando y mirando, perplejo, petrificado en el tiempo, petrificado en la visión, petrificado en la estatura, petrificado en toda la vida, y en ese sentido, no hay más que dar vuelta la mirada y encontrarse nuevamente con ese Buda. Ese Buda que lo rodea Caín y Abel, ese Buda que está a su lado derecho. Y también está Pío Baroja con la Ciudad de la niebla y también está Joseph Conrad, está Julio Cortázar y César Pabs y Henry Miller, Jorge Luis Borges y también Roa Bustos. Para qué hablar más, para qué decir más; quizás ya no hayan palabras que contengan Paz, ya no hayan palabras que desaten guerras o la guerra desata las palabras, da lo mismo porque todo se ha trocado en una suerte de abanico; como si fuese una lotería, como si fuese el filtro de un sifón que se atasca de materias fecales o de materia orgánica, que todavía no se puede descomponer y que roe y roe la vida de alguien que lo contempla.

viernes, 12 de julio de 2024

La puta poesía (parte 1)


 En un arranque de creación literaria, se propuso hacer el siguiente ejercicio: contactar a una scorts y conversar con ella; saber todo lo que pudiese de una mujer curtida por la sexualidad remunerada. No tenía otra intención más que esa y, sin embargo, las cosas tomaron giros un tanto de tragicomedia. Quería saber cosas de ella; cosas relativas a lo humano y lo divino; de los cuidados de mujer que debía aplicar para con su oficio, sus gustos, sus inicios en el trabajo más antiguo del mundo, entre muchas otras cosas más. Él creyó que podría charlar con una mujer del ambiente y conseguir adentrarse en alguna profundidad secreta del alma de una cortesana del siglo XXI. La “niña” del ambiente, que el joven poeta contactó, no tenía más de veintidós años. En las fotos vistas de la muchacha en el internet deslumbraban la belleza femenina y la juventud de la prostituta. El primer contacto por el chat fue un tímido hola, seguido de un ¿estás en la zona? La mujer urgía a su cliente con el listado de los precios y los tiempos que los comensales podían estar con ella. Para él, esto no era más que un ejercicio necesario para pulir sus rudimentos literarios, porque era necesario conocer la distancia y la relación que existe entre literatura y vida. La conversación inicial por chat, fue en la madrugada, cerca de las dos de la mañana. Esa era la hora indicada para poder contactar más fácilmente a una mujer de este ambiente, pensó con toda certeza. Desde que la mujer le respondió el primer hola hasta la última palabra que cruzaron, no pasaron más de treinta minutos en general: un tiempo bien breve como para conocer los recovecos de un alma atormentada por una sexualidad descarnada y vacía de sentido, pensó mientras miraba la pantalla de su aparato celular.

La amenaza fue fulminante al joven literato: la meretriz le comunicó que, por su negativa a atenderse con ella, tenía que pagar por ese tiempo que no estuvo disfrutando de sus servicios, ya que la señora de la pieza, le pedía el dinero por el uso de su habitación por adelantado; que supuestamente habría ocupado con el poeta. Éste, evidentemente se negó a pagar cualquier tarifa, ante un ultraje tan descarado. Le dijo a la joven puta que no estaba dispuesto a aquello. Instantáneamente llega un mensaje de texto con una amenaza directa, solicitando lo mismo que le pedía la puta, pero esta vez era un hombre: el dinero por el tiempo desperdiciado de la puta. Ahora la intimidación era de un calibre distinto: “usted ya sabe: si no cancela lo que nos hizo perder, le caemos. Ya le digo no más. La doña, ya nos dio la orden, ya está avisado pues, joputa”. El tiempo se detuvo en ese momento para el poeta, como si fuese una estatua de sal, el joven literato, no lograba salir de su asombro. Su ánimo se alteró y el miedo lo invadió cuando la puta ejecutó la extorsión, mostrando la foto del joven poeta y su perfil público de redes: “ya ve el profesorsito, descarao, que nos hace perder el tiempo a nosotras; las trabajadoras sexuales”. La funa, que consistían en declarar que el hombre era un desgraciado, que había solicitado los servicios sexuales de una puta que parecía una adolescente de redes sociales, que poco menos era un depravado, siendo profesor cómo era posible esto. Pero nadie reparaba en las verdaderas intenciones del joven poeta. Un escalofrío lo invadió, lo dejó pensativo, sintiendo que ese arranque de creación literaria, había sido un error. Pensando que era muy crédulo, se recriminó. El mundo no entendería nunca sus intenciones artísticas; decidió bloquear a sus intimidadores. La fotografía que exhibía el matón a sueldo de la puta en su perfil del chat, realmente era extraída de una de las MS salvadoreñas antes de Bukele. Cerró todas sus cuentas, revisó los sitios web en los cuales la gente solía hacer funas, para ver si su nombre aparecía en algunos de esos infames listados de escrutinio público que solían manchar irreversiblemente el prestigio de cualquier persona de bien. Como un juguete del destino, que está sujeto a caprichos mayores, la situación lo golpeaba como una broma irreconocible. Lo inverosímil de las circunstancias de los hechos, lo sorprendía: en menos de una hora la mafia venezolana podría caer en su casa, una casa de poeta, con una parra en el patio y los perros falderos ladrando; los autos pasando a velocidad regular por la calle que da a su pasaje. Según el joven y ahora triste y angustiado poeta, los perros de su calle iban a dar el aviso de lo inevitable. Pasaron unos tres días y el poeta comenzó a recluirse en su casa, cada vez más. A la semana ya no salía en absoluto, y pedía a amigos que le hicieran las compras por él. Sentía que estaba siendo observado. De pronto creía escuchar las voces de jóvenes muchachas pasando por fuera de su casa, y estaba seguro que algún día, saliendo de su reducto se encontraría de frente con la puta. Aún recordaba el rostro sensual y tierno de la muchacha; de aquella lolita aventurada a una peligrosa profesión, la que lo extorsionó sin un dejo de compasión. Y eso le hizo pensar que estábamos mal como especie.

Y llegó el día en que nadie le pudo ayudar a hacer su vida cotidiana. Sus padres (ya un tanto ancianos) no habían ido a la ciudad donde vivía el joven vate por esos días; ya no podía contar con ellos. Los tres amigos que accedieron a ayudarle con compras y trámites, justo ese día no podían asistir a su amigo. Sus vidas personales, ese día, no les daba margen para otra cosa, que no fuera compromisos impostergables. Su vecino, el Miguelo, en ese momento, había salido temprano a surcar el aire con su kay. Las circunstancias del día lo obligaron a salir al supermercado. Las clases online que el joven poeta daba tres veces por semanas ya no lo salvarían tampoco. Según el literato eran la excusa perfecta para convencer a sus amigos y familiares que no podía salir de su casa.

Quizás todo esto algún día lo volvería loco y dejaría para siempre la escritura y sus clases.

Ese verano de 2026, ya extinto en los recuerdos fugaces de la gente, fue el anticipo de lo inesperado; de lo trágico vestido de irónico, y el joven poeta desconocía ese porvenir. Paradójico siendo vate, pero las cosas se precipitaron a un punto infinitamente tenso y desconocido para él. La ruta hacia el pueblo natal del poeta era sinuosa y con cierta cuota de vértigo debido a lo escarpado del camino, porque ésa era la única ruta para llegar a su pueblo; y en el camino encontró cierto consuelo al descubrir que los paisajes de su niñez aún se conservaban y sintió nostalgia del futuro y del pasado; porque ya nada le importó: estaría en casa. Se olvidó de todo, de sus proyectos y emprendió el viaje al pueblo de sus padres, el que era su pueblo, y aún así, ese lugar se mostraba como una cosa ajena a él. Caminaría por las calles que lo vieron crecer, que en su mayoría eran de tierra, ya que el pueblo no podía solventar los gastos viales de esa envergadura. Sería reconocido quizás por algunos cuantos lugareños, y él reconocería a su vez, ciertos rostros (ya envejecidos y demacrados) que se mostraban y desaparecían entre faroles, sauces, pérgolas, parrones y la vieja y única iglesia del poblado.

Soñé con una mujer que tenía tres bocas y la misma cantidad de senos. Estaba esperándome sentada en el living de mi casa, con un vaso de Jack Daniels, y una mirada sensual; que se impregnaba en mi mente de manera extraña. Sus senos estaban desnudos, pero no había pezones en ellos. Yo me quedaba mirando mudo, sin poder hacer o decir nada frente a su presencia. Quizás esto no lo soñé, sino que lo viví en algún momento del tiempo y el espacio; en otro universo, en otra realidad. El asunto es que no podía decirle nada a esa mujer. Sus palabras llegaban a mi mente y no a mis oídos; a pesar que veía cómo movía sus labios, y así estuve por casi ocho horas: alucinando y con mucha sed. Bebía y no pasaba nada. Miraba y sólo escuchaba sus palabras casi obscenas, casi santas, casi espirituales y sexuales. Luego llegó un hombre y me encañonó con un gran revolver. Mi sien sudó. Posterior a eso, este hombre, me sacó de la habitación en la que estaba. Me encontraba de momento en una toma; rodeado de casas construidas de material ligero: rucos indignos para cualquier ser humano. Los rostros que aparecían eran haitianos y venezolanos; quizás algunos chilenos de la José María Caro. Todos eran hombres con cortes de pelo tipo cantantes urbanos. Todos emitían al unísono un discurso apologista a la droga y los ajustes de cuentas, a las scorts casi adolescentes y a las fiestas en islas alejadas, y fiestas en calles tomadas, adornadas con banderas de colores y de equipos de fútbol de barrio; donde el control absoluto lo tienen los grandes empresarios del hampa. Desperté bañado en sudor. La persona que iba a mi lado me miraba con una cuota de extrañeza y perplejidad. Aún estaba en camino a mi pueblo y sintiendo el resabio de la pesadilla que recién había tenido. Noté que el bus me causó náuseas, pero no pude vomitar. Al descender del bus rural, pude darme cuenta que la plaza, que servía de terminal de buses, había muchas personas reunidas: varias mujeres jóvenes que descolocaban las miradas de los viejos pueblerinos. Días después del arribo a mi viejo pueblo, supe por voz de algunos amigos, que llegaron a nuestra localidad, una partida de jóvenes prostitutas contratadas todas por don Eladio Rojas. Era increíble: las putas me perseguían. Mi viejo proyecto poético, de pronto, resurgió con inusitadas fuerzas. Contacté, rápidamente, esta vez, a un amigo muy querido que estuvo dispuesto a entablar relaciones comerciales con las mujeres del ambiente y con cualquier otra, y así, acceder (y atenderse con la más joven de las putas, porque realmente no tenía ningún escrúpulo en ello, y se sentía muy entusiasmado, ya que hace mucho tiempo no estaba en la compañía femenina) a la más guapa y joven de todas aquellas sacrificadas mujeres de vida nocturna. De alguna forma mi contrita conciencia me impedía acercarme a ellas; así que le entregué a mi amigo, mi cuestionario. Él, con una mueca de estupefacción, me miró y me dijo que era ridículo lo que le estaba pidiendo. Que accedía solamente, si yo le financiaba la mitad del costo de la señorita, por aquella noche. Está bien, dije. Te daré lo que me pides amigo mío, pero tienes que sacar hasta la última gota de información de ese ser. Quiero saber todo acerca de la vida de esta mujer. Para eso vas a llevar una grabadora; no quiero escuchar quejidos o ruidos raros o cosas por el estilo, preocúpate de grabar la conversación sin que ella se siente intimidada, por favor, le dije.

Se suponía que Gabriel le entregaría la grabación lo antes posible, y ya estábamos a lunes y no tenía idea de su amigo. Gabriel Órdenes, compañero de curso del joven poeta, que fue una persona estridente y ansiosa, se transformó rápidamente en uno de los amigos del novel poeta. Tuvo una vida un tanto sacrificada: sus padres, campesinos que laboraban un terreno que era del patrón de don Anselmo, padre de Gabriel. Ese don Anselmo, hombre curtido en los placeres de la tierra y de las mujeres desde que tenía trece años, llevó a su hijo, Gabriel, a las cuatro luces, también para que el muchacho sintiera que ya es un hombre, cómo él lo había hecho en su momento. Allí, esa noche, Gabito, conocería a la famosa churrasco. El niño sintió vergüenza y pensó que él tenía la culpa por no querer agradar a su papá al dejar que esa mujer le diera sus caricias por donde orina. Se estremeció y sintió cómo la mujer lo miraba: los ojos de ella, su sombra de maquillaje, sus ojos desde abajo nunca se le olvidaron a Gabriel, y ya nunca pudo relacionarse sanamente con una mujer. Desde que comienza la adolescencia de Gabo, como le llamaba el poeta, éste acompaña a su padre, tres veces por semana, a las faenas en el campo. Cada fin de mes se emborrachaba y comía cordero y papas cocidas, jugaba a los palitroques y todo terminaba en las cuatro luces.

Pasaron un par de días más luego que se cumpliera el plazo que le diera Ramón a Gabriel para que le entregara la grabadora con el relato de la puta. Ramón Román Riquelme Rodríguez, conocido por toda la comunidad como poeta joven, que a la vez era un destacado profesor de literatura y lengua castellana, llamada actualmente “lenguaje” a aquella asignatura, era una figura reconocida en su pequeño poblado al sur de Chile. Había publicado un par de obras en la capital. Una de ellas hablaba de neo nazis indígenas urbanos, que se agrupaban habitualmente para salir a barrer blanquitos, como ellos le llamaban a los cuicos. La minita, hermanito, estaba de chuparse los dedos, le manifestó a Ramón con una cara de alegría que no se la quitaba fácilmente. Pero le tienes, me la puedes lo antes posible, para proseguir con mi trabajo, le dijo el poeta de provincias. Gabriel quedó de pasarle la grabación y más esa noche en su casa. Ramón sintió que esa noche tendría que lanzarse y compartir una larga conversación con su amigo. El timbre sonó largamente por tres oportunidades, y así supo Gabriel, que su amigo poeta era el que estaba al otro lado de la puerta. Ramón le dijo que ésa era la forma de identificarlo cuando él fuera verlo a su morada. Esta idea la saque de un libro de la Mariana Enríquez, le dijo en ese momento, pero Gabriel no tenía idea, y eso, no está mal, pensaba Ramón. Todo en él se había congelado: su mirada se clavó en ella como si fuese uno de los clavos de un Cristo barroco; la sorpresa lo dejó mudo e inmóvil en el dintel de la puerta. Los de la habitación por un momento lo miraron, a su vez, con una leve risa el rostro. Ramoncito, ven, deja que te presente a mis amigas. Esta era la sorpresita que te tenía, guachito, dijo Gabriel con un tono fiestero que de soslayo traía picardía en su mirar. Ya no quería sentir más timidez, así que aceptó el primer trago de la noche. Raro porque Ramón no era bebedor, y siempre tuvo una actitud desconfiada con el alcohol, pero esa noche sería distinta. No puedo creer que sea ella, y lo hermosa que se ve…, pensó casi diciendo lo que pensaba. Las risas, las copas y la conversación se fue dando naturalmente entre los cuatro. La otra mujer que acompañaba a muñequita se llamaba Alicia, y miraba a cada rato a Ramón. Éste le preguntó de frentón a la muñequita por sus mejores momentos con los clientes. La muchacha, porque eso era, lo miró con una cara de estupor, pero al instante sonrió lujuriosamente y le dijo: “eso lo podemos ver los dos solos más tardecito”. No tengo cómo pagarte, le había dicho el poeta. Ella sólo se rio.

- ¿Te gusta? - la puta hizo la pregunta como si pidiera disculpas.

Claro que me gusta, pequeña imbécil. ¿Cómo no me podría gustar? Pregunto esto como queriendo que me respondas, pero no entenderías nada de nada. Sólo lo que puedes entender es mover el trasero, haciendo muecas estúpidas frente a las cámaras de los celulares y subiendo tus videos simplones a las redes. Quizás no podrías ni siquiera formar una breve oración simple, sin que se te caigan los calzones, sin que tu padrastro o tío, te haya tocado la vaginita lampiña y suave de una pendeja de quince años como tú. Claro, ahora tienes quizás unos dieciocho años, y ahora sí tu coñito está peludito, se le cruzaba este pensamiento mientras tenía a la muchacha sobre él. Su mirada se clavaba en el rostro de ella. No tenía conciencia plena de lo que pensaba, y así, lograba articular malos pensamientos; un pelambre mental potente. El alcohol ya le había alterado su habitual forma de ser. La (¿pseudo?) embriaguez no le permitía eyacular. El placer que sentía el literato era constante pero no llegaba a un clímax evidente, sin embargo, la puta se destornillaba en gozo, lo que se manifestaba en sonoros quejidos que invadían casi toda la morada.  Seguro en las afueras de la casa había gente, que, transitando cerca, se escandalizaba o no por los sonidos del amor que venían y se iban.

Y la pregunta fue muy sencilla, sin embargo, me impresionó que ella me la hiciera: quería saber si me excitaba que me lamieran el culo. La miré extrañado, pues nunca pensé que me harían una consulta de esa naturaleza. Siempre pensé que a las mujeres les encantaba que le dieran el beso negro, pero que se lo hagan a un hombre, eso era otra cosa. Evidentemente, con cierta vergüenza de mi parte, que nunca permitiría que nadie me hiciera algo así. Ella rio de buena gana porque no me creyó. Le dije con el tono más serio que le podía colocar a mi voz, que se olvidara de ese tipo de cosas conmigo, que yo era un tipo convencional, que sólo tenía un interés literario en ella y en su trabajo. A medida que bebía margarita sus ojos tornaban más bellos, más profundos, aunque con una pequeña cuota de melancolía o nostalgia, no estoy completamente seguro de ello. 

—a ti, ¿eso debe hacer tu trabajo mucho más agradable, me imagino? —Su risa me incomodó un poco, porque dejaba entrever un dejo de sorna, que yo alcancé a visualizar como una respuesta afirmativa. Pero su sonrisa la hacía más bella. El mesero llegó de pronto con dos tragos más. Pensé que ella era tan caliente como la Gina; aquella muchacha huérfana y media estúpida, que era el deleite de todos los que se ponían la cabeza del Gigante para afilársela, allá donde las viejas de la casa del futre ése de los Azcoitía. No puedo negar que la conversación se me estaba escapando de las manos, y que, por debajo de la mesa, ya tenía una erección en ciernes que sería cada vez más difícil de disimular. 

—Realmente disfruto mucho mi trabajo, aunque debo confesar que en el principio fue bastante chocante, sobre todo con los dos primeros clientes, que fueron dos viejos bien feos y con plata, eso deja de lado cualquier tipo de reparo que una tenga. Cuando estaba con ellos, les pedí que nos fuéramos a la ducha, que el agua caliente corriendo por el cuerpo me calentaba mucho, cosa que es cierto, pero así me aseguré que el tipo estuviese totalmente limpio. El olor a jabón me dio el impulso necesario para trabajar bien esa noche. El tipo, viejo y gordo fue pasable después de eso, porque para ser sincera, los olores fuertes me cortan la leche, tú me entiendes. —dijo esto como si realmente tuviese una confianza única en mí. No me conoce y aun así se abre como una pequeña flor de invierno. Me busca con la mirada mientras habla y habla. No deja de contarme cosas banales y, aun así, me siguen interesando sus anécdotas, sus pequeñas historias de puta joven. 

Hace años que estoy en una búsqueda. Es una compleja tarea que me he encomendado, pero realmente no sé lo que tengo que buscar. Eso sí, sé dónde tengo que indagar. Son los libros; esencialmente es ahí donde se encuentra aquello que debo hallar. Lo más probable es que me demore una eternidad en todo esto, no importa lo que me cueste, perseveraré en este empeño hasta el final, que me imagino lo que es, pero cuesta admitir la propia desaparición, es natural. Pero para entender lo que estoy tratando de decir es necesario que explique unas cuantas cosas de mí, sin el ánimo de ser muy autorreferente. Soy un chileno de clase media, diría que, mirando hacia abajo, a pesar que tengo la docencia de profesión. Bueno, ser profesional en este país no asegura gran cosa; la verdad es que, por lo menos para tener un pasar tipo europeo o gringo, es necesario ganar sobre los tres millones de pesos y no pretender que te alcanza, con mucha cueva, con seiscientos cincuenta mil pesos todos cagados. Ella me miraba como hipnotizada, me escuchaba transportada a otra dimensión, a una hecha de gloria y de placer. Ahí le dije: recién ahí podríamos hablar, sin embargo, dulzura, ser profesor no está ni remotamente cerca al buen pasar gringo, eso te lo puedo asegurar. La actividad docente está sobrecargada, el sistema es agobiante: no permite la autonomía de decisión al profe. Éste no puede operar libremente en el problema pedagógico del estudiante, ya que está sujeto a programas de estudio grandilocuentes (quise en ese momento decirle: inabarcable en todos los ámbitos del saber humano, abstuve), y a salas atestadas de estudiantes. Ellos y sus familias son la otra pata de esta mesa a mal traer… Esta falta de autonomía docente podría ser la clave para remediar en algo esta situación tan decadente; como también la reducción del número de alumnos que un profesor atiende por nivel, podrían ayudar. Pero, en fin, mi propósito acá no es hablar de mi trabajo exclusivamente. Para aclarar muchas cosas tendré que hablar de cosas muy lejanas en el tiempo. Ella me miró y me dijo que no. No quería seguir escuchándome, lo que era seguro es que se había aburrido con lo que le decía. Ella me tomó de la mano y me introdujo en el cuarto. Me pidió que no hablará más, que sólo me dedicara a contemplar mi propio placer, que me reconociera en ese placer carnal que ella me proporcionaría. Sin saber cómo, ella, ya me tenía en cuatro patas en la cama. Me separó las piernas y comenzó su trabajo. Al inicio me recorrió el pensamiento un rechazo categórico, pero su lengua y sus labios en mi ano pudieron más que mis reparos varoniles ante tal practica sexual. Con una habilidad sorprendente transitaba entre mi pena, mis testículos y mi ano. El placer crecía y yo perdía la noción temporal, el infinito se presentó en toda su amplitud hasta que llegó el fin abrupto. No sé cómo, pero ella se había tragado toda mi esencia y seguía con su loco afán. Esa noche, mientras la veía dormir, las pocas horas que nos quedaban en las Cuatro Luces, sentía que la experi


encia había sido lo más alucinante que jamás había vivido. Los cortos de coñac, la mota que se sacó y su sexo delicioso, fueron la expresión del goce total. “Ahora yo, hazme el nanay”, me decía a penas se despertaba de una siesta breve. Y yo sentía que mis huevos iban a estallar y mi glande estaba rojo como tomate, y, aun así, ella lograba inmediatamente estimularme. Ella valía la pena, cada uno de los putos pesos que esa noche me cobró.

Y me dices que así terminaba tu sueño. Parece que algo te llama.




Han y la agonía del amor

El libro de Byung-Chul Han, La agonía del Eros , es un fuerte ejercicio reflexivo que pone énfasis en la crítica punzante al neoliberalismo,...