miércoles, 16 de marzo de 2022

Ya no es profesor



Hoy está ante una de las decisiones más importantes de su vida: dejar de hacer clases, dejar la pedagogía para siempre. Y no es chiste: prefiere mantener su salud mental y buscar nuevos rumbos, aunque resulten complejos, que terminar con sus nervios sostenidos por algún fármaco las veinticuatro horas del día.  

Una de las cosas o actividades que más ama en la vida es leer libros, especialmente si son de literatura. Cuando era más joven, digamos, cuando tenía unos 24 años, su padre le preguntó si iba a estudiar una carrera convencional, ya que él veía que sólo se dedicaba a ciertos trabajos esporádicos, a leer y a estar en casa de su madre acompañándola y todo eso. Ante su insistencia, que ejercía bastante presión en él cada vez que lo iba a visitar a su casa, terminó cediendo antes sus requerimientos. Él, junto con su abuela que había sido profesora normalista y su indefinición ante la idea de ser “profesional” o terminar siendo cualquier otra cosa en la vida, lograron que se embarcara en una carrera pedagógica. Como siempre le gustó la literatura la opción fue profesor de lenguaje.


Pero hoy, luego de haber ejercido por diez años este hermoso oficio -sin duda alguna es hermoso enseñar en las óptimas condiciones-, se da cuenta que la educación en este país es una verdadera farsa. El sistema educativo subvencionado y público (no sé si esto es así en el sector privado; lo dudo), según como lo ve, está totalmente entrampado en la burocracia y la ineficacia. Si hablamos de los programas de estudios (y aquí le va a poner adjetivo) podemos darnos cuenta, en base a lo grandilocuentes que son versus la realidad sociocultural de niños y jóvenes que diariamente asisten a “clases”, que el supuesto aprendizaje de contenidos y desarrollo de habilidades cognitivas, queda bastante determinado por el nivel sociocultural de los estudiantes en conjunto con sus amistades y familia, nivel económico familiar, factor tiempo para que los profesores preparen adecuadamente clases e instrumentos evaluativos creativos y modernos, número de estudiantes por sala que sobrepasan, en algunos casos, los cuarenta alumnos, cosa que es un sinsentido pedagógico por donde se le mire. Si queremos sujetos sin el desarrollo de habilidades de tipo intelectuales y que sólo sean un ladrillo más de la pared, entonces apuntemos a una pedagogía transmisora de contenidos como si los profesores fuesen un reproductor musical. Sin embargo, si queremos un sujeto pensante y creativo, debemos disminuir, entre otras cosas, el número de alumnos por curso. Entre las labores administrativas y netamente académicas los docentes le dedican el 22% del tiempo de una clase a labores administrativas (que podría hacerlo un asistente), de manejo de grupo y creación del clima del aprendizaje. (1) ¿No aprecian acá que hay algo que no cuadra en todo esto?

Pero si queremos realmente la tan ansiada calidad en la educación, debemos invertir monetariamente en ella y en reformular los aspectos más corrosivos de esta: como lo son la burocracia, la grandilocuencia de programas de estudios que no conocen a aquel Chile sumido en la ignorancia y en la catedral del consumo: el Mall, que bien predijo Tomás Moulian. El desconocimiento real del estado sociocultural de la población adulta es en el fondo, entre otros aspectos más complejos, lo que se está dejando de lado en la ecuación educativa. ¿Por qué digo que la responsabilidad está en los adultos? Porque ellos son, a fin de cuentas, quienes crían a sus hijos; quienes les entregan valores, costumbres y ejemplos que marcan el derrotero de un futuro delincuente o prostituta en contraposición de un futuro médico o ingeniero. Es valorable, por parte del sistema educativo chileno, que los estudiantes salgan de sus años de preparación teniendo un conocimiento enciclopédico de las distintas disciplinas humanas, sin embargo, esa meta no se logra si no se desarrollan las habilidades cognitivas que permiten captar estos conocimientos. Pretender que la población segregada social, cultural y económicamente alcance este grado de preparación con el actual modelo educativo, que podríamos denominarlo como de tercera categoría, ya sea por su burocrática e ineficaz articulación e implementación, como también por las paupérrimas condiciones materiales de ciertas instituciones educativas, es pedir, en definitiva, que seamos campeones mundiales de ajedrez de un día para otro, es una tarea titánica y de reformulación completa. ¿Qué camino nos queda? Al parecer todo pasa por el dinero y su inmenso poder. Éste, otro gran problema del Chile de hoy. Veamos lo que sucede en el mundo y veremos que la cosa no viene bien ese sentido, al parecer.  

Acá lo que esboza es muy ligero; es su opinión y ciertos retazos de su experiencia docente de estos últimos diez años en el sistema educativo chileno. Su intención no es aportillar el sistema, sino ayudar con sus observaciones para que sea algo mejor de lo que es ahora, ya que lo que existe actualmente lo ha alejado de la actividad. En relación a su salida o huida de la actividad docente, destaca profundamente la indiferencia, apatía y nulo interés que tienen los alumnos (no todos; siempre hay unos pocos que marcan diferencia, aunque sean contados con los dedos de una mano) de aprender, leer y escribir. Creo que más arriba mencioné lo que pensaba: que en nuestro país hay una crisis de intereses, y que éstos, son en parte responsabilidad del sistema educativo y de los adultos; padres de hijos mal criados, que se van reproduciendo en sus modelos mentales y de conductas, de generación en generación, hasta encontrar este tipo de hombre posmoderno, neoliberal, pseudo indigenista y ecologista, ultra tecnológico, y por, sobre todo, consumidor de un cuanto hay, pero flojo y cómodo, que no le gusta estudiar, en síntesis no le gusta leer. Prefiere ver videos y escuchar los audiolibros. Al parecer las élites económicas se han desvinculado por completo del destino de la humanidad, sólo ven su metro cuadrado y desde esa perspectiva, sólo buscan ladrillos para sus paredes, piensa con cierta tristeza, el profesor. Por otro lado, el resto de la humanidad se ha desvinculado por completo de aquello que realmente importa en la vida y que permite obtener el llamado ascenso social. Cada uno acá saque sus propias conclusiones. Hoy en día lo que parece importar es la fiesta, el cantante de moda; enviando un mensaje sexual y misógino en sus “letras”, pero como es lo que pega y es genial; lo aceptamos. Mostrar el cuerpo en redes sociales, es la ley, y mostrar cada vez con mayor fuerza que me sé el baile sensual de moda y que me puedo maquillar mejor que otra, para atraer más miradas (y aquí va el palo a las mujeres), tener más seguidores cueste lo que cueste, que en definitiva estimulan este tipo de conductas con sus comentarios “motivantes”, en fin, esto es en lo que estamos. Toda esta banalidad repercute en el mundo de la cultura y la educación, por cierto, que sí. Y lo que dice acá es sólo un botón de muestra para que vayamos entendiendo este fenómeno, que le ha llevado a tomar la decisión de dejar la pedagogía. Porque para encontrar la explicación profunda de este fenómeno de desidia y apatía cultural, deberíamos consultar la voz de expertos en el asunto, aunque queden pocos y así poder decir que nos hemos librados de la cretinez, aunque sea por un momento.     

 

(1)   García-Bullé, S. (2019). Población y efectividad en el aula, ¿cuántos alumnos son demasiados? Recuperado el 25 de junio de 2019, de https://www.grupoeducar.cl/noticia/poblacion-y-efectividad-en-el-aula-cuantos-alumnos-son-demasiados/

  

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