martes, 26 de noviembre de 2024

La vida que lo contempla



Cómo sabemos que existe un Buda o que existió un Buda y ahora está representado en una figura de porcelana o de cera o de barro o de arcilla; da lo mismo, a él le da lo mismo, él sabe que nada más tiene que liberarse de todo. Y el polvo está ahí: acumulándose, acumulándose, tras el tiempo que barre todo, todo que lo despoja, todo lo que contempla es todo. Cómo sabemos que existió un Buda, cómo sabemos que existió un Cristo, representado en una cruz, en una cruz que cuelga en una pieza;  en un dormitorio, y en ese sentido, esa Cruz es de plástico, plástico tal vez chino; es lo más probable, pero plástico. En cambio el Buda está hecho de arcilla o de otro plástico que imita la arcilla, da lo mismo; y entre el Buda y el Cristo colgando, en esa cruz de plástico, hay una virgen; una virgen de un material indescifrable, un material comerciable. Hay una virgen que le falta el halo, una virgen que lo único que sabe hacer es mirar hacia abajo, cómo su hijo yace muerto en la cruz. Ella, o mira hacia arriba cómo su hijo yace a la diestra de Dios Todopoderoso, o mira hacia atrás. Y están los familiares en la fotografía, la que acumula polvo en el polvo. Se acumula en ella, da lo mismo. Pero también está el tablero de ajedrez, el dibujo y la pintura de acuarela, la témpera que ha agitado la mano plasmando un sentir y se lo han regalado a su padre, y arriba, más arriba en la pared, colgado, hay un collage, un collage de distintas cosas; donde aparecen personas y personajes, héroes y heroínas donde hay enseñanza del arte, donde hay lectura, donde hay votos blancos, donde dice dona, que te amo. Y ahí está el inglés mirando y mirando, perplejo, petrificado en el tiempo, petrificado en la visión, petrificado en la estatura, petrificado en toda la vida, y en ese sentido, no hay más que dar vuelta la mirada y encontrarse nuevamente con ese Buda. Ese Buda que lo rodea Caín y Abel, ese Buda que está a su lado derecho. Y también está Pío Baroja con la Ciudad de la niebla y también está Joseph Conrad, está Julio Cortázar y César Pabs y Henry Miller, Jorge Luis Borges y también Roa Bustos. Para qué hablar más, para qué decir más; quizás ya no hayan palabras que contengan Paz, ya no hayan palabras que desaten guerras o la guerra desata las palabras, da lo mismo porque todo se ha trocado en una suerte de abanico; como si fuese una lotería, como si fuese el filtro de un sifón que se atasca de materias fecales o de materia orgánica, que todavía no se puede descomponer y que roe y roe la vida de alguien que lo contempla.

El reinado del narco

 Matan a un cabecilla narco en Chile, evidentemente fue un ajuste de cuentas. Todos en la población se alertan. Algunos no saben quién pudo ...